Canasta de cuentos filosóficos

El sendero de la eterna búsqueda: La felicidad

Román era un hombre con una vida casi perfecta. Contaba con el apoyo de su familia para poder realizar los proyectos que el deseara, tenía buena salud física y financiera; finalmente, era un hombre virtuoso y alegre que contaba con el apoyo y el cariño de toda su comunidad. A primera vista, parecería que Román cuenta con la vida perfecta, con la vida ideal para ser feliz pero… él no era feliz; algo faltaba en su vida para poder aceptar que realmente se podía considerar como un hombre feliz.

Un día caminando por la calle Román se encontró con el Amor «Filos». El Amor notó que Román iba afligido, por lo cual -dada la naturaleza del amor- fue corriendo a preguntarle que tenía y a ver en que podía ayudarlo con la finalidad de sacarle una sonrisa. Román se sobresaltó al ver que el amor lo venía siguiendo, pero en realidad no le mostró mucho interés a causa del conflicto existencial que se estaba suscitando en su mente.

—¡Román!, no me ignores por favor, tú no eres grosero. ¿Te pasa algo? —preguntó el Amor.

—Discúlpame Amor, en realidad vengo pensando demasiadas cosas, que por alguna extraña razón mi mente evitó que me concentrara en responderte.

—No te preocupes Román yo sé que eres un buen hombre y que no ignoras a la gente a la ligera —Replicó el Amor con un ánimo alegre pero a la vez preocupado—.Disculpa la intromisión pero,  ¿qué es lo que tanto te aflige en estos momentos?.

—Veras amor, yo soy consciente que dentro de todos los hombres, soy uno de los mayores privilegiados, pues realmente tengo muy pocas carencias y muchas ventajas, pero ¡Ahh! —suspiró Román— siento que falta algo para que sea feliz Amor. ¿Cuál será la receta para poder llegar a ese estado máximo de tranquilidad y goce?

—¡Jajajajaja! ¡ay! Román, la respuesta es muy sencilla… Haz lo que más te guste, lo que más te divierte; ama, disfruta, goza con desenfreno de los gratos momentos de placer y diversión que te provee la vida.

 —Créeme que lo hago Amor, pero aun así siento que me falta algo más para poder ser consciente de que realmente soy feliz. ¿No sé si me dé a entender?, lo que busco es la máxima felicidad eterna e inmutable, no la felicidad momentánea que depende de agentes externos a mí... Algo en mí alma me dice que la verdadera felicidad reside, en gran medida, en mí.

—Realmente no te entiendo Román —Contestó el Amor algo confundido— la mayoría de los seres humanos son felices a través de mi ser, pero dado a que no soy lo suficiente “bueno” para poder cumplir tus exigencias, creo que no vendría mal visitar a mi gran amiga la Sabiduría «Sophia» .

Era evidente que el Amor estaba algo molesto y herido en el orgullo debido a la insatisfacción expresada por Román, pero eso no evitó que el Amor se compadeciera de él y lo llevara jalando de la mano para poder encontrarse pronto con su querida amiga la Sabiduría. Román un poco sofocado por la trotada, llego a la plaza donde se encontraba la Sabiduría.

—Mira Román, la Sabiduría es una persona, mmmmm, rara. Es muy solicitada por la gente como puedes ver por ti mismo, pero llega un momento en que incomoda a la gente provocando que aquellas huyan de su presencia… así que ten cuidado, no te vaya a agobiar. —Aconsejo el Amor en tono burlón—.

Y efectivamente, la Sabiduría se encontraba rodeada de bastante gente, por lo menos de un grupo de veinte individuos implorando los consejos de esta. Esa imagen llamó bastante la atención de Román, pues él creía que estaba con la persona correcta para poder darle sentido y dirección a todas sus dudas respecto a la felicidad.

El Amor alzó los brazos para agitarlos en el aire mientras gritaba, todo esto con el motivo de que la Sabiduría se diera cuenta de su presencia. Efectivamente, las acciones del Amor hicieron que la Sabiduría se diera cuenta de su presencia, haciendo que está diera por finalizada la sesión de preguntas que estaba respondiendo a la gente. El público se desanimó y de poco en poco se empezaron a dispersar por la plaza.

—¡Hola, querido viejo amigo!. —Contestó alegre pero tranquilamente la Sabiduría—. ¿Quién es el honorable caballero que te acompaña en esté hermoso mediodía?.

—¡Que gusto verte Sabiduría!. Verás, Román es un grato amigo.  Hoy noté que iba confundido por las calles, pues él me comentó que tenía ciertas dudas respecto a la felicidad; es por ello por lo que vinimos a verte.

—Mucho gusto soy Román y tengo una duda bastante agobiante respecto a la felicidad, Sabiduría.

—¡Vaya Román!, raro seria que no te preocupara tu felicidad ¡jajajaja! —Respondió jocosamente la Sabiduría—

Román se quedó confundido por la actitud en la forma y tono de responder de la Sabiduría, pero no iba a perder la oportunidad de hablar entorno sus dudas, así que dejó a lado sus primeras impresiones y decidió contarle a la Sabiduría su situación personal y el porqué de sus dudas.

—Verás Sabiduría,  la gente a mi alrededor, y el propio Amor, creen que yo soy una persona feliz; pues consideran que debido a que tengo una buena familia, buenos ingresos, buena salud, un trabajo que me llena de satisfacciones, la casa de mis sueños, etc; son requisitos suficientes para ser feliz en esta vida… pero Sabiduría, yo no me siento totalmente feliz, estoy agradecido con la vida por ser tan bondadosa conmigo, pero simplemente siento que me falta algo para ser feliz.

—Román, es bien sabido por todo el mundo que el canon de felicidad en la actualidad es muy tendencioso, pues considera que al tener dinero, otros bienes materiales y un estabilidad en tu vida son suficientes motivos para ser feliz; pero tú ya te disté cuenta que la felicidad es algo que va más allá de los límites de la razón y el sentir humano. En realidad no hay una “receta para ser feliz”, eso es totalmente subjetivo.



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En el texto hay: cuentos, filosofia, reflexiones

Editado: 11.04.2020

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