Cai Becher

Capítulo 36

Hacer el amor... suena bien

Cai Becher

El camino a casa es largo pero Alice no lo nota porque duerme casi todo el trayecto.

—¿Tus hombres hacen este recorridos cada que hay un cargamento?— pregunta estirándose, provocando que su espalda cruja sonoramente, le pasa eso cuando está mucho tiempo en una posición.

—No, nosotros hemos venido porque tú lo querías pero tengo hombres allí hospedados para encargarse de todo. El trayecto es demasiado largo como para hacerlo a diario, además, traería sospechas de la policía— asiente comprendiendo.

—¿Cuánto queda?— pregunta mirando por la ventana pero no llego a responder porque ya hemos llegado.

Entramos en casa y lo primero que hacemos es meternos en la ducha.

El ambiente es tranquilo y cómodo, como si no acabáramos de transportar un cargamento de hachís en lanchas por medio estrecho siendo perseguidos por un helicóptero de la policía. Alice se pega a mí y me abraza mientras nos cae el agua. La rodeo con mis brazos.

—El segundo fue mi entrenador de natación— susurra y yo frunzo el ceño.

—¿El segundo?

—El segundo hombre, con el que creí poder olvidar al primero pero que, por el contrario, me hizo recordarlo y hundirme muchísimo más de lo ya lo estaba— explica y yo callo porque sé que está llevando a cabo mi consejo de sacar de dentro lo que la atormenta.

»Fue justo cuando decidí superar lo que viví, hacer algo de ejercicio y socializar. Yo siempre he tenido muchas curvas y eso hizo que él se fijara en mí: me miraba más de lo necesario, me sonreía, era excesivamente amable conmigo y, cuando me di cuenta, me empezó a gustar. No era viejo ni nada, tan solo tenía veintidós años, no me parecía mucho aunque yo no llegase a los quince.

»Salíamos juntos del polideportivo y me acompañaba a la parada de autobús, más adelante, se ofrecía a llevarme él y, más adelante aún, pasábamos de volver tan pronto y pasábamos la tarde juntos, paseando o tomando helado. No había pasado ni un mes cuando nos conocimos y ya le dejé tocarme, esa tarde me había comprado un helado y nos habíamos ido a su coche. Cuando me quise dar cuenta, me estaba gritando, pegando e insultando— suspira tras haberlo soltado todo de golpe— tras eso fui andando a casa y tuve que usar maquillaje durante semanas para tapar los golpes pero lo peor de todo fue ver a mi madre. Su expresión estaba rota y la culpa era mía.

No se separó de mi abrazo en todo el relato y pareció tranquilizarse nada más acabar. Como si se hubiese quitado un peso de hacía años de los hombros.

—¿Te sientes mejor?— pregunto sin soltarla pero lo acabo haciendo porque se separa para mirarme.

—Me siento mejor cuando hablo contigo, Cai— me sonríe y levanta las manos como si fuera una niña pequeña a la que le están quitando la camiseta—. Y ahora llévame a la cama y hazme el amor.

Río y cierro el grifo antes de cogerla como un saco de patatas para llevarla a la cama y obedecer su orden de hacerle el amor.



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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