~Es increíble como una pequeña acción puede cambiar totalmente la perspectiva que tenías de una persona~
-ANÓNIMO.-
—¿Mmhm?—¿Había escuchado bien? ¿Astro Widson, el famoso e inalcanzable cantante acaba de pedirme que bailara con él?—¿Has dicho algo?
—E-eh...—tartamudeó él. Al verlo, reí fuertemente, echando la cabeza hacia atrás y todo. Verlo así me daba cuarenta años de vida. Llámenme loca, pero se veía hasta dulce así de tímido.
Podría acostumbrarme a ese Astro. Sin tener que defenderme del imbecil de As.
Culpemos al ataque de ansiedad cuando cogí sus manos con dulzura, casi con mimo. Dirigí una a mi cintura, que emanaba calor, y sostuve la otra con la mía, entrelazando los dedos suavemente, con delicadeza.
Notaba su mirada, penetrante hasta lo más profundo de mi alma, pero no me importó. Estaba concentrada en la emoción del momento, sabiendo que ese era el comienzo de una amistad.
Él ladeó la cabeza, extrañado, y acto seguido sonrió abiertamente.
Así que ahí, en medio de la nada, solos como la luna, sonreí.
No para complacerme ante el espejo al ver mi rostro decrépito.
No para complacer al resto del mundo.
Sino porque el momento lo merecía.
Porque tenía ganas de hacerlo.
Sin miedo. Sin presión.
Sin nada que no fuéramos Astro, la luna y yo. Y admito que la sensación de sentirme bien, me gustó. Había vivido tanto en un pozo que no me había permitido alzar la vista y ver más allá.
De repente, Astro se separó, y por unos segundos pensé que se iba a echar atrás y decir que esto era una broma. Pero lejos de mis prejuicios, sacó su móvil y abrió el YouTube.
—¿Pretendías bailar sin música? Muy perspicaz, Liet—me sonrojé y reimos suavemente. Los primeros acordes de "When the darkness come" de Colbie Caillat, se hicieron presentes.
Enarqué una ceja en su dirección como diciendo "¿Cazadores de sombras?" A ver, no podía culparlo, nadie se resistiría a unos tíos que son irresistibles desde 1234, pero no sé... no esperé que él estuviera interesado.
Parece tan mundano... Y luego recordé esos ojos....Jace en versión mortal.
Dejó el móvil en una mesa que había y se acercó a mí lentamente, poniéndome alerta. Tomó mi cintura, mi mano y enterró su cara en mi cuello. Y ciertamente me pareció el acto más vulnerable que había visto en mi vida de su parte.
Su aliento me hizo cosquillas cuando empezamos a movernos al ritmo de la canción. Lento, dulce y delicado. Así estábamos bailando. Y era tan increible...
—Si esto es un intento de conquista, mala canción. —sonreí por segunda vez esa noche y acaricié su espalda lentamente, dejándome llevar.
Era fácil tenerlo así de callado.
—Si quisiera conquistarte, hacía rato que estarías loquita por mí.— dijo con un tono de burla. "Modesto baja que sube Astro" rodé los ojos y bufé.
—No sé por qué, pero te creo— reí suavemente, sintiendo su sonrisa en mi cuello— Aunque no podrías intentarlo— argumenté cerrando los ojos. Se separó de mi cuello y me miró con profundidad, por segunda vez en la noche.
—Si te lo sigues tragando todo, te ahogarás en tu sufrimiento, pequeña Liet—entrecerré los ojos, confusa y de repente me estrechó entre sus brazos, envolviéndome un perfume a naranjos.—Déjalo salir. No te ahogues.... no estás sola.
—Y-Yo....
—¡LIET! !OH DIOS, AQUI ESTÁS!—Gia se echó a mis brazos, casi a punto de llorar de felicidad. La atmósfera entre Astro y yo ya no era muy agradable y Gia se habia tragado toda mi felicidad nada más entrar. Ahora solo quedaba una mirada compasiva y unos labios congelados.
— ¡Si te llego a perder Drew me mata! Siento mucho haberte dejado so....¡¿ASTRO WIDSON?! —me miró tan sorprendida que temí que se le salieran los ojos de las órbitas.
Tironeó de mi manga como pidiendome permiso para acercarse a él. Me encogí de hombros y mientras me daba media vuelta, escuché como le hacía miles de preguntas.
Preguntas que no quería oír.
Salí de ahí, oyendo a lo lejos como Astro me llamaba, pero lo ignoré.
Ignoré el frío cuando salí del teatro. Ignoré la presión que tenía en el pecho por sus palabras. Ignoré a mi corazón, que latía a mil por hora. Ignoré al mundo y a la vida.
¿Qué no estaba sola? ¿Acaso él sabía lo que significaba esa palabra que acababa de usar? No. Por supuesto que no. Siempre rodeado de personas, siempre sonriente y carismático. Los dos teníamos dinero, pero solo él parecía tener de todo. Él jamás iba a saber lo que era la soledad, lo que es hundirte en la oscuridad.
Y por desgracia para mí, yo si que lo sabía y nadie me entendería.
Entonces vagando por la ciudad, sola, helada y hecha un desastre, encontré mi mayor salvación.
Librerías Caprichos: servimos chocolate caliente.
Entré, sigilosa y temblando. ¿Por qué no se me ocurrió que esto podría pasarme? Debí haber traído algún abrigo. Vaya mierda.
—¡Bienvenida, querida! Eres la primera en llegar—gritó emocionada una señora. Debía ser la dueña del establecimiento. Su vestido rojo sangre era muy elegante y su cabello rubio estaba suelto, ondulado hasta su espalda. Era esbelta y tenía unos tacones que resonaron por toda la tienda cuando se acercó a mí, sonriente.—¡Pero no te quedes ahí, preciosa! Te estarás helado, ¿No es así?
—U-un poco—tirité. La señora cuyo nombre no me sabía, rió.
—Marchando un chocolate caliente. Siéntate por ahí, nadie te incomodará. Estamos solas— y tal como llegó, se fue, dejándome sola. La verdad es que la librería era bastante calurosa, y acogedora. La chimenea estaba delante de tres sillones victorianos comodísimos. Todas las estanterías repletas de libros que adoraría leer y una musiquilla de fondo que hizo que mi cuerpo dejara de temblar.