Lunes Veinte y cinco de noviembre del año dos mil diez y nueve.
Mi amor
Cariño mío.
Alex.
Sabes que uno de mis mayores problemas es que odio perder el control y el demostrar mis sentimientos resulta muy conflictivo. Ayer le conté a mi hermana lo que sucedió, ¿sabes lo que dijo? << Creo que su amor está madurando, ya no es querer estar con la persona por necesidad o miedo a la soledad, es porque es él y porque eres tú así cuando se encuentren de nuevo será mejor>>
No sé si sea cierto pero estoy tratando de manejar esto de la forma más madura posible pero cuando recuerdo tu sonrisa y emoción al ver a esa chica de pelo negro y con menos edad que yo, cada vez que mi mente se remonta a ese día mi corazón adolece y mis sentimientos se vuelven una marea. Sé que te dije cómo me hacía sentir en ese momento pero no te he dicho cómo me sigue haciendo sentir ahora. Me consume el alma.
He recopilado cada momento contigo, cuando los veo se me llena el cuerpo y la mente se me llenan de amor, felicidad y de tristeza. ¿Puedes recordarlo todo? Me refiero a cada momento, cada risa, cada mirada, cada silencio. Cada suceso durante esos años. Es difícil lo sé. Porque las personas por lo general solo recordamos los momentos que fueron importantes sin importar si hayan sido buenos o malos.
Sé que hay cosas que no recuerdo bien pero no significa que no sean importantes, es que realmente no lo recuerdo.
Pero lo que mantengo conmigo es muy preciado, tanto lo bueno y lo malo. Por ejemplo, la primera mirada sincera que me diste el día siguiente después de conocernos. Mientras hablábamos de todo y de nada al mismo tiempo, tú frente a mí, me sonreíste de una forma sincera. Aun cuando te ocultabas de las personas que no eran importantes para ti. Pensé en ese momento que era especial para ti. Parecía especial para ti, quería ser especial para ti.
Recuerdo también la forma en que se arruga tu nariz cuando estas molesto, la intensa línea que se dibuja en tu boca cuando lloras tratando de no caer. Recuerdo la primera vez que sentí toda la intensidad de tu ser. Fue unas semanas después de conocerte, me encontraba muy herida aún pero contigo fue tan fácil ser yo. Creí que era consecuencia de lo que había pasado y aunque es cierto que después de quedarme llorando en la lluvia me propuse a nunca más ser alguien que no soy solo por una persona pero me costó mucho quitarme esa capa que por meses estuve creando tan cuidadosamente pero, lo repito, contigo fue tan fácil.
Entonces cuando me encontré al final del pasillo esperando verte llegar, me di cuenta de que me estaba hundiendo en ti, claramente lo negué y me asegure de enterrar esa resolución en lo más profundo hasta estar determinada a desecharlo. Entonces, al otro extremo del pasillo, estabas tú. Parado frente a mí, sonriéndome. Fue un golpe enorme.
Fue una avalancha. Sentí un choque que hizo que me desequilibrara lo suficiente que tuve que sostenerme del barandal. Caminabas hacía mí, y todo se fue.
Había una sensación fría que rodeo todo mi cuerpo, mi mente se congelo. Pero al recibir ese impacto la sensación se transformó, el frio fue barrido por un incendio.
Y de repente no había nada que controlar. Mis pies se movieron, mi rostro se ilumino, lo sé. Mi cuerpo se movió en sincronía y llegue a ti. Las llamas me envolvían. Y nunca me había sentido más cómoda. Así que con solo algunos matices de nerviosismo te dije lo que quería desesperadamente ocultar. Y una vez que las llamas se intensificaron ya nada se pudo hacer.
Esta vez al escuchar la historia de tus labios y los suyos, las brasas comenzaron a iluminarse. Sé bien que a pesar de ser de la misma fuente no eran la misma sensación. Las llamas me consumían y yo trate de resistir. Al final no pude.
Vomite todo mi esfuerzo.
Con tus manos sobre mi espalda, preguntando qué me sucedía. Con tu voz cálida hasta en los peores momentos, contigo tratando tan ridiculamente de descubrir porqué estaba así. Con mis lagrimas atoradas y el cuerpo en llamas, lo ví todo arder.
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Editado: 13.07.2020