Estaba en otro lugar. Todo lleno de vegetación y flora. Era todo un campo. Iba vestido con una camisa blanca, marcando mi pecho y unos pantalones negros. Los pájaros sonaban y el aroma olía a flor pura. Limpiaba una mesa de madera situada en una pequeña casa derruida. Miré hacia la izquierda y algo empezó a aproximarse hacia mí. La distancia era lejana y no podía apreciar su rostro. Cuando más avanzaba. Sus cabellos eran rubios como el sol. Lucía un vestido blanco, pero no uno común, un vestido de novia. Era largo recortado por los hombros. Se acercaba más y más. Era ella. Mi mejor amiga. Su sonrisa era brillante y me transmitía paz. Hacía que yo también sonriese. Dejé todo lo que estaba haciendo y me fui acercando hacia ella. Poco a poco, nuestros pies descalzos avanzaban. Pero cuando tendí mi mano, el paisaje empezó a cambiar. Aquel cielo azul empezó a deteriorarse. Nubes grises empezaron a aparecer. Comencé a sentir un aroma a humo hasta apreciar desde la lejanía llamas en el campo. Los animales empezaban a correr, las flores se quemaban. Pero ella seguía avanzando hacia mí. Traté de ir con ella, pero era imposible, no podía seguir. Su rostro empezó a cambiar. De la sonrisa a un rostro pálido y triste. Su vestido también se iba quemando, convirtiéndose en cenizas. Lo único que no quedaba cubierto en llamas, eran sus piernas. Ella se desintegraba. Lo último que aprecié fueron sus piernas y una silla de ruedas al fondo entre el fuego.
-¡No!-grita Mikel asustado.
Otra noche más con sueños extraños. Últimamente era lo que le rondaba por la mente a la hora de dormir. Se levanta de su cama y va hacia el cuarto de baño. Está empapado de sudor. Se lava la cara e intenta relajarse un poco. De un sobresalto va hacia el pequeño cajón de su mesilla y saca una caja de metal. La abre y hay una gran cantidad de dinero.
-Me sigue sin dar...ya no sé que más puedo hacer. No lo voy a conseguir nunca. ¿Qué hago?-resopla.
Empieza a mirar objetos de su habitación: Ropa, libros, juguetes.
-Por esto no me van a dar nada.
Desesperado, se tumba de nuevo en la cama y mira hacia una estantería colgada.
-Eso es...es oro.
Coge varios trofeos de la estantería y se queda pensando por un rato.
-Lo necesita. Es...un simple objeto. Además, es su felicidad la que vale oro.
Busca por todos lados una bolsa y los mete ahí e intenta volver a dormirse de nuevo. Por la mañana, a las 11:00 a.m se despierta, se viste rápidamente y baja hacia el comedor.
-¿Hijo? ¿Qué llevas ahí?
-Nada, asuntos míos.
Sale de casa dando un portazo.
-Henry, ¿qué le ocurre a nuestro hijo todo este tiempo?
-No lo sé, cariño. Serán cosas de la juventud.
-¿Y si está con un problema de...?
-¿De qué? ¿De drogas? No digas eso, Mary. Sabes como es nuestro muchacho.
-Ya, pero se le ve tan angustiado, ya no estudia en el centro, no ha tomado con sus amigos desde hace mucho tiempo, y con Victoria mucho menos.
-Lo de los amigos te lo acepto, pero lo de Victoria, seamos realistas, era un bicho malo. Oye cielo, nuestro hijo confía en nosotros, y lo que esté haciendo, seguro que es para bien. No es nada malo. ¿Nos ha fallado alguna vez?
-Pero...
-¿Nos ha fallado alguna vez?-le corta Henry.
-No.
-Pues ya está cielo, no te preocupes.-le da un beso en la frente.
Mientras tanto, Mikel se dirige hacia una pequeña ferretería.
-Anda, Mikel, cuanto tiempo, ¿qué te trae por aquí?
-Mire, necesito dinero. Tengo que cubrir unos...gatos de mis padres, y bueno, he venido a ver si podías ofrecerme algo por estos premios.
Saca de la bolsa todos los trofeos ganados en campeonatos de fútbol y uno de natación.
-¿Tus padres tienen problemas? Si son muy responsables.
-Sí, ha sido un pequeño bache, y bueno, nos estamos recuperando pero quiero ayudarles.
-Estos son tus premios de colección, ¿estás seguro de esto?
-Sí.-le mira fijamente.
-Bueno, muchacho. Vamos a ver qué tenemos.
Sandro observa los trofeos con instrumentos profesionales.
-Te puedo ofrecer...300$ por el de natación y 450$ por las fútbol.
-Genial, me sirve.
Las mete en unas cajas, saca el dinero, se lo ofrece a Mikel y le mira directamente.
-Muchacho, si algún día quieres tenerlas de nuevo en tus manos, puedes venir aquí otra vez y llevártelas a tu casa. No te cobraré por ellas, tranquilo.-le sonríe.
-Muchas gracias Sandro.-sonríe también.
Se aleja de la tienda con el dinero y se dice para sí mismo: ''Creo que esto me servirá.'' Vuelve a casa y se sube a su cuarto. Abre la revista de aparatos para gente paralítica y calcula el dinero que tiene. La prótesis cuesta un total de 1.100$. Él con la suma de las copas tiene 750$. Junto con los 500$ de la floristería, un total de 1.250$. Al comprobar que la suma total es mayor que la del precio oficial, Mikel sonríe intensamente.
-¡Por fin! ¡Sí!-grita.
Mira por la ventana. Observa las rosas que mi padre colgó también en nuestro balcón.