Cai Becher

Capítulo 34

"We're sick like animals"

Ojo demente

Llego a mi madriguera y lo primero que hago es subir a mi despacho para coger el álbum de fotos de la princesita. Busco la última que hay en la que debe tener unos diecisiete. Su pelo está más largo que ahora y tiene su característica mirada.

Sus rizos están alrededor de su redondeada cara. Se ve vulnerable pero segura de mí misma. Como si estuviese tan harta del mundo que lo que opinen de ella le importase bien poco pero que, aun así, fuese débil por su pasado.

No me ha dado detalles pero me ha contado algo sobre unos abusos que sufrió de adolescente. Es habladora cuando está borracha.

Despego la fotografía y salgo del despacho observándola con verdadero interés.

¿Cómo una cría común y corriente entra en esta mierda de mundo y no se derrumba? ¿Cómo una cría común y corriente es víctima de abuso, supongo que sexual, no una sino dos veces y sigue sonriendo? ¿Cómo una cría común y corriente puede mirarme a los ojos y agradecerme por haber matado a los asesinos de su madre?

Mi polla se aprieta contra mi pantalón y me desabrocho el botón mientras me siento en el sofá. Sin dejar de mirar la fotografía, libero a mi único amigo y comienzo a darme placer a mí mismo pensando en los grandes ojos marrones de la princesita. Esos pensamientos me son de ayuda para correrme con rapidez y suelto un gruñido porque sé que aún falta mucho para que ella venga a mí.

Falta demasiado para poder hundirme en ella y escuchar sus gritos de placer.

Me levanto, decidido de calmar mis ganas y me abrocho el pantalón dándome exactamente igual que estén algo manchados de mí mismo. Dejo la fotografía en la mesilla y salgo de mi madriguera para montarme en mi coche y conducir hasta el prostíbulo de confianza. Una vez allí busco a la más parecida a la cría que me tiene loco y, cuando encuentro una de pelo rizado, expresión inocente y ojos enormes de un marrón raro, la agarro del cuello y la beso con toda la violencia que se me antoja.

Ella me corresponde porque es su trabajo y caminamos hasta una habitación, me pone un condón con la boca y me deja follarla con todas mis ganas mientras pienso en la verdadera Alice hasta que me corro. Pago y me marcho a un bar.

Si llego a saber que esa niña es mi media hermana quizá la hubiese matado en esa casa de críos traidores, donde la conocí. Quizá, si hubiese sabido que esa niña es mi media hermana, hubiese sido yo quien la hubiese secuestrado, en vez de Becher para convertirla en mi protegida.

No tengo idea de lo que hubiera hecho pero lo que quiero hacer ahora no es nada de lo que dos hermanos de sangre deban hacer.

Paro en los aparcamientos del primer bar de carretera con el que me encuentro y las luces me dejan medio ciego en tanta oscuridad de la noche. Me acerco a la puerta y la abro teniendo que apartarme porque dos chicas se caen, no me interesa ayudar, nunca me ha gustado ser altruista. Entro en el bar que huele a orina y me acerco a la barra llena de prostitutas y borrachos.

—Tequila— digo por encima de la música rock que se escucha de fondo.

La camarera me pone un chupito de tequila y yo me lo bebo de golpe para que vuelva a servir, cosa que hace con cara de borde.

Me debo beber unos quince porque cuando pago y salgo del lugar, tropiezo unas cuantas veces pero eso no me impide llegar hasta mi coche, arrancar y pisar el acelerador. El alcohol no suele afectarme demasiado y aunque me quede un poco atontado, tengo mis cinco sentidos casi a la perfección por lo que llego a mi madriguera sin problemas, entro y me tiro en el sofá para dormir aquí ya que subir las escaleras hasta mi habitación no me apetece nada.

—Princesita... vas a ser mía— prometo a la oscuridad de mi salón antes de quedarme dormido.



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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