Mikel y yo vamos por la plaza buscando un sitio en el que tomar algo. Tras el suceso de las rosas, a los dos nos cuesta más hablar. Parecemos los típicos tontos de película sonriéndonos todo el rato y riéndonos de la nada. Últimamente hay muchos carteles avisando el baile que se realiza en el pueblo. Ponen la excusa de que es para el instituto pero a fin de cuentas, pueden ir todas las personas que quieran. Yo no he ido nunca a bailes. Creo que está más que claro el por qué.
-¿Tú has ido alguna vez?-le digo a Mikel
-Pues, la verdad, fue el año pasado, con Victoria, pero no lo disfruté nada.
-¿Eres un pato en la pista?
-Qué va, tengo movimientos maestros, eh, si la cosa era la compañía.
-Bueno...mira, ahí hay varios sitios libres, podemos tomarnos algo.
El bar es pequeño, y tiene una rampa, algo bueno para mí. No hay mucha clientela.
-Buenos días, chicos.-nos saluda el dueño del bar.
-Buenos días, Tom, ¿qué tal andas?
-Aquí vamos, como todos los días-se ríe.
-Vamos a tomar algo, así que, puedes ir preparando...dos Coca-Cola's.
-Eso está hecho, y si la señorita necesita algo, me avisáis.
Nos ponemos en una mesa con tres asientos y Mikel me coloca en una. Él se sienta enfrente mía.
-Obviamente, tú no has bailado nunca, ¿no?
-No, pero, tampoco creo que tenga intención de hacerlo.
-¿No quieres ir? Podemos ir juntos.
-Siento ser tan pesimista, pero para estar sentados en una silla viendo a ancianitos bailar...no digo que no sea guay, los ancianos son muy ''kukis'', pero para tí, no sé.
-Oye, que yo estando contigo, me da igual. Como si estamos en un estanque con cien tiburones.
-Claro, nos damos un baño y así nos convertimos también en una cena-le digo riéndome.
-Venga, porfaplis, inténtalo. Seguro que lo pasamos bien-insiste Mikel
-Bueno, pero no te prometo nada, eh.
Los días siguientes, sigo dándole vueltas al asunto. Entonces, decido pedirle consejo al rey de los consejos. Mi padre, que está leyendo el periódico en el sofá.
-Holi.
-Uy, ¿desde cuando mi princesa se ha vuelto tan 'piji'?-dice riéndose.
-Necesito consejo, Mikel me ha invitado a ir con él al baile.
-Si es que ya te dije yo...
-El problema es que voy a un baile para qué, ¿para bailar?
-Siempre se puede hacer todo en esta vida.
-Gracias, papá, me animas mucho.-le digo irónicamente.
-Tú lo que tienes que hacer es ponerte un vestidazo e ir a la fiesta. Que te lías tú sola, princesita.
-Pero, papá...
Me coge en brazos y me lleva a mi cuarto. Abre el armario.
-Venga, elige, ¿qué vestido te gusta más? Oh, espera, ¿no me digas que tenemos que ir de compras tú y yo?
-¡No! Esto...bueno, no.
-O decides un vestido ya o nos vamos ahora mismo a un centro a comprar nuevos vestidos.
-Vale, vale. Pues...mira, coge el de lunares azules.
-¿Este de aquí?
-Sí, ese.
-Es muy bonito. Y para combinar el vestido, si te parece bien, la chaqueta blanca que te regalé el año pasado. Así no pasas frío.
-Pero para calzar llevaré deportivas. Unas conver's altas.
-Eso no te lo voy a censurar, pero, ya está decidido, tú vas al baile con Mikel. Y él va contigo, que además, sabes como son los chicos, seguro que se arregla y se echa mucho perfume.
-¿Cómo tú?-le digo riéndome.
-Exacto. El chico se lo está preparando. Todos esos momentos que te ayudó, todas esas salidas, cuando te llevó a ver los caballos, etc. Lo está haciendo muy bien, intenta no ser borde con él y darle una oportunidad. Pequeña, sé que te gusta.
-¿Qué dices? ¿cómo puedes afirmarlo? Tienes toda la razón del mundo.
Cuando me pruebo todo, mi padre trae un espejo alto.
-¿Qué haces con eso?
Me coge por los brazos, apoyando mis pies en el suelo, sosteniendo todo mi peso.
-Mírate. Estás preciosa. Le vas a encantar.
La verdad, sonreí en mi interior. Me veo realmente guapa. Nunca me había visto tan linda. -Soy como...-susurro.
-Como una princesita.
Bailar con Mikel. El simple hecho de estar con él me hace feliz. Me sudan las manos a su lado, mi corazón se enciende y no para de bombear a rápida velocidad. Mis pequeñas sonrisas delatan mis nervios. Y cuando le miro a los ojos, lo hago tan seria. Siento tanto. Parece como si no estuviese preparada después de estar años y años junto a él, pero debía dar el paso. Él me quiere, yo le quiero. Me ha demostrado que nunca me ha faltado en mi vida, y que, pese a lo malo que ocurra, él siempre va a ser mi ángel guardián. Tengo dieciocho años. Tengo que atreverme ya. No lo puedo negar, siempre me va a asustar tener contacto con algún chico. No son como las chicas, y siempre me llegan los pensamientos: ¿y si no le gusto? ¿le cojo mal la mano? ¿y si me agobio? ¿y si..? Y me tengo que dejar de tanto ''¿y si?'' y lanzarme. Yo soy la que quería momentos divertidos y vivir.