Mi historia quizá es la de muchos, o… al menos, se parece a la de muchos, soy o era un joven del planeta Tierra, que vivía en un país del cual el nombre no recuerdo, no puedo decir que mi vida allí era difícil, más bien estaba a gusto casi todo el tiempo, sin embargo, sentí una extraña satisfacción cuando, de repente, el ascensor de mi edificio se precipitó hacia el vacío…
¿Has tenido alguna vez uno de esos sueños donde uno antes de caer desde muy alto se despierta? Pues eso fue lo que me pasó a mí, no tuve ni una pizca de dolor, ¡nada de nada!, ahora me da gracia, no sé por qué, pero me da gracia, resulta ser que cuando la muerte de una persona se produce de manera instantánea, no llega uno a sentir dolor ni miedo ni alegría, es como si con un chasquido de dedos se te despojara de tu existencia. Recobré la conciencia en un lugar extrañísimo, sentía frío, mucho frío, aquel sitio no parecía tener límites, era como si se extendiera hacia el infinito. Una joven de pelo plateado surgió ante mí, prácticamente de la nada, e hizo aparecer dos sillas, con un ademán educado me invitó a sentarme.
–Soy la diosa Isabel de la Estrella del Tiempo y tengo una misión para ti.
–¿Estoy muerto? –pregunté con un terror tremendo, tenía familia y amigos, de seguro se sentirían muy mal si algo me pasara.
–Sí… lamentablemente falleciste hace poco en tu planeta, pero no te preocupes, volverás a la vida en otro…
–¡Espera, espera!, ¿esto no será un Isekai?, ¿verdad?, porque a mí no me arrolló ningún camión…
–¿Isekai?... No sé a lo que te refieres, tú lo único que tienes que hacer es derrotar al Rey Demonio.
–Lo sabía… aunque, pensándolo bien, esta es una oportunidad estupenda, ¿no?
–Quizás, pero te advierto que vas a pasar mucho trabajo, porque el mundo al que pienso enviarte es de nivel R.
–Déjame adivinar, los niveles están sacados a partir del alfabeto, ¿no?
–Quizá, pero lo que tú tienes que saber es que tendrás que esforzarte al máximo.
–Tranquila, he jugado muchos RPG y MMO…
–¿Te crees que esto es un juego? Pues compruébalo tú mismo.
En apenas un segundo, o… quizás en menos tiempo, fui enviado a un mundo nunca antes visto por mis ojos. Era un planeta de tipo terrestre, rebosante de vida y color, bichos amarillentos y gelatinosos se desplazaban lentamente por la pradera a la cual había ido a parar, eran slimes, o algo parecido. Curiosamente yo vestía una sobreveste de piel de armiños y debajo de esta una cota de mallas, una funda de cuero repujado adornaba mi espalda y dentro de la funda, una espada; una espada que no tardé en blandir. Su peso era considerable, aunque no llegaba a ser insoportable, el pomo estaba finamente decorado con la figura de un dragón, ¿o era una lagartija?, el mango del arma tenía ondulaciones allí donde iban los dedos de la mano y la guarda era de frío acero templado; al igual que la hoja de la espada. La hoja mostraba a la luz del sol vivos colores, una mezcla entre el celeste, el esmeralda y el escarlata, ¿esto estaba hecho para distraer a los monstruos o simplemente por diversión?
En lo que contemplaba la elegante y poderosa espada bastarda, que, únicamente la diosa Isabel me podía haber regalado, uno de esos casi tiernos y adorables slimes me atacó; disparaba descargas eléctricas, no sé cómo lo hacía, ¿cómo era posible que ese animalito manipulara la electricidad?, ¿estaría emparentado con las anguilas? No me hice más preguntas y piqué en dos a mí atacante, aunque debo decir que me dio pena… Creo que lo que quería era que yo me alejara de su territorio, pues ningún otro slime me prestó atención en lo adelante. Luego de mirar la amplia pradera ondulada cargada de slimes y de mosquitos me puse a caminar en busca de un asentamiento humano. En mi vida en la Tierra había visto varios Isekais y en todos había pueblos, ciudades y personas. El manejo de la espada no era una asignatura nueva para mí, llevaba varios años practicando esgrima, pero no la deportiva, sino la histórica, todos los días, o casi todos, generalmente por las tardes, me dedicaba a entrenar; al principio tenía un maestro, no obtante, con el paso del tiempo, me adapté a utilizar Internet y perfeccioné mis movimientos con la repetición constante. Mientras caminaba pisando el césped y algún que otro insecto me puse a pensar sobre mi vida anterior. Viví dos décadas y ciento veintitrés días, aprendí muchas cosas, conocí a mucha gente, tuve algunos amigos… en fin, fue una buena vida, pero, en el fondo, sentía que me faltaba algo; quizás ese algo lo encontrara en ese mundo…