Punto a favor: Stefan estaba atornillado a mi lado, y no me perdía de vista ni un segundo.
Punto en contra: Hay tanta gente que empuja, baila, y salta que lo acabó de perder.
Bien… ¿Qué hago ahora? No conozco a nadie, nadie me conoce, perdí de vista a Stefan y sé que estoy muy lejos de donde estaba ya que estoy pegada a una pared y vaya uno a saber donde estaba hace dos minutos.
¿Lo más terrorífico? No tengo la más mínima idea de donde esta salida. En este lugar hay más gente de la que podría llegar a entrar, ¿es que nadie controla nada?
Claro está que nadie lo hace.
Me voy moviendo por la pared cuidadosamente para no interrumpir a nadie en su gran entrenamiento de viernes a la noche y trato de llegar a la salida. Este lugar es más grande de lo que pensaba, ¿es que esta pared no tiene fin?
Luego de una gran osadía por la pared del boliche, logre encontrar la puerta.
-Si salís no vas a poder volver a entrar, nena. – me dice un hombre grandote y supongo que es patovica por la cara y la posición de “macho que se respeta”.
- Gracias por avisar, pero no creo que quiera volver a entrar. – digo saliendo lo más rápido posible.
Ya afuera intento llamar a Stef pero solo escucho el contestador. Seguro no hay señal ahí dentro. Decido enviarle un texto así cuando recibe señal, lee mi mensaje.
Estoy afuera, puedo esperar. Disfruta la noche.
No me gusta para nada la idea de estar acá sola, pero Stef quería salir, y no porque deteste este tipo de boliche y salidas voy a arruinarle la noche. Que se divierta sin mí, yo estoy bien.
Decido recostarme en el pasto. MALA idea. Está lleno de rocío y siento como la ropa se va humedeciendo de a poco. Ya está, me acosté y no me voy a volver a parar.
Cierro los ojos y escucho la música proveniente del boliche, supongo que esa gente si sabe divertirse y la aburrida soy yo. Que más da, estoy bien.
-Discúlpame, ¿estás bien? – escucho decir a alguien y abro los ojos rápidamente y veo a mi profesor de Literatura mirándome con asombro. Su cara estaba a centímetros de la mía y como no, intento levantarme y golpeamos nuestras cabezas.
Excelente Helena, golpeaste a tu profesor. ¿Qué sigue?
-Ay, disculpe profe. No fue apropósito, solo me asuste. Perdón. – digo rápidamente mientras froto mi cabeza y veo como Strangers imita mi gesto y ríe.
- No te preocupes, fue descuidado de mi parte haberme acercado tanto, pero te vi ahí acostada y pensé que quizá estarías inconsciente. – dice arreglándose su chaqueta negra que llevaba puesta sobre una camisa azul oscuro. Observo cómo estaba vestido y realmente la ropa que tiene lo agraciaba mucho. Camisa azul, con un pantalón negro y unas zapatillas negras.
Y vos lo golpeaste, felicitaciones.
-¿Qué hacías ahí acostada? – pregunta mirándome con una sonrisa.
-Oh… yo solo… emm. Estaba esperando a Stefan que está ahí dentro. Es que nos perdí y decidí salir ya que no me gusta mucho el lugar – digo acomodando mi pelo que estaba hecho un desastre.
-¿Y lo estas esperando acá sola?
-Si. Le mande un mensaje para cuando lo vea y no sepa donde estoy, pueda venir a buscarme.
-¿Puedo hacerte compañía? – pregunta y no me da tiempo a contestarle que ya está sentado a mi lado. – es una noche tranquila, ¿no crees? A pesar del sonido del boliche.
-Supongo – digo algo sorprendida por la cercanía de Strangers. – ¿puedo preguntar que hace a esta hora en la calle?
-Ya lo preguntaste –dice riéndose – No me trates de usted, no soy mucho más grande que vos. –
- ¿Cómo? ¿Cuántos años tiene?
- Tan solo veintidós. Lo sé... Te estarás preguntando cómo es que tan joven soy profesor de tres materias bastante distintas. – Coloca sus manos bajo su cabeza – no digas nada, pero en realidad no tengo el título de profesor. Pero el colegio necesitaba urgentemente un profesor para dar matemática, biología y literatura y bueno, acá estoy. Siempre ame esas materias en mi instituto y puedo decirte que soy muy bueno, sino no me hubiesen tomado, ¿cierto? – gira su cabeza y mira hacia mí.
-¿No tenes miedo de que diga algo? – pregunto atónita por su declaración.
-¿De qué te serviría? Además, no me preguntes por qué, pero sé que no sos de esa clase de persona. – dice sonriéndome.
- Buen punto. No, no soy así. Tu secreto está a salvo – digo riéndome y suspirando.
Esta noche es más interesante de lo que creí que sería.
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Nunca creí que alguien que enseña Matemática fuese tan divertido como Kope, es fácil entrar en confianza con él, hace que la conversación sea llevadera y nunca hay un momento de silencio incomodo. Lo único que existía era el pasto bajo nuestros cuerpos, la música que se escuchaba desde el boliche, y nuestra cercanía.
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Editado: 13.03.2018