Una voz angelical había hecho que afinaramos nuestros oídos hacia donde provenía. Enfocamos nuestras vistas hacia atrás velozmente, y ahí observamos a lo más hermoso que existía para nosotros.
—Entonces... Van a estar como locos solo observándome —dijo molesta Camila, sus brazos estaban entrecruzados y su pie derecho hacia repetitivos movimientos golpeando el suelo. Camila era de un aspecto subliminal, su cabello era rizado y de un color tan negro como el carbón, y que brillaba cuando los rayos del sol lo golpeaban. Sus ojos eran color miel y su piel morena. Era más alta que nosotros, su actitud era dura, estricta y exigente, aunque de vez en cuando se divertía haciendo payasadas como cualquier niña de esa edad. Ella vivía en una gran casa, con estilo colonial, ubicada enfrente de la vecindad. Tenían ya hace varios años de ser nuestra amiga, casi se podría decir que crecimos juntos, siempre nos la pasabamos llenos de discusiones, de apoyos, de risas infinitas y de más discusiones, bueno, la mayor parte del tiempo solo la pasabamos discutiendo porque Alejandro y Camila nunca compartían ideas. Camila tenía una voz magnífica, no por nada el colegio siempre contaba con ella para que los representara en respecto a música. Su canto hacia que te dieran ganas de adorarla, de besarle el pie y hacerle un altar.
— ¿Cómo estás Camila? —dije mientras me levantaba del asiento y me acercaba a darle un abrazo.
—Vaya —manifesto una mirada llena de fastidio —hasta que al fin alguien hablo. —Era casi imposible no quedar perplejo al escuchar tal voz proveniente de Afrodita.
—No nos culpes, —refunfuñó Alejandro —no ves que estábamos distraídos mientras hablábamos entre nosotros mismos... Jum —saco la lengua lo más que pudo seguido de unos ruidos irritantes.
— ¡Pero esa no es excusa para ignorarme! —gruño Camila.
—No me digan que van a iniciar con otra pelea —dije con fastidio.
— ¡Él es el que comienza! —señaló indiscretamente Camila a Alejandro.
— ¿Quién? —dijo Alejandro haciéndose el que no sabía.
— ¡Tu! —dijo Camila entre regañadientes.
— ¡Te pregunto! —Alejandro dio un grito estrépito y salió disparado de la banca mientras Camila se le pegaba detrás para golpearle.
— ¡Eres un tonto! —gritaba incesantemente Camila mientras le seguía.
— ¡Nunca me atraparás! —se burlaba Alejandro.
Bueno, al menos yo seguía disfrutando de mi cómodo asiento en el quiosco. Solo observaba a mis amigos corretearse entre ellos, parecía una imagen gráfica de los perros jugando.
Era algo ironico que yo formará parte de ese circulo de amigos, pero creo que así funciona la vida, te juntas con quiénes menos esperas y de alguna forma te sientes bien a pesar de no ser como ellos. Las diferencias nos hacían más unidos.
Luego de unos largos minutos, al fin Camila había logrado alcanzar a Alejandro. Lo traía, literalmente, agarrado de la oreja. Alejandro solo se quejaba del dolor pero Camila no cedía a su abuso, y se reía maliciosamente al ver sufrir a Alejandro.
Cuando llegaron al quiosco, hizo que se sentara. Alejandro solo me observaba y se sobaba la oreja. Camila demostraba una actitud fría y no se arrepentía de casi haber hecho llorar a Alejandro.
— ¿Por qué eres tan cruel Camila? —inquirí tímidamente.
— ¿Querés que te haga lo mismo? —su voz se tornó de un tono grave y daba algo de miedo.
—Nomás decía —solté una carcajada nerviosa.
—Es que Camila tien...
— ¡Tú te callas Alejandro! —interrumpió rigurosamente Camila.
Quedamos en silencio por un rato, aunque siempre seguí degustando del desayuno que siempre me preparaba mi mamá.
— ¿No van a hablar? —inquirió Camila.
—Pero es que tú nos has callado —dijo Alejandro. Camila era el único ser en este planeta que podía poner quieto a Alejandro.
—Es que ustedes me alteran demasiado —se quejaba Camila.
—A mi no me culpes —repuse —Alejandro es el único que te molesta.
— ¡Los dos son insoportables! —sostenía Camila.
Algo que se me había olvidado mencionar de Camila era que, a pesar de su corta edad, actuaba de una forma eficaz y muy creíble. O sea, era como una niña prodigio en respecto al talento, siempre tenía los papeles principales en los presentaciones del cuadro de teatro en el colegio. Tanta práctica hacía que le salieran completamente perfecto los dramas que hacía con nosotros.
Los tres estuvimos buen rato discutiendo, luego Camila se puso a contarnos cosas de las que quería ser de grande, ya que Alejandro se lo había preguntado para que cambiará de actitud.
—De grande seré modelo —y posaba parada sobre la mesa de cemento del quiosco —y saldré de portada en las revistas principales de muchos países. Talves sea actora o cantante, seré muchas cosas cuando sea grande —y mantenía una actitud presumida mientras lo decía. En eso siempre contrastaba con Alejandro, los dos eran igual de presumidos.
Me levanté de la butaca, y me dirigí a la cocina a buscar un poco más de alcohol porque la sed era abrumadora. Mi mente empezaba a recordar con algo de claridad mi niñez mientras caminaba a la cocina, aunque era algo casi imposible recordar con exactitud el rostro de mis primeros amigos, ni el entorno en el que me encontraba, las descripciones no eran muy exactas que se digan. Pero aún no recuerdo porque he olvidado todo esto. Quizás sean por los años o porque simplemente ese momento no fue muy importante para mí. Pero ahora que me lo pregunto... ¿En que momento me aleje de Alejandro y de Camila? Al parecer, según lo que voy observando en este libro, éramos bien unidos y no creo que haya una razón lógica por la cual no sepa de su existencia, creo que nuestra amistad duró muy poco como para olvidarlos a este tiempo. Bueno, seguiré leyendo a ver que respuesta puedo encontrar.
El timbre sonó, era la señal para entrar a nuestros salones. Alejandro y yo nos dirigimos a nuestro salón, y Camila cogió otro rumbo ya que ella estaba dos grados más arriba que el nuestro. Nos despedimos con un abrazo grupal, como de costumbre, y nos fuimos por nuestro camino.