Culpable de todo lo que pasó, yo hice todo. Si es lo que ellos quieren que diga eso, lo acepto, no sirve de nada defenderme a estas alturas. - Dijo.
Lo conducieron enmarrocado al fondo de la comisaría, estaba hecho, el fiscal sonrío ante las camaras que habían empezado a llegar.
El detenido se volvió y dijo: las ideas no mueren, soy inmortal. - Lo empujaron y ya no escucharon las demás palabras.
En el fondo le pidieron que se quitará todo lo que llevaba y le dieron un uniforme de presidiario.
Ya con el uniforme levantó la mirada hacia la camara para que hagan su cédula de detenido. Nunca mostró arrepentimiento, todo el tiempo tuvo una media sonrisa que parecía decir: todo esta hecho.
Luego, lo ingresaron a una habitación en la que habian tres sillas. Lo sentaron en el lado donde estaba una de ellas, al rato ingresaron dos hombres, uno era el fiscal y el otro se presentó como Alberto Humis, un sicólogo.
Buenas tardes. - Dijeron los hombres al acercarse.
De buenas nada pero todo fue hecho, pueden hacer conmigo lo que quieran. - Respondió.
Le haremos unas preguntas. - Dijo el sicólogo.
Adelante, diga sus preguntas.
¿Qué lo motivó a cometer todos esos crímenes?
La venganza, algún día me la tenían que pagar, todo en este universo se replica y yo replique lo que ellos me hicieron, pero me entró consciencia y los asesiné, creo que es lo mejor.
¿Por qué lo cree?
Ellos me traicionaron, ella me mintió muchas veces, el otro me da igual, se metió entre nosotros, por eso merecía morir. Pero antes de hacerlo me divertí con ellos. - Lo dijo con tanta frialdad que los hombres quedaron perplejos.
¿De qué se trataba esa venganza? - Preguntó el fiscal.
Esa mujer que vieron, esa perra, me traicionó y me engañó, cuando la conocí me pareció una mujer inteligente, distinta. Pero era más de la misma mierda, una traidora, me dijo que estaba soltera y no, la muy zorra había estado con alguien, me hizo pecar, solo basta un malo para que un hombre bueno se convierta en lo que ustedes ven.
¿Cuándo la conoció?
Hace unos meses, lo he olvidado, la saqué de mi mente luego de hacer que pagara, la eliminé. Se a ido al infierno donde debe estar, no va a engañar a nadie más, está hecho. Ella se lo buscó.
¿Sabe lo que le espera? - Interrogó el fiscal.
Nada puede ser peor que lo que me tocó vivir viendo a esa mujer destruyendo mis sueños, la cárcel no es tan fría como lo fueron mis noches luego de ella, y su maldita traición.
Es todo. - Dijo el psicólogo.
Ambos hombres salieron de la habitación, en el corredor el fiscal interrogó al sicólogo: bien, doctor. ¿Qué me dice de ese hombre?
Es un psicópata, cree que ha hecho algo bueno, su venganza, eso que cree que le hizo la mujer. Creo que sería mejor que lo internaran en un centro psiquiátrico, esta loco.
El fiscal asentía con la cabeza mientras el doctor le hablaba, así se dirigieron a la puerta en la que se despieron.
Aquella tarde estaba perdida para el fiscal, le había tocado presenciar ver los restos que quedaban de esa pareja que había sido asesinada. La mujer estaba en partes metida en una nevera que el asesino había acondicionado en su sótano. El hombre estaba deformado con ácido.
Habían detenido al culpable cuando intentaba comprar ácido para desaparecer los cuerpos, una de sus vecinas había llamado a la policía por el fuerte olor que salía de la casa.
Cuando llegaron con las unidades policiales no se resistió, en el rostro se le formó una risa que no desaparecía. Parecía feliz, sus facciones no delataban arrepentimiento.