La muchedumbre aplaudía con ganas. Todos estaban ansiosos de ver a los bailarines que representaban a su país. Era el turno de Illéa.
Estaba esperando mi turno junto a Sarah en las escaleras que daban al escenario. Estaba nerviosa, atemorizada de quedarme en blanco delante de los representantes de todos los países con los que Illéa tenía alianza, y no eran pocos.
Pronto, salió Sarah, y yo me quedé solo, esperando mi turno mientras me mordía el labio inferior. Me fijé en mi compañera. Sarah se movía como un ángel; seguro que ganaba. No había nadie que la superase. En cambio, yo estaba tan nerviosa…
Al de poco, oí como los asistentes volvían a aplaudir con fuerza. Segundos después, ella salía con lágrimas de emoción en el rostro y me abrazaba.
—Suerte, Maddie —me deseó.
—A continuación, Madison Moon —me presentó el presentador.
Fingiendo serenidad, salí a escena con la cabeza bien alta. No obstante, tras hacer una sutil reverencia y colocarme en la posición inicial, no me acordaba del baile. ¡Dios, me había quedado en blanco en los internacionales, ni más ni menos!
La muchedumbre, al ver que no me movía, se empezó a carcajear con fuerza. Pero lo peor de todo fue ver cómo los reyes y los príncipes de Illéa se reían de mí y, cuando se tranquilizaron, me miraron con decepción en los ojos.
¡Quería morir allí mismo! Qué vergüenza.
. . .
Abrí los ojos, sobresaltada. El corazón me latía a mil por hora.
No sabía qué hora era, peros supuse que sería muy temprano pues todos seguían durmiendo aún.
Era la primera pesadilla que tenía en la que me quedaba en blanco en los internacionales. Normalmente, cuando el concurso era importante, solía tenerlas, debido al estrés. Por eso no me extrañaba que hubiese tenido una.
Me incorporé y miré la hora en mi teléfono móvil, teniendo cuidado de que la luz de este me diera solo a mí. Como suponía, era bastante temprano. Solo eran las siete de la mañana.
Volví a recostarme y me quedé mirando cómo Nayra dormía con tranquilidad. Por lo que podía ver, apenas se había movido durante las horas de sueño. Su cabellera rubia destacaba en la oscuridad y así, dormida, diría que se parece mucho a su madre, si bien los ojos y el color del cabello los había heredado de su padre.
No sabía qué hacer a esas horas, así que me puse a andar en el teléfono móvil. Me metí en mis redes sociales para ver si había novedades. Como suponía, no había nada interesante qué hacer. Después de eso, jugué a algún que otro juego, aunque, a decir verdad, estaba más que aburrida, estaba desesperada por hacer algo útil.
Ya no se oían ruidos provenientes de los pisos superiores, lo que era un alivio. El ataque rebelde debía de estar finalizando. Pero, ¿quiénes estarían ganando? ¿Los rebeldes? ¿Los guardias? ¿Y si los rebeldes vencían? ¿Qué pasaría entonces?
“Que nos matarían”, me respondí a mí misma con temor.
Un ruido me sacó de mi ensimismamiento. La reina America se había levantado de la cama que compartía con el rey Maxon y estaba mirando cómo dormían sus hijos. Al ver que su hija Nayra no estaba, empezó a buscarla por la estancia, con la preocupación reflejada en su rostro.
Debió de encontrarla pronto, en mi cama, profundamente dormida, ya que se acercó, o eso comprobé. Había estado mirando el techo, pensando en el Moonlight, en cuánto extrañaba a mis hermanos y a Kara y a Álvaro. De pronto, siento la extraña sensación de que alguien me observaba, así que giré la cabeza hacia la derecha. Allí, de pie, mirándome sorprendida, se encontraba la reina America.
“En qué lío me he metido”, pensé.
—Lady Madison, ¿podríamos hablar un momento? —me pidió ella, entre susurros.
“Bronca. Me va a echar la bronca”, pensé.
—Sí, claro.
Me levanté del catre, con cuidado de no despertar a Nayra, quien seguía durmiendo a mi lado. Una vez que salí del catre, me calcé las zapatillas y la bata (allí abajo hacía un frío de mil demonios), ella me guió hasta una esquina de la cámara, donde había unos sillones. Sin duda, este lugar estaba preparado para pasar un largo periodo de tiempo en él.