Mi padre esta mirando unos pequeños cuadros. En ellos sale mi madre y él. Ella con su cabello rubio largo y él con su melena de joven. No se le ve muy contento. Más bien parece apenando.
-Hola...-le digo con voz baja.
-Ey, princesa,¿qué tal?
-Bien...¿estás mirando fotos de mamá y tuyas?
-Bueno, sólo estaba organizando las cosas y me he quedado mirando un rato los cuadros.
-Se os veía muy felices, bueno, quiero decir, alegres.
-Sí. Siempre he querido a tu madre, pero, las cosas buenas cambian, ¿no?
-¿No sabes dónde está?
-Ni siquiera tengo su teléfono. Además, ya no hace falta saber de ella.
-¿Realmente se fue por...lo mío?
-Quizás ella no supo superar este pequeño problema, que mira, lo estamos llevando genial los dos, lo estamos superando.
-Sí, claro...¿tú querías mucho a mamá?
-¿Sabes? La conocí en un parque de atracciones. Ella estaba comiendo un algodón de azúcar, yo estaba jugando a tirar pelotas para conseguir un pack de cromos. Una de las pelotas cayó en su algodón. Esa fue nuestra historia.
-Es muy bonita.
-Era muy bonita. Pero, oye, no nos apenemos.
-No, papá, cuéntame más sobre ella. Alguna historia o anécdota.
-Bueno, no sé si está bien eso...
-Anda, por favor, así pasamos un rato charlando.
-Alguna historia...veamos...por tu primer cumpleaños, te hicimos un jersey que ponía: Presidenta del mundo. Con eso, te eligieron delegada de la clase de infantil.
-¿De verdad?-le digo riéndome.
-Sí, aunque no había mucho que hacer en esa etapa. Y...oh, sí, cuando tenías cuatro años, un poni se comió tu zapatilla cuando fuimos a la granja escuela. Tuviste que ir con el zapato de mamá, que te quedaba enorme. Incluso te cabían los dos pies.
-Lo mío era estar destinada a los ponis, ¿eh?
-Por cierto, ¿cómo le pediste a mamá que se casase contigo?
-Bueno, lo cierto, es que no nos casamos nunca.
-¿Qué? ¿enserio?
-Sí, ahora lo pienso, y quizás hubiese sido mejor idea.
-Vaya...bueno, sigue contándome más historias.
-Cuando tenías siete años, te hicimos la primera fiesta de cumpleaños, mamá te vistió con un vestido rosa a lo princesa y después se disfrazó de payaso.
-¿De ahí lo de tu princesita?
-Exacto, princesita-dice riéndose.
-Oye, me estás contando todo esto, y se la veía muy feliz con nosotros, ¿tan duro fue que yo me quedase en silla de ruedas?
Mi padre resopla.
-La verdad, la silla de ruedas fue un problema, pero, bueno...-me dice.
-¿Qué pasa?
-El motivo real, por el que se fue, no fuiste tú. Ella, me dejó porque se enamoró de otra persona.
Me quedo en total silencio.
-Uno más joven, y que digamos...adinerado.
-A mamá no le gustaba gastar el dinero, ella no era...
-Cuando tuvimos tu problema, los gastos aumentaron, sobretodo con la silla de ruedas y los aparatos para que tuvieses la espalda correctamente. Al final, acabamos estando un poco en la miseria, y ella estaba cansada de que no pudiese llevarla a sitios, hacer cosas juntos o bueno. Me preocupé bastante por ti y eso a ella no le gustó. Dediqué tanto tiempo a tu cuidado, que ella cada vez perdió más las ganas, hasta que un día, se marchó. La única cosa que me dejó fue una carta de despedida.
-¿La podemos leer?-le digo seriamente.
Mi padre se levanta y busca entre los libros, hasta que consigue sacar un pequeño sobre. Dentro esta la carta.
-Aquí está: Hola, Henry. Sé que no es la manera más correcta de que nos digamos adiós, pero, tampoco quiero que estemos más juntos, ni siquiera para esto. Desde hace ya meses, lo nuestro no es lo mismo. Sé que la magia no dura siempre igual, que muchas veces cambia, se transforma o se renueva, pero lo nuestro ya no va hacia ningún sitio. Todo ha cambiado desde que nuestra hija se ha quedado paralítica. Además, no soporto la idea de que ya no pueda correr con ella, saltar con ella, hacer cosas normales con ella. Y las noches contigo, las cenas románticas. Todo ha desaparecido. Necesito alguien que me cuide, me quiera. Estamos perdiendo todo poco a poco. A nuestra hija, la casa, el pequeño huerto. Nos falta dinero y ganas de vivir. Espero que te cuides, y no quiero cerrarte este misterio, pero, he conocido a otro hombre. Él me puede cuidar, no tiene compromisos y él podrá aportarte dinero cada mes para cuidar de Alba. Quizás no siempre que te enamoras, estés destinado a estar con esa persona toda la vida. Yo te quiero, pero, no soy feliz y no me puedo atar a ti. Cuando estoy contigo, me siento triste y cuando veo a Alba, el corazón se me rompe. Quiero que ella sea feliz. Pero, admítelo, la sociedad está anticuada, no la van a aceptar. La gente no quiere a los diferentes. Quizás yo sea igual que ellos. Cuida, respeta y quiérela. Contigo puede estar bien, este pueblo es tranquilo y bueno, su mejor amigo está ahí con ella siempre, ¿no? Le gusta mucho dibujar y cantar, aunque eso lo sabrás tu también. No creo que nos volvamos a ver más, que te vaya todo bien, y seáis felices. Os quiero.-Anette.