Cambio de Vida

Shopping

 

Día de shopping. El primero desde hace muchísimo tiempo…

La mañana de sábado comenzó con una leve y refrescante brisa. El sonido que las gotas de lluvia producían sobre el techo era un estimulante placentero para su cuerpo. Era sano, la relajaba, y le daba una agradable sensación de bienestar.

La cama la sostuvo por varios minutos hasta que decidió separarse de ella. El clima frío la abrazaba con pasión, erizándole la piel a cada minuto. Pocos días había como esos y desaprovecharlo sería definitivamente un grave error. Siendo así…

Lo primero que hizo fue despojarse de su pijama. Era demasiado cálida como para tenerla puesta en una mañana así; no la dejaba disfrutar de las corrientes heladas y románticas en su máximo esplendor. Las pantuflas también las hizo a un lado. No le preocupaba la idea de coger algún virus que le provocara fiebre, pues eso sucedía en ocasiones muy aisladas. Además, estaba en su propia casa y podía hacer lo que le diera la gana. Eso sin mencionar que vivía sola, por lo que tampoco existía otra persona que le dijera todo el tiempo lo que debía o no hacer. Cosas como esas hacían de su vida un poco menos aburrida y en su contrario, mucho más emocionante.

Amar la lluvia y el clima, sin ocultarse ni protegerse de él.

Luego de quedar semidesnuda en la sala de su casa, procedió a preparar una taza de café. En su cocina nada hacía falta. Mucho menos aquellos sobrecitos de café instantáneo que tenían un sabor cálido y delicioso para el paladar. Ella preparó lo suficiente como para 2 tazas más. Al fin y al cabo, lo nublado del cielo le indicaba que habría deleite para buen rato.

Y finalmente, fue a su librera y tomó el libro que recién había comenzado a leer: Caminos Disfrazados, de un tal Marco Aurelio.

 El placer se extendía mientras se aventuraba en las páginas del libro; tomando sorbos de café, acompañada por la melodía natural de la lluvia.  Cuando las gotas cesaron, todo volvió a la normalidad de forma fugaz, tal como un sorpresivo desenlace. Cerró el manuscrito y lo colocó justo donde lo había encontrado. Pensó por unos minutos con la mente en blanco y volvió a su habitación. Allá, a lo lejos, se podía ver con claridad una montaña de ropa – sabrá Dios si era sucia o limpia – que al parecer no tenía donde guardar.

Abrió su armario y descubrió aún más ropa, pero que no usaba desde mucho tiempo atrás. Rebuscó entre la ropa y no encontró nada que le gustase. La mayoría de las prendas yacían olvidadas y, por ende, no servían para nada más que para ocupar espacio. En pocas palabras: “no tenía ropa del todo”.

O, mejor dicho, ya estaba aburrida de lo mismo. Necesitaba un poco de innovación, pues quería evitarse la frustrante molestia de buscar por cielo y tierra algo para ponerse y no encontrar nada. Por ello pues, decidió ir corriendo a tomar una ducha, para luego salir a buscar más.

El centro comercial Plaza Inter era su centro de compras preferido. Ahí encontraba una buena variedad de ropa con los mejores precios (ropa nueva obviamente), aunque ese día no buscaba nada en específico. Simplemente fue para ver algo que le llamase la atención y comprarlo. Blusas, pantalones tal vez o bien, algún vestido o una monopieza. Claro está que no elegiría cualquiera. Muchas cosas habría que ver para que algo le gustase de verdad: Estilo, forma, color, tono, tamaño, diseño, tipo de tela, resistencia, precio y alguno que otro detallito más; una y otra vez en cada pieza que veía. Y si tan solo uno de los parámetros no era satisfactorio, la dejaba en el olvido y buscaba otra. Eso sin mencionar lo estricta que era con sus gustos (o más bien, complicada). Si al cabo de 4 horas de intensa búsqueda no encontraba nada, se retiraba tranquilamente a su casa para volver en otra ocasión. No obstante, y sin embargo, era raro que ello sucediese. En aquel día, rápidamente consiguió la primera pieza. El precio no era tan elevado, por lo que decidió pagarla en efectivo. Dos segundos después, justo cuando abandonaba la tienda, su corazón empezó a palpitarle intensamente al ver a “cierta persona” entrando en la tienda del frente. Pero luego la emoción rápidamente desapareció y una decepción la abrigó al presenciar aquel suceso desgarrador: el chico de sus emociones le daba un beso en la boca a alguien más.

Algo se hizo pedazos en su interior. No quiso observarlo mucho tiempo, pues estaba segura de que no la notaría. Mucho menos si estaba siendo acompañado por otra chica. Además, no podía hacer nada al respecto. No eran novios, no eran amantes, ni siquiera eran amigos con derecho… es más, era probable que no fueran amigos siquiera. ¿Con qué derecho le reclamaría entonces?

Al verlo ahí, tomado de la mano con otra mujer, no pudo evitar pensar en que – durante todo el tiempo que lo conocía – él nunca había notado la forma en que ella lo veía cada vez que tenía oportunidad. En otras palabras, ni eso era la esperanza que tanto deseaba poder tener. No había nada en absoluto entre ambos. Tampoco lo habría. Aquel momento que estuvo junto a él, fue solo una pura casualidad. Nada más que eso.




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