Louis se sentía destrozado por dentro, partes afiladas lastimándolo más por dentro. Se sentía más allá de roto cuando veía su rostro y escuchaba sus llantos, tratando de romper sus pulmones para conseguir lo que quería. Pero Louis no podía dárselo, y estaba tan arrepentido de no haberse dado cuenta a tiempo de ello, de haberse empeñado en demostrarle a todos que podía solo cuando no era así. Se arrepentía de todo, excepto de haber conocido su rostro, porque lo vería cuando cerrara sus ojos y podría susurrarle al viento "te amo tanto", con esperanza de que llegara a él cuando estuviera lejos.
Ahora, mientras se acomodaba la una pieza de ropa que llevaba puesta, trató de no pensar en su cachorro dormido unos metros delante de él, tan inocente y sin saber lo que Louis estaba haciendo para tratar de salir adelante. Se estaba dejando pisotear, y ya no podía más.
Suspiró, arrodillándose en la cama y quedando frente a la vieja computadora. La cámara se encendió gracias a sus dedos, que solo hacían el trabajo que su corazón no quería realizar, ni obligado.
—Hola. —No fue su voz la que se escuchó, la que escondía las ganas de romperse a llorar. No fue la voz acaramelada que le regalaba a su hijo cada vez que este abría los ojos y le regalaba una adormilada sonrisa. No era él quien se reflejaba a un lado de la pantalla—. He vuelto.
Los comentarios llegaron en segundos, insinuando cosas sucias sobre su cuerpo que le hicieron querer correr lejos y esconderse, no salir nunca a la contaminación que enfrentaba para poder seguir adelante. Se llamó cobarde, deslizando la tela del camisón que le cubría los hombros, y se obligó a seguir adelante.
—Yo...—susurró, tragando el nudo en su garganta. Los comentarios eran salvajes, sin respeto alguno y varios contenían palabras que no sabía que existían—, yo lamento no haber estado.
No era él. Apartó la mirada, tratando de no verse ni leer los comentarios, que contenían oraciones sobre lo que ellos harían con su cuerpo.
Giró su cuerpo, mostrando que no llevaba nada más que la transparente seda que no lo cubría de su desgracia. Mostró su trasero, sentándose sobre sus talones y mirando la sucia pared el dormitorio frente a él, pensando en cosas llenas de colores para no huir de la cámara.
—Comiencen —se giró y les dijo, una sonrisa que no se sintió real mientras la daba. Pero los convenció, porque las donaciones comenzaron a llegar, y casi soltó un suspiro cuando con sus desesperados cálculos trató de adivinar si podría comprar algo de comida cuando terminara.
Con una pesadez enorme en su pecho, que seguramente era su corazón tratando de salir del su interior por la vergüenza, apartó lo único que lo vestía y lamió sus labios, sintiéndose tonto cuando estaba tratando de prepararse para algo que ya había hecho varias veces. Pero no comprendía por qué se sentía como la primera vez, su piel erizándose ante la desnudez que mostraba a los demás y sus mejillas encendiéndose como antorchas, iluminando sus pómulos y haciéndose notable lo rojo que estaba.
Jugó con sus muslos, pasando las palmas de sus manos repetidas veces y volviendo soltar un suspiro, que seguramente sonó más como un jadeo por la forma en que el aire también quería huir de él. Sin embargo, logró volver a estar en esa incómoda sensación sin ninguna otra complicación, girándose y mostrando su trasero respingón que con seguridad estaba subiendo la temperatura a la mayoría de quienes lo estaban viendo.
—¿De esta forma...? —Cerró los ojos con fuerza, agradecido de que no pudiera verlo. Sentirían más burla hacia él, muy seguramente.
Pero los comentarios llegaron con más fuerza, varios contestando y otros invitándolo a realizar otros movimientos, mas Louis no quería, con la esperanza de tener algo más de dinero de lo que obtenía siempre para poder pagar la última cuota del contrato de adopción. Gracias al cielo, había guardado algunos ahorros que olvidó tener.
Niall le dijo con decepción en su rostro que no contara con él cuando le pidió ayuda.
—¿Así? —Resopló, rodando los ojos y agarrando sus nalgas para abrirlas, siendo el omega más patético sobre el mundo.
Pensó que quizá debería volver a intentarlo, salir a las calles una vez más y tratar de encontrar a alguien que lo comprendiera, que sintiera la empatía que necesitaba por unos segundos. Pensó en muchas alternativas, sosteniendo el pecho cuerpo recién nacido de su cachorro, y fracasó en cada una de ellas. No haría la diferencia en ese momento, porque la única salida estaba frente a sus ojos, solo que no quería tomarla y renunciar a lo único que le había dado verdadera felicidad en su vida. No quería tener que renunciar a su bebé, pero debía hacerlo.
Sus ojos picaron de repente, volviendo a ser consciente que lo perdería al final de la semana.
Y fue como si lo sintiera, la opresión en el pecho de Louis trasladándose a la de él, porque sus llantos llenaron la habitación en poco tiempo. Tan tarde como para que Louis pudiera actuar antes y cerrar la computadora pero, en cambio, su cuerpo se quedó helado y sus manos dejaron de trabajar, quedando a cada lado de su cuerpo desnudo, expuesto como siempre.
Cuando otro llanto lleno de fuerza se escuchó en la habitación, Louis por fin reaccionó y se giró en un movimiento brusco que le provocó un dolor en la cintura, no tan fuerte como para detenerse y no cerrar las páginas con rapidez. También cerró la computadora, su corazón palpitando con fuerza por haber sido descubierto.
Recogiendo el mísero trapo que antes le cubría la vergüenza de cuerpo que tenía, caminó a toda prisa hacia el nido donde su cachorro estaba descansando, inclinándose y manchando las mejillitas de su bebé con sus gruesas lágrimas, la que no sabía que estaba derramando hasta que relucieron el los cachetes de su hijo. Más triste aun, porque el bebé no dejó de llorar por más que lo meciera de un lado a otro.
—Lo siento tanto —le susurró, besando los pocos cabellos castaños que tenía en su pequeña cabecita—. Lo siento tanto, amor —sollozó junto a su hijo.