Cai Becher

Capitulo 33

Si soy su apoyo no me alejare jamas

Cai Becher

Estoy sentado en el comedor con Dominic, Clara y Helena sin tocar la comida cuando escucho el ruido de la puerta al cerrarse.

Giro la cabeza esperanzado de ver a Alice entrar sana y salva y suspiro aliviado al ser ella.

Está muy guapa pero su expresión trata de ocultar el dolor ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué ha vuelto un día después de irse sin dar cuenta con ojo demente con otra ropa y, además, tan arreglada?

—¿Qué ha pasado?— Helena pregunta. Los demás solo la observamos.

Esboza una sonrisa pero siento que trata de ocultar el dolor.

—Mi madre ha muerto— eleva una mochila que lleva en la mano derecha—, tengo aquí a los culpables y fui a tarifa para esparcir sus cenizas en la playa. Olvidé el teléfono aquí y por eso no he respondido a nada pero estoy bien así que no deben preocuparme.

—Pero... ¿Con quién estuviste?— es Clara quien pregunta ahora mientras los demás la miramos fijamente.

—Con cicatriz. Parece un monstruo y realmente lo será pero se ha portado muy bien. No sé qué quiere pero por ahora no me importa— se encoge de hombros dejando caer la mochila y el bolso al suelo para caminar hacia la mesa y sentarse en su sitio junto a mí. Los demás la copiamos y mando traer un plato para ella. Lo traen junto a su teléfono.

—Me ha asustado— susurro mientras comemos.

—Lo siento— toma mi mano pero sospecho que no es para calmarme a mí, sino para calmarse ella misma.

Una vez acabamos de comer se excusa y coge el bolso que traía y la mochila para subir a lo que creo que es nuestra habitación. Dejo que tenga su tiempo y subo cuando han acabado de recoger la mesa. La encuentro en toalla poniéndose uno de sus modelos habituales: mallas deportivas y top también deportivo. Está escuchando música, creo que una canción de 5SOS, Theeth.

—¿Quieres hablar?— pregunto y ella se gira hacia mí acabando de colocarse el top.

No dice nada, sino que se acerca y me abraza con fuerza.

—No quiero alejarme más de ti— susurra contra mi pecho y mis muros se caen, como suele pasar cuando estoy con ella. La envuelvo en mis brazos y dejo que llore hasta que se separa y se limpia los ojos con una sonrisa—. Fuimos a cenar y luego salimos a bailar, me sentí mucho mejor, después dormimos en un hotel cercano y por la mañana tuve las fuerzas necesarias para esparcir las cenizas— explica.

No me molesta porque me lo ha dicho ella. Me fio de ella y sé— al menos eso espero— que si hubiera ocurrido algo más me lo contaría pero sus ojos me dicen que eso es todo. Al menos me dicen que no ha ocurrido nada relevante para ella.

—¿No estás molesto?— pregunta bajito pero yo niego con la cabeza.

—Me fio de ti.

—¿Qué debería hacer con las cabezas?— cabezas... ¡Cabezas!

—Lo que has dicho de que traías a los culpables en la mochila... ¿Traes sus cabezas decapitadas?— asiente.

—Cicatriz me prometió que tendría mis pies las cabezas de los culpables y ha cumplido... aunque se tratará de su padre ¿Qué debo hacer con ellas?

—¿Tortilla de sesos?— pregunto bromeando y ella ríe— Podríamos enterrarlas en el jardín, debe ser un buen abono para las plantas.

Asiente y coge la mochila pasa salir de la habitación. La dejo irse porque creo que quiere hacerlo sola. Me acerco a su teléfono y apago la música para salir de la aplicación pero veo que tiene mi chat abierto en una parte de los mensajes que le mandé ayer antes de llamar a ojo demente y enterarme de que estaba bien: «Si te has cansado de mí te respetaré y te dejaré ir, no te buscaré pero por favor, dime que estás bien. Eso es que unico que quiero porque si a ti te pasara algo yo... por favor, solo dime que estas bien»

Cierro esa aplicación también y dejo el teléfono en la mesilla de noche para que lo encuentre con facilidad.

Esta chica es tan fuerte pero al mismo tiempo tan débil que no sé cómo tratarla en estos momentos.

Me dejo caer en la silla de mi escritorio para comenzar a trabajar, debo preparar la ruta para un cargamento de hachís de muchos fardos que viene desde Marruecos para dentro de tres días, debo despejar el lugar en el que va a aterrizar la avióneta que viene desde Colombia con muchos kilos de cocaína y luego tengo que pasarle varios kilos a unos socios de aquí para que muestren crack.

Lo planeo todo a lo que creo que es la perfección, como siempre. El mínimo error puede costarnos mucho dinero, la cárcel o, en el peor de los casos, la muerte.

Entonces Alice entra por la puerta. Han pasado aproximadamente unas cuatro horas desde que se fue a enterrar las cabezas y tiene una expresión cansada y las manos llenas de tierra.

—¿Qué haces?

—Preparar unos cargamentos.

Se acerca al escritorio y mira los papeles con interés hasta que señala uno con un dedo lleno de tierra bajo la uña.

—Quiero ir a ese.

Pasados ​​dos segundos la miro con la estupefacción clara en mi rostro.

-¿What?

—Que quiero ir a ese. Vas a recoger los fardos en la mitad del estrecho de un barco que viene desde marruecos, yo quiero experimentar la adrenalina de la lancha al menos una vez. Deja que vaya, porfa— sonríe de forma inocente y soy incapaz de decirle que no. Ella ríe bajito y se va al baño, supongo que para lavarse las manos.

Siento que yo soy ese apoyo que ella necesita lo que no entiendo es por qué pero mientras yo le sirva, no pienso alejarme.

Vuelvo a los papeles y reprogramo el cargamento de hachís para que seamos ella, un piloto y yo los que vayamos en la lancha.



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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