Llevaba prisa, pero sin razón, es que a veces la desesperación puede hacer creer a las personas que van a encontrar a quien se a ido.
Que difícil es perder a un ser querido y estar lejos cuando se recibe la noticia, he visto a hombres fuertes derrumbarse y he presenciado el descontrol que causa la pérdida irreparable de una vida querida.
Suset aceleraba cada vez con mayor brusquedad el pequeño automóvil, eran pasadas las doce y seguía conduciendo con los ojos anegados en lágrimas y un vacío cada vez más grande en el pecho; aunque algo dentro de sí, la esperanza arraigada siempre a la vida le daba esperanzas, le decía que quizá estaba soñando cuando recibió la llamada y su madre aun estaba viva, se aferraba a este último recurso para no caer completamente en la locura.
Las horas pasaron y se hicieron cada vez más pezados sus parpados. Al llegar efectivamente su madre había muerto, no había margen de error en eso.
Pero algo la seguía inquietando, cuando recibió la llamada no había sabido exactamente de quien fue la voz al otro lado del teléfono, sonaba familiar pero ahora más calmada no la podía identificar.