Cai Becher

Capítulo 11

El dolor sigue tras la venganza

Alice Wood

Uso su hombro de almohada mientras nos secamos enrollados por las toallas que Becher ha traído en la mochila.

—Becher— lo llamo y él me mira—. Me gustaría hacer lo mismo que tú.

—¿A qué te refieres?— pregunta antes de morder su manzana.

—A traficar— frunce el ceño.

—¿Quieres formar parte activamente del narcotráfico?— asiento sin levantar la cabeza de su hombro.

—Quiero que me entrenes bien y quiero ayudarte. Si vamos a casarnos en teoría ya sería partícipe ¿Qué importa si me meto un poco más?

—Sí, tienes razón... aunque es muy peligroso ¿Estás segura de eso?

—Totalmente.

—Está bien, comenzaremos con los entrenamientos mañana... entonces, si te diese un teléfono móvil no escaparías ¿No?

Niego con la cabeza. Sonríe y eleva el brazo haciendo que mi cabeza resbale hasta su pecho, me rodea con el brazo y me pega a él.

—Acerté contigo, ganchita.

La vuelta a casa es más animada y al llegar me deja que me duche antes ya que el agua del lago, aunque es dulce por lo que no tiene salitre, está bastante sucia por el barro y demás por lo que estábamos un poco teñidos de marrón, después me tiro en la cama, me pongo las gafas que ya no uso de la mesita de noche y cojo su libro electrónico para cotillear un poco sus gustos.

Romance, eso es casi todo lo que encuentro. Clásicos románticos, dramas por doquier. Me ha salido cursi el narco.

—¿Qué haces?— su voz a mi espalda me hace girarme y lo encuentro mirándome con una toalla enrollada a sus caderas.

—Cotillear tus gustos literarios— le sonrío y él coge los boxers que dejó antes sobre la cama para ponérselos sin enseñar nada.

Se tumba a mi lado y coge el libro electrónico de mis manos cuando alguien llama a la puerta.

—Si eres una mujer puedes entrar— dice Becher y Clara entra. Ha dicho lo de la mujer porque llevo una camiseta que me cubre media nalga y las bragas. Ya me ha visto en ropa interior así que no me importa, hace calor y así estoy más fresquita y cómoda.

—¿Quieren que les traiga una cena ligera?— pregunta Clara y yo asiento mirando a Becher, él me ve y asiente— Vuelvo en unos minutos.

Siento su mano en mi cabeza y comienza a rascarla de forma lenta. Suelto un gemidito inaudible dejando caer la cabeza en el colchón para estar más cómoda.

—¿Quieres que te haga unas trenzas tejidas y ya estás cómoda para el entrenamiento de mañana?— lo miro con una ceja alzada.

—¿Sabes hacer trenzas tejidas?

—Claro, venga siéntate, voy a hacértelas.

Me siento y él se pone tras de mí. Me quita el moño deshecho y me separa el cabello en dos antes de comenzar por un lado.

—Me gusta tu pelo— dice él— se parece al que tenía mi hermana pequeña, por ella sé hacer trenzas.

—¿Tienes una hermana pequeña?— pregunto sorprendida.

—Tenía. Murió a los diez años.

Su voz cargada de dolor y odio.

—Lo siento mucho, debió ser horrible— suspira.

—Lo fue, lo es y lo será siempre. Lo bueno es que ya la vengué— su voz destila veneno y eso hace que no sepa cómo reaccionar.

—¿Cómo era ella?

—Pues... tenía el pelo rizado, como tú, pero era pelirroja y estaba llena de pecas— ríe triste—. Pero por dentro era más hermosa aún, jamás he conocido a alguien con tan buen corazón como ella tenía y era súper inteligente con tan poca edad. Sabía lo que pasaba a su alrededor siempre aunque nadie le dijera nada.

Termina de hacerme las trenzas y me giro para mirarlo. Está destruido por dentro, está en ruinas tras una guerra.

—Y cuando una banda se cabreó con la que yo estaba, lo pagó con ella— una lágrima rueda por su mejilla derecha y mi corazón se encoge antes de lanzarme contra él y abrazarlo con fuerza. Sus brazos me rodean temblorosos—. Los maté a todos, Alice. Soy un monstruo que no vacila antes de arrebatare la vida a alguien.

—No lo eres, Cai. Solo eres un buen hermano— me separa de él para mirarme a los ojos y se sorbe la nariz. Sus ojos brillan y no solo de tristeza, hay ilusión en ellos— ¿Qué pasa?

—Me llamaste Cai. Es la primera vez que me llamas por mi nombre— se frota la cara.

Alguien llama a la puerta y Becher, o sea, Cai le da el paso, entonces Clara entra con una bandeja con un bol, dos cubiertos enrollados en servilletas y dos vasos de agua.

Cai coge una mesa de esas que son paran comer en la cama que se encontraba bajo la misma y la coloca para que Clara deje ahí nuestra cena que resulta ser una ensalada de frutas.

—Qué aproveche— nos desea antes de irse cerrando la puerta tras ella.

—Oh mierda, me encantan las fresas— cojo un tenedor y pincho una fresa enorme y súper roja para llevármelo a la boca y gemir de puro gusto poniendo los ojos en blanco por lo dulce que está.

—Me encantaría verte hacer eso bajo mí— el comentario de Cai me hace atragantarme y toser con la boca cerrada para no mandar la deliciosa fresa volando. Se ríe el muy cabrón—. No hace falta que te mueras, ganchita— guiña un ojo sonriente.

Consigo tragar sin morirme.

—No seas guarro. Estamos comiendo, Cai— lo riño aguantando una risa.

Trata de calmar su risa mientras pincha un trozo de sandía y se lo lleva a la boca.

Cuando acabamos de comer, Cai se ofrece a llevar la bandeja a la cocina alegando que yo estaba en bragas y ningún hombre que apreciara su vida debía verme. Al volver nos pusimos a ver una película en su laptop.

Sinceramente, tengo miedo. Siento que ese monstruo saldrá de la pantalla y me asesinará a sangre fría. Esto pasa porque al inteligentísimo Cai se le antojó ver una película de miedo.

No, si inteligente es porque estoy enganchada a él como si estuviésemos en un avión descontrolado que está a punto de romperse por la mitad porque un platillo volante va a chocarse con nosotros en segundos y él fuera el único con un paracaídas.



#18712 en Novela romántica
#3514 en Joven Adulto

En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.