Cambiar por Ti

Capítulo 22

—Estoy esperando. 

—Sí. Lo fui —debo admitirlo—. Fui su sombra.

—Ay Amato, que gran mentiroso eres.

—Te voy a advertir una sola vez esto —me sonríe y asiente—. "Abre los ojos y fíjate en quién confías, un movimiento en falso y caerá tu ego" .

—¿Qué? —su sonrisa cambia a una línea recta mostrando su disconformidad. 

—Suerte.

Salgo de ahí satisfecho. Lo dije. Si no paro esto, más adelante será tarde.

—No lograrás llevarla por ese camino. Ella es parte de mi sombra, no podrás desviarla.

—¿Seguro? —se cruza de brazos Sebastián y me reta con la mirada.

—Muy seguro.

—Haré lo que sea para ponerla es su lugar correspondiente. 

—¿Cuál lugar? No hay otro. Lo que hice fue para protegerla.

—Y agradezco eso —aparece Safira al lado de él—. Pero en verdad tengo que hacer las cosas como corresponde. Vamos Sebastián, hay reunión.

No me quedará otra más que fingir.

Ay jefa... si supieras...

Voy a mi oficina a buscar las carpetas necesarias para la reunión de mañana con los de seguridad.

Reviso todo y me faltan dos. Seguro que en la oficina de ella están.

Salgo en busca, me detengo al verla hablando con alguien por teléfono. Trato de que no me vea, pero se la ve concentrada.

—Sí... ya te lo dije... lo tengo en la palma de la mano... ya cayó... ¿cuándo?... nos vemos.

Entra y sale rápido. Me aseguro de que ya no está y entro. Veo las carpetas que necesito, también su teléfono.

No debería... pero lo haré.

Está desbloqueado. Suerte la mía. 

"Número desconocido" . Llega un mensaje.

 

"Número desconocido"

Te esperamos mañana y hablamos de qué haremos con los tres. Especialmente de Montoro y Fiore. No es tan importante Amato. Lo podemos descartar, ¿qué dices?

 

¿De qué será?, ¿y por qué estoy involucrado?



Narra Safira:

Sólo para protegerme... si ajá. Te creo muy poco Amato.

Suena mi teléfono y veo que es de él.

—En un rato voy —le aviso a Sebastián. Él asiente tomando las carpetas. 

—Te espero allá.

Me alejo lo suficiente y atiendo.

—¿Si?

—¿Cómo está la situación?

—Ya te lo dije.

¿Pudiste hacer lo que te pedí?

—Lo tengo en la palma de la mano —sonrío recordando el momento. 

¡Wow! Fue fácil. No volveré a dudar de tus encantos.

—Ya cayó —miro mis uñas sonriendo aún. 

Nos juntaremos.

—¿Cuándo?

En cuatro semanas.

—Nos vemos.

Corto la llamada, entro a mi oficina, dejo el teléfono y salgo rápido hacia la reunión.

 

Dos horas después...

No puedo creer que estamos teniendo esta clase de problemas por el hecho de que no contaron bien el dinero, y ahora salen con que hay menos cantidad.

—Escuchen todos. Cada vez que hacen un trato, un negocio o... lo que sea... siempre se debe saber la cantidad. No puedo creer que hayan hecho esto. ¡Falta de responsabilidad! Vamos a hacer una cosa, caballeros —me miran atentos, Sebastián hace la seña con el puño, de que me ponga firme—, iré yo a revisar todo. No quiero que ocurra esto de nuevo, si falta algo, pues veré que pasará con los irresponsables y los causantes de esto. Retírense.

Se levantan y me dirigen una pequeña inclinación.

—Tendrás que dar una solución urgente.

Suspiro y asiento. —Cierto. Y será ahora.

—Ve tranquila. Yo me encargaré de ordenar y dejar todo en tu oficina.

—Gracias, Sebastián.

Voy hacia la parte en donde está la bóveda de la mansión. 

—Hasta la puerta dejaron abierta.

Entro, la luz ya está prendida. Introduzco la contraseña en una de las tantas cajas fuertes de aquí, al abrirla, no hay nada.

—¿Buscabas esto? —Stéfano saca un bolso cargado con el dinero.

—¿Qué haces?

—Quiero que me expliques por qué te llegó un mensaje nombrando a Sebastián, Sergio y a mí —me muestra mi teléfono y leo el mensaje.

—No sé por qué sacas cosas ajenas. Dame eso —rato de quitárselo pero agarra mi brazo.

—Primero algo.

Pongo los ojos en blanco. —Todos con una condición o algo. A ver.

Deja el bolso y el teléfono, no lo veo venir, reacciono cuando siento un leve golpe en la espalda por la pared. Me acorraló.

¿Qué tienen con hacer eso conmigo?

—No lo puedo soportar —dice más para sí mismo—. Escucha, no te convertirás en sombra de ese.

—¿Sebastián?

—Sí. Pase lo que pase recuerda que vos sos mía —trago de golpe al sentir todo, pero todo su cuerpo pegado al mío. 

—Jajaja... claro. Yo no soy de nadie —sé que miento.

—Sí lo eres. Tu cuerpo, todo de vos, cada parte —se acerca a mi oído y juro que me va a dar algo—, me pertenece, me perteneces Safira.

—No sé a qué quieres llegar, pero no te dejaré. 

—Sólo recuerda eso —se separa y se va.

No lo puedo negar, me afecta, me afecta mucho su cercanía, cuando habla o me mira. Nunca va a cambiar conmigo, él es así. Sabe cada parte de mí como yo de él. Y lo que dijo, suena a una promesa y la cumple. 

Me acomodo en la silla lista con todo. Empiezo a contar el dinero y está la cantidad que dijeron. Sí, hay poco. Maldición. Y tengo que hacer algo ya. Apoyo la frente en la orilla de la mesa, esto estresa.

Ya no me puedo concentrar en nada. Ni en las reuniones, ni en mi vida común. En nada.

Con los días de a poco iba entrenando con Sebastián. Cuando me perdía en algún momento, me despertaba con un beso o varias veces sólo bastaba con iniciar alguna pelea.

—Han pasado tres semanas y no puedes concentrarte, ¿qué sucede?

Vuelvo a mirarlo seria —Nada. Todo lo que pasa me lleva a esto.

—¿Y vos crees que me quedaré con ese verso?

—Haz lo que quieras Sebastián —dejo todo y salgo de la sala.

Miro la hora, diez de la noche. Sé que me calmará, algo de beber.

Me coloco un vestido negro brillante, ajustado, un poco de maquillaje, los tacones negros (de costumbre). Agarro la cartera y las llaves del auto. 
Voy por la parte de atrás sin que me vean, llego al garaje y subo a mi auto, un Audi A4 color gris.

Acelero, veo que abren el portón y las rejas de adelante, sin esperar más, salgo con todo. Tendré que despejar mi mente. No puedo seguir así.

Llevo dos horas conduciendo por las afueras de la ciudad. Pongo música para distraerme un poco, la cuál reproduce mi canción favorita: Love me like you do.

La música me transporta a todos los recuerdos que tengo, y a los que quiero olvidar también. Es algo embriagador, una sensación difícil de llevar, difícil de controlar.


"—Irás a hacer un trabajo para el señor Lombardi por un tiempo...

—Sólo dale una oportunidad...

—La futura guía...

—Ya eres una Lombardi.

—Bienvenida...

—Tu habilidad...

—Volveremos por ti. Espera un tiempo más...

—Después de esta noche, me pertenecerás... —ese momento estaba decidida, me entregué a él. 

—La curiosidad mató al gato...

—Di que eres mía —se coloca nuevamente arriba mío abriendo mis piernas.

—Soy tuya... —sonrío más enamorada que nunca.

Aveces tomamos decisiones que son necesarias o por nuestra conveniencia. ¿Cambiaremos en todo aspecto?, sí. Depende de cómo llevemos las cosas es cómo nuestra vida toma su rumbo. Oportunidades, hay pocas, pero una vida por delante tenemos y hay que vivirla día a día..."

—¡¿Por qué me tiene que suceder todo a mí?! —acelero más dejándome llevar por la adrenalina.

Quiero que todo esto pare. No sé en quién confiar. No se que hacer. Entré creyendo en algo, ahora no puedo creer ni en mis propios pies porque hasta ellos me pueden hacer caer.

Parece no ser real. Nadie viene a este mundo sabiendo lo que hará, es un camino y depende de uno a dónde llegaremos. 
¿Y si no sabemos a dónde ir?

Cierro los ojos dejando caer algunas lágrimas silenciosas, mientras disfruto del viento fresco que entra por la ventanilla del auto. 

Necesito olvidar... de alguna forma... aunque no creo que sea tan fácil.

Abro los ojos, trato de frenar y esquivar para no caer por el barranco.
Logro parar el auto en la orilla.
Doblé mal, no miré por dónde iba.

Para otro auto adelante. Ay no... problemas.

Me quedo en el auto respirando agitada y con el corazón a mil. Casi caigo.
Veo a alguien con un arma. Oh no. 
Sin que se de cuenta vuelvo a arrancar y escapo. Se escuchan disparos pero no llegan al auto. No sé quiénes eran.

Alguien sabe de mí y me ha perseguido. 

Llego a un bar en donde no hay muchos aquí. Es simple, mesas, un escenario donde están tocando música clásica y la barra.
Me acerco, pido vodka y whisky.

—Deje las botellas.

Tomo tranquila... por un rato. Muchos hombres pasan e intentan entablar una conversación conmigo, los ignoro o les contesto mal, y ellos se van.

¡¿ES QUE NO COMPRENDEN QUE QUIERO ESTAR SOLA?!

Genia, los otros no saben lo que te pasa o piensan de vos.

¿Apareciste para molestarme otra vez?

Me necesitas. Necesitas un consejo de tu pobre consciencia.

A ver lo que dirá... Ya me estoy volviendo loca.

Pues...

—Así que aquí te desahogas —mis pensamientos son interrumpidos cuando me habla Sebastián y se sienta al lado mío.

—¿Qué haces aquí? No te importa lo que hago.

—Si me importas —me quita el vaso que contenía lo último que quedaba de whisky y lo toma.

—Déjame tranquila.

—Mira todo lo que has tomado. Eso no corresponde.

—No ha sido mucho... —miro la botella vacía y otra menos de la mitad—. ¡Ups!

—Safira. Te llevaré, vamos.

—¿En qué momento se me fue el tiempo?... —logro ver que me toma en brazos para salir de ese lugar.

Y luego fue todo borroso.



Despierto por el sonido de una alarma. A trabajar.

Me levanto sintiendo un dolor muy fuerte en mi cabeza. Veo una pastilla y un vaso de agua. No lo dudo en tomar. Debo controlar el dolor de cabeza.
Despierto bien y veo todo. Esta no es mi habitación y... ¿por qué yo...? Empiezo a recordar todo.

¡¿QUÉ HICE?!

Me visto rápido, estoy por salir pero la puerta se abre y aparece Sebastián recién bañado y con una bandeja que tiene comida.

—Buenos días, te traje el desayuno —asiento y bajo la mirada— ¿Estás bien?

—Sí. ¿Qué hora es?

—Las diez de la mañana. Ya me encargué de lo que había que hacer.

Muy tarde.

Tomamos el desayuno en un silencio bastante incómodo. Lo que pasó anoche... espero que no se repita.

—Gracias por todo, me tengo que ir Sebastián.

—Quiero decirte algo primero.

—En otro momento —me levanto de la cama pero tira de mí.

—Por favor —su mirada es suplicante.

—Que sea rápido —no me queda de otra

—¿Cómo queda... nuestra relación?

—Normal —digo con indiferencia. 

—Pero...

—Lo dije. Normal.

Se hace un momento de silencio. Decide soltarme después de un rato.

—Quiero que sepas que Estaré para Ti.

—¿Y cómo estás tan seguro? —lo encaro y veo sinceridad en sus ojos.

—Porque voy a Cambiar por Ti.

Lo miro sorprendida.

Quisiera haber escuchado esas palabras antes...

—Esperé seis años... ya no más —niego y salgo de ahí.

Creo que es demasiado tarde...

 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.