Campamento de Famosos.
LEO.
Me saco la camiseta que llevo y los shorts cortos que cubren mi lindo traje de baño, lo mismo que los demás.
La mayoría ya está en el agua, refrescándose. Dorian está sentado en una roca un poco alejado de mí, de hecho a estado un poco distraído desde que salimos de la zona de los campings, no ha hablado y aunque se mantuvo a mi lado todo el tiempo, sentía que su mente estaba en un mundo alterno al que se encontraba aquí.
Quizá esté en su mente de escritor.
Puede ser.
Está nublado y el sol alumbra pero no lo suficiente para que se caliente. El agua brilla a lo lejos y se ve que está fría, pero aún así quiero entrar. Me acerco hacia donde está Dorian. Quiero saber si va a entrar o mejor me voy con Anna y Jacke, creo que llegó la hora de preguntarle su nombre. Luego me voy a confundir.
Carraspeo un poco llamando su atención. Voltea hacia mí y yo le sonrío, una sonrisa que se borra casi al instante en que él me empieza a inspeccionar de arriba a abajo, una y otra vez. Trago saliva cuando sus ojos muestran más de lo que deben, pero aparta la mirada.
—¿Entrarás? —pregunto con un poco de inseguridad.
Aclara su garganta y niega con la cabeza, incapaz de hablarme. No sé bien qué le sucede pero no soy tonta y tampoco pasé desapercibida la mirada que me dió pero prefiero hacerme la loca antes de hacerme ideas que no llevan a nada. Dorian no puede ir más allá de lo que ya ha ido.
Asiento y sigo mi camino hacia el agua. Mila está supervisando que todo esté listo con el almuerzo a un costado en una mesa grande a un costado del agua.
Anna me llama desde lejos, está con Jacke, así que si dudarlo me meto. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando el agua fría lo cubre casi hasta los hombros. Me mantengo un momento así, quieta, hasta acostumbrarme y cuando finalmente creo que lo hago me sumerjo por completo en el agua nadando hacia mis amigos.
Con una sonrisa en el rostro llego hasta ellos escuchando el bullicio de los demás al estar jugando en el agua. Las risas, gritos y vítores llegan a mis oídos haciéndome sentir diferente, nunca había estado en una situación como esta.
Nunca he socializado por mi cuenta. Si no me hablan, no hablo. Pero cuando alguien llama mi atención hago de todo por obtener la suya; Anna y Jacke, me agradan y con ellos es fácil entablar conversación y reírme de lo que dicen o hacen. Son personas agradables con un simple saludo. Confieso que en un principio Jacke me pareció algo serio y amargado pero luego descubrí una faceta en él. Una que me muestra a una persona divertida, dramática y con mucha energía. Algo que me agrada porque prácticamente son mis características.
—Jacke —lo llamo cuando está flotando encima del agua con slos ojos cerrados y una sonrisa bonita en el rostro. Voltea.
—¿Sí? —pregunta con voz cantarina, casi infantil.
Sonrío.
—¿Cómo te llamas? —inquiero haciendo que frunza el ceño y que Anna a mi lado se carcajeé al entender que no sabe de lo que hablo —Afuera. ¿Cómo te llamas?
—Ahhhh—expresa y ríe un poco—Es curioso que lo preguntes ahora, cuando yo supe primero quién eras cuando hablaste por primera vez conmigo.
—¿Ah sí?
—¿Cómo olvidar la voz de la estrellita de Verses —dice lo último con voz de presentador de televisión.
Río porque es cierto. Justo el día de ayer me dí cuenta que casi todos sabían quién era. Por las miradas, los cuchicheos y también por las sonrisas amables de algunos, aunque yo ni siquiera los haya reconocido en algo.
Más bien ahora mi peluca pelirroja sigue en mi cabeza y no sé ha salido.
—Ufff—me quejo —¿Me dirás tu nombre? —le pregunto batiendo mis pestañas.
Rie, ríe fuertemente llamando la atención de muchos.
—Xander Prince. Dueño de Palace Prince's —responde y yo abro los ojos, sorprendida.
¿Qué?
Sacudo mi cabeza una y otra vez tratando de encontrar parecido y luego de repasarlo una y otra vez logró verlo. Su cabello es realmente rubio, pero ahora está pintado en negro, sus ojos son celeste pero ahora son de color miel y eso es lo único que cambia porque el resto sigue igual.
El grandioso Xander Prince, está frente a mí. Es uno de los mejores reposteros del mundo entero, yo amo los postres que prepara, son un elixir de vida. Es que me es imposible creer que no me dí cuenta que era él.
–¡Dios! —jadeo y chillo a la vez —Con razón fue ta fácil hablar contigo—río.
—Se conocen—deduce Anna.
—La señorita todos los sábados por la tarde pide su especial de postres y hacen que se lo lleven a su casa. Una vez pidió conocer al chef y pues yo me presenté ante ella.