Para aquel tiempo la tecnología ocupaba prácticamente todo aspecto de la vida cotidiana. La sala virtual era el lugar donde grandes y chicos gastaban muchas horas al día. Los adultos participaban como protagonistas o coprotagonistas en sus programas favoritos. Las mujeres disfrutaban sus novelas, donde eran la nerd del instituto que se enamora del chico popular, tienen mucho sexo y viven felices por el resto de sus vidas. O donde entre acrobacias y artes marciales rescataban a su marido (que era el presidente de una gran compañía) de las garras de unos secuestradores. También eran princesas en apuros o poderosas guerreras.
En el caso de los hombres, ellos ganaban partidos de fútbol americano, soccer, béisbol, basquetbol y el usuario siempre era quien conseguía ganar el partido a último momento, saliendo de la cancha en brazos de sus compañeros. También era el héroe que salvaba a su familia luchando solo contra la mafia, salvaba al mundo conduciendo un auto deportivo a toda velocidad, o era el ayudante de un detective famoso mientras le ayudaba a resolver el caso.
Los niños jugaban todo tipo de videojuegos, donde también eran protagonistas. Mataban a los rivales con armas de grueso calibre, sobrevivían en una aldea zombie o salvaban el mundo de un meteorito gigante.
En cada uno de estos escenarios ellos vivían estas historias como si fuesen reales. Entraban a la sala virtual, escogían lo que querían hacer y la sala se convertía en un estadio, un puente, la selva, un rascacielos... Todo con ruidos y olores perfectamente reales. El aire acondicionado transmitía la temperatura y humedad del lugar, hasta lluvia y nieve caía del cielo. Podía haber neblina, relámpagos, el salpicar de las olas, viento... La habitación era tan perfecta que habría dejado boquiabierto al mismísimo Ray Bradbury.
La energía solar se convertía en electricidad que hacía funcionar toda la casa. Algunos hogares tenían un sistema que daba los buenos días, la temperatura, avisaba acerca del tráfico y preguntaba qué deseaban para desayunar. La cocina también era eléctrica, desde hace mucho tiempo que se había dejado de usar el fuego para cocinar.
Recién cuando la tecnología murió, el ser humano descubrió lo acostumbrado que estaba a ella, lo adicto que era a ella. Los niños salieron a la calle y no sabían qué hacer o a qué jugar. En la sala virtual interactuaban sin problema, pero en el mundo real era extraño hacerlo.
Al dejar de lado sus dispositivos electrónicos al andar, la gente se miraba a las caras y ni siquiera se saludaban, no sabían cómo iniciar una conversación con un desconocido fuera de las redes sociales o el trabajo. Algunos sólo atinaban a levantar el pulgar como símbolo de saludo.
Desconocían qué hacer para entretenerse fuera del mundo virtual. No tenían nada para leer, pues desde hace mucho tiempo habían dejado de existir los libros. Primero el papel fue reemplazado por el formato digital, pero luego todo se desechó por películas y videojuegos. Los escritores dejaron las novelas para escribir guiones simples y vacíos, carentes de realidad y carentes de fantasía. Los guiones que hacían para la sala virtual eran breves y superficiales, presentados de tal manera que hacían creer a su protagonista que era la persona más hábil e inteligente del mundo por resolver un caso demasiado obvio.
La vida fácil se había acabado y también la entretención. Ahora comenzaría todo desde cero, con la dificultad de nunca haber enfrentado un reto real, de nunca haber vivido sin plástico, circuitos ni botones.
Vaciaron los refrigeradores comiendo los alimentos procesados que quedaban. Pero los alimentos crudos, como carnes y verduras, se convirtieron en un problema. Intentaron encender fuego para cocinarlos, lo que se les hizo difícil en una ciudad de plástico, donde los árboles y plantas eran de ese material, sólo para decorar y generar sombra. No existía el papel y el petróleo se había agotado desde hace más de cuatro siglos atrás. Rápidamente se agotó la madera en las ferreterías y tiendas de materiales de construcción en un sólo día.
En la tarde se podía ver afuera de las casas niños llorando con celulares en la mano que no funcionaban, hombres y mujeres intentando encender fuego, otros aburridos se sentaron en sus pórticos a esperar que la situación mejorara. De pronto la intensidad y color de la luz solar cambiaron y todos miraron al cielo.
Editado: 17.02.2022