LEO.
Una semana.
Solo pedía una semana y aún así no me la querían dar. Quería llorar de frustración por las alegaciones que mi madre decía cada vez que pedía sólo un momento de descanso después de un arduo trabajo.
Era injusto.
Llevaba más de tres años haciendo lo que me pedían y seguía cada paso que me daban, accedía a cada contrato, cada entrevista y haciendo dinero que ni siquiera me tomaba la molestia de gastar. La mayoría iba a caridades o negocios que recién comenzaban. Me gusta invertir en ellos y yo tengo el dinero y la ayuda que ellos requieren.
Sin embargo tanto la ayuda como mi trabajo no lo hacía porque me generará dinero, me daba gusto en algunas cosas pero al extremo de creerme superior, sino porque me gusta y disfruto lo que hago. En especial mi trabajo; cada vez que me meto en un personaje me sumerjo en otro mundo donde las cosas pueden ser más fáciles o más difíciles, tanto así que a veces me olvido que solo actuo frente a unas cámaras.
También está el hecho de la admiración de la gente y los fanáticos que se vuelven locos cuando te ven, los comprendo porque alguna vez yo estuve de ese lado de historia y siempre quise al menos un saludo o una sonrisa de parte de los famosos a los que admiraba. Me gusta confraternidad con ellos porque sé que aman mi trabajo—entre otras cosas— y yo se los agradezco porque por ellos estoy donde estoy.
A mis tan solo veinticinco años he logrado mucho porque empecé desde cero, recibí ayuda y aquello fue lo que me impulsó a un estrellato que jamás pensé llegar.
Tengo tres años de arduo trabajo en los que no he parado ni un segundo a descansar. Merezco al menos una semana.
Todo comenzó con una película en la que hice como un personaje secundario y nadie diría que yo, una simple chica de teatro, llegaría a gustarle tanto a la gente como para darle apoyo y empezar a seguirla en su trabajo como para que luego de ello me empiecen a llegar contratos como lluvia. Fue increíble cuando me lo dijeron, yo apenas y comenzaba en el mundo cinematográfico.
Comerciales, promociones, modelaje y tres películas han sido mi desgaste en estos tres años en donde no he dejado de viajar, grabar y estudiar mis diálogos. No suena como a alguien super famoso pero la gente es la que realmente decide si eso llega a pasar o no y para mí su apoyo es más que suficiente además de que he crecido laboralmente y la experiencia se hace presente en estos años.
Aunque no todo es color de rosas.
En un mes, según mi próximo contrato, tengo una película por grabar.
Es la adaptación de un libro muy querido por muchos y también lleva un poco de intriga por el autor. Nadie lo conoce o sabe quien es, habla solo a través de su representante—su abogado—, y eso llama mucho la atención.
Acepte eso por dos razones:
La primera es que solo me basto leer un poco del guión para enamorarme y decir "sí ".
La segunda es que también me causa curiosidad el dueño de crear esas páginas.
—Deberías estar ensayando—regaña nuevamente mi madre. Evito rodar los ojos, otra vez. Miro a Georgina, mi manager, tocándose el puente de su nariz y negando con la cabeza. En desacuerdo. Sólo que no sé si conmigo o con mi madre— En lugar de pedir vacaciones para quién sabe qué—espeta, molesta.
Frunzo el ceño casi de inmediato.
—El tiempo en el que me mandabas ya pasó, madre.—recrimino—Y ya he practicado lo suficiente como para saberme casi de completo—me cruzo de brazos deteniendo mi arrebato de sacar ropa del armario y colocarla en mi maleta.
Estoy decidida.
—¡Casi! —chilla histérica.
Ignoro su dramatismo y me concentro en Geo, esperando que me diga que si puedo ir. Aunque me diga que no, igual iré. Está decidido y eso lo nota mi amiga.
Me da una sonrisa junto a un guiño de ojo que reconforta mi cuerpo y regocija mi corazón.
—Miranda, creo que mejor nos dejas a solas—la empieza a sacar.
Y lo agradezco con el alma. Mamá a veces puede ser un poco insoportable.
—Oye no intentes…
—Vamos a hablar de trabajo—dice para que salga de una vez. Como si eso fuera un código, mamá asiente y se va.
—¡Gracias! —me lanzo a su cuello, feliz.
Geo me separa de inmediato y me mira mal.
A veces olvido lo reticente que es a los abrazos. Sonrió con inocencia.
—No me des las gracias, aún—detiene mi felicidad. —Quiero saber porque tanta insistencia con eso de la semana, porque yo no sabía nada y a donde iras. —se cruza de brazos.
Suspiro pesado y me siento en la cama para explicarle porque sé que lo que le diré puede ser un poco increíble.
Esa era una de las razones por la cual no quería que nadie sepa nada pero con Georgina Randall, es imposible ocultar algo.
—Quiero desestresarme, no sabias porque no quería que nadie sepa y a un campamento—respondo todas sus preguntas.
Enarca una ceja.
—¿Campamento? —pregunta sin poder creérselo.