Camino Entre Ruedas

Capítulo 6: Ecos del pasado

Verano del 2007; 5 de julio. Casi tocaba las hojas con mi pie. Subía y bajaba mientras cerraba los ojos sintiendo ese cosquilleo al desconectar tu mente y pensar que estás en el cielo y no en un pequeño columpio de madera. Detrás mía, Mikel estaba empujándome mientras esquivaba mis pies. No era la primera vez que se comía mis zapatillas. El calor era sofocante. Yo con una falda rosa y una camiseta de tirantes y él con unos vaqueros militares cortos y un polo. Esos éramos nosotros, la mezcla más rara de todo el pueblo. Salté hacia delante aterrizando en la hierba mientras él cogía la pelota de fútbol y nos dirigíamos hacia el tobogán más grande de todo el parque. Lo subimos y nos sentamos en la casita.

-¡Ya verano! Hagamos nuestra lista ya-me dijo con su voz de pito.

-Sí, pero escribes tú eh.

-Empecemos.

''Metas para nuestra vida juntos''. Ese fue el gran título de aquel papel.

-Lo primero, comprarnos más balones.

-¡Eso!

-¡Negro!-gritamos los dos a la vez.

-También...podemos...así, debemos ir al gran estadio.

-Y tener nuestras bicis para poder ir a otros lugares a competir.

-¡Y ganar todas los campeonatos juntos!

-Tener el título ''Fútbol aquí, Fútbol en el corazón''.

-Oye...el seis va antes que el ocho.-le dije riéndome.

Aquella lista fue la de nuestros grandes sueños juntos. El último deseo fue el mejor: ''Permanecer juntos frente a los malos tiempos, como grandes amigos, buscando las sonrisas del otro.''

Nos fuimos al viejo pozo lleno de arena. Era una gran duda de por qué no había agua. Sacamos la tierra y enterramos la cajita que tenía la gran lista de nuestra vida. Nos cogimos las manos, nos miramos a los ojos y nos dijimos: ''A tu lado, siempre''. Pero el tiempo no corre sino que vuela. Ni siquiera tenemos idea de si el pozo sigue ahí o si el agua ha resurgido de la nada y ha hecho su función. Me pregunto si Mikel se acordará de que la dejamos ahí. Empieza a anochecer y antes de que se enciendan las luces le intento proponer que volvamos al pozo.

-Oye, ¿Y nuestro pequeño tesoro?

Me mira serio.

-¿Podemos ir?

-Su rostro serio se esfuma y sonriendo me afirma.

Para llegar al pozo hay que subir una montaña un tanto alta y para no cargar con todo el peso del hierro de mi silla, me coge en brazos y comenzamos a subirla. Hacía tanto que no sentía sus brazos en mi cuerpo...Pero vuelvo a ser su 'princesa' en apuros. Desde lo alto y él sofocado, observamos todas las luces que rondan el pueblo. El anochecer se va cada vez más. Miramos el pozo y comprobamos que el agua se había jubilado totalmente. La arena sigue intacta. Comenzamos a rebuscar en ella hasta que los dos tocamos algo duro. Ahí está. Los dos la sacamos rozando nuestras manos.

-¿Quieres abrirla tú?

Se hizo otro de los tantos silencios que nos acompañaban últimamente. Mira al cielo. Miro al cielo. Rodeados de estrellas entre la noche. El paisaje simplemente es asombroso.

-Trae, la abro yo.-me dice.

Cuando la abre, vemos cómo un papel viejo y manchado ocupa casi toda la caja. Nos miramos a los ojos y volvemos a cerrar la caja. Nos miramos a los ojos. Los dos sabemos que ese papel no se volverá a abrir.

-Te prometo que las cosas cambiarán-me susurra.

Volvemos a enterrar la caja de nuevo y nos quedamos sentados en una pequeña roca contemplando la noche estrellada. A veces, es doloroso recordar los ecos del pasado.




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