Camila Y Juan

CAPITULO 6 – Guerra

CAPITULO 6 – Guerra

 

           

Finales de Invierno 1792

            Desde hace 3 meses no recibo carta de mi amado Juan.  Mi padre me ha comunicado que las “cosas” no están tan bien como le gustaría a él y a la Reina.  Y estoy muy preocupada, tengo miedo de no verlo, de no volver a oírle.

            El 20 de febrero unos minutos antes de partir para Bath a ver a la familia de Juan recibí su última carta.  La cual leí por todo el camino a Bath.  Estaba feliz por recibir noticias de Juan pero a la vez tenía miedo porque era verdad lo que se estaba rumorando en Londres antes de partida.  Que la batalla de Manchester se había perdido al igual que la de Liverpool y que los franceses estaban avanzando en el país y que si no teníamos los refuerzos de los españoles, perderíamos la guerra.

            En la carta de Juan ahora los franceses estaban en Manchester y tenía miedo.  Miedo por Juan, por PJ, ellos estaban en la batalla y ninguno de los miembros de mi familia tenía la seguridad de que ellos se encontraba con bien en estos momentos.

            Mi estadía en la casa de los padres de Juan en Bath estaba dispuesta para estar 15 días, pero antes de que se terminara mi estadía solicite el permiso a mis padres para prolongarla por otros 15 días más.  Lord y Lady Robinson no habían tenido inconvenientes en permitirlo.  El recibimiento que me dieron Ana y Juan Smith fue amoroso y cálido.  Ana nos acomodo en la habitación de Juan a Sara y a mí.  La casa de los Smith era humilde, de madera y piedra. No era muy grande, no tenía lujos de los que estaba a acostumbrada a ver.  A pesar de que estaba en un lugar que nunca había conocido y las incomodidades que se supone que tuviera por mi posición social no me sentí incomoda, me sentí como en casa.  La distribución de la casa era sencilla.  Una sala un poco espaciosa, con muebles de maderas sencillos al lado izquierdo, el comedor al lado derecho y la chimenea estaba en el centro de la sala y el comedor. En la parte de atrás del comedor y la sala estaban los cuartos y la cocina.  Se llegaban a ellos por un pasillo que estada de frente a la chimenea.  La casa era del tamaño en conjunto de la sala, comedor y salón del té de mi casa, pero se respiraba amor.

             La habitación de Juan estaba limpia, organizada, como si el todavía estuviera allí.  En el baúl de madera que había en los pies de la cama había pequeños juguetes tallados en madera y varios libros que sabía que Juan los había leído.  Tome uno y era La Reina De Las Hadas (Faërie Queene) de Edmund Spencer.  Y tenía una de las páginas marcadas y leí la página:

 “No quedándoles más remedio que buscar algún abrigo cercano, columbraron no muy lejos un umbroso bosquecillo que prometía ayuda para resistir la tempestad, cuyos cumbrados árboles, vestidos con la pompa del estío, eran tan vastos que detenían la luz del cielo, tan densos que no había estrella cuyo poder pudiera traspasarlos; lo cruzaban sendas anchas y holladas que conducían a sus lejanas entrañas; les parece asilo favorable y así llegan a su entrada”

 

            El leer estas palabras sentí un estremecimiento en mi interior que no sube porque o cual era la razón de ese sentimiento.  En esas palabras escuche la desolación y desesperación de alguien o algo por buscar un lugar seguro y sentí tristeza.

            - Lady Camila, por favor deje de insistir; no es apropiado para una Lady, para una señorita de su posición hacer estas tareas. – me decía Ana Smith con solemnidad.

            - Señora Smith…

            - Ana – dijo interrumpiendo

            - Si me llamas Camila, te llamare Ana. – le dije a su vez, Ana movió su cabeza en un asentimiento de aceptación. – Ana, se que lo dices por la posición que ahora tengo, pero es mi deseo aprender a ser las tareas del hogar. – con un movimiento de mano detuve una interrupción de Ana.  – Ana yo deseo aprender a desempeñar estas tareas, ya que cuando Juan y yo nos casemos el no va a estar en posición de llevarse con nosotros a Sara. – Mire a Sara y vi horror y tristeza en su expresión. – Por lo menos hasta que las cosas mejoren.  Y si yo no puedo realizar las tareas básicas del hogar, Juan y yo seremos infelices.  Usted sabe que Juan no aceptara dinero para pagar a una doncella y yo deseo estar preparada para el futuro que he escogido.  Deseo hacer feliz a Juan, vivir juntos en la pequeña granja que comprar y ayudarlo en todo para prosperar juntos. – Al mirar el rostro de comprensión de Ana sentí alivio. – Además me costos mucho convencerlo de que usara la dote que mi padre le dará en nuestro matrimonio para que pueda comprar de inmediato la granja y no tener que esperar más tiempo para nuestro casamiento.




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