El arte de no encajar en el mundo y no temblar de soledad.
—Elena Poe.
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La vida es una real hija de la gran puta.
Todos nos hemos dado cuenta de ello ¿cierto?
Por qué cuando todo está oscuro, no te ilumina el camino. No te hace un poco más fácil cada paso.
No. Lo único que sabe hacer es dar por culo. Patearte en la soledad. Romperte hasta tal modo que te dice:
No te levantes. Y tu no lo haces.
Y eso, es precisamente el problema de Drew.
Y el mio.
Creemos que si lo hacemos, si desobecemos, la vida nos matará. Pero tengo la esperanza de que solo sea una prueba más. Muy retorcida, pero perfecta para que no nos dejemos pisotear por nadie más.
—Edgar, déjala en mi cama.—ordené, alejandome de él.
Aún no sabía lo que había pasado, y que estuviese justo cuando Drew...
—Hayle, ya basta—Respiró hondo y me miró—¿Puedes dejar de sospechar de mí? Cuando te darás cuenta de el malo no soy yo.
—Dejaré de sospechar cuando me des motivos para no hacerlo—rebusqué en mi mochila un bolso que siempre tenía en caso de emergencias como esta—Y sobre todo, cuando dejes de aparecer en cada puto lugar al que voy. Sin olvidarnos de cuando no te vea en cada situación peligrosa.
—¿Esto es peligroso para ti?—sorprendido, abrió los ojos.
—Acabas de traer a mi mejor amiga golpeada, como quieres que no piense que...
—No se te ocurra acusarme de algo así, Hayle.—me apuntó con uno de sus dedos, alterándose.—Que te quede claro de una puñeteras vez. Yo. No. He. Golpeado. A. Drew.
Fruncí los labios y asentí, intentando relajarme.
—Oye, Liet... has visto mi...—Astro se quedó petrificado en la entrada del baño, como si hubiese visto un fantasma.—¿Pero que mierdas...?
—Hola, Widson—saludó Edgar, endureciendo la expresión.
—¿Qué coño crees que haces aquí, Ashford?—en su mirada no había rastro de aquel chico amable y dulce.
Había vuelto el idiota de As.
—Ya basta.—Me planté entre los dos, evitando así un confrontamiento.—¿Es que acaso sois niños pequeños?
—Estás de coña, ¿Verdad?—murmuró As, mirándome con una expresión poco compasiva.—¿Cómo puedes ser amiga de este monstruo?
—Soy tu amiga.—Dije cruzandome de brazos. "Au, golpe bajo para Astro"
—Gracias, Jones. Siempre tan considerada con los sentimientos del resto—me miró, inexpresivo. Cogió su chaqueta de cuero, y salió dando un portazo de aquella habitacion de lujo.
Me había pasado, ¿verdad? Bufé, sintiéndome por segunda vez en la noche la persona más basura de la tierra.
—Hayle, atenta—Edgar señaló a mi amiga, que abría lentamente los ojos.—Hola, Drew.
—L-Liet...—susurró ella.
Y yo no tenía palabras motivadoras para ella. Tampoco lágrimas... Pero eso no impidió que apesar de sus golpes, no me inclinase ante ella y la abrazase con fuerza. Drew soltó un intento de risa que acabó siendo un gemido de dolor.
—Me aplastas, burra—murmuró Drew contra mí cabello, devolviéndome el abrazo con suavidad.
Me separé lentamente, sin mirarla a la cara. Cogí una gasa y la mojé en agua oxigenada, lista para desinfectar ese corte tan feo que tenía en el labio. Cuando levante la cabeza, sorprendí a Drew mirando un par de veces a Edgar, que miraba con frecuencia su teléfono, serio.
—Cabeza en alto, cariño. Tengo que curarte eso—la tomé del mentón e hice que su cabeza se irguiese hacia arriba. Ella protestó cuando la gasa entró en contacto con con su herida, y puedo imaginar que sería por el hecho de que seguramente le escocería de mala manera.
—Así lo estás haciendo mal.—se limitó a decir Edgar.
Lo fulminé con la mirada y se encogió de hombros, como si aquello no le importase lo más mínimo.
—¿A sí? ¿Y como debería hacerlo según tú?—carraspeó y guardó su teléfono.
—Aparta, yo lo haré.—dijo haciendo una seña con la mano de que me acostara en la otra cama.
La de Astro.
Sujetó la gasa y la pasó con suavidad, pero decisión sobre la herida. Y por primera vez desde que lo conocía, obedecí y me senté.
Me percaté de como Drew estaba tensa como la cuerda de un violín, pero no protestaba. Y como Edgar manejaba esos instrumentos con profesionalidad.
—¿Donde aprendiste a curar las heridas ajenas?
—Cuando uno no tiene una vida de color rosa, aprende a curarse solo las heridas, de tal manera que luego sabe como curar al resto—calló al instante, como si hubiese hablado de más.
Oh, Edgar. ¿Qué escondes?
¿Debería cuidarme de tí, o eres tú quien me cuidará del resto?
—Ya veo.—me limité a responder.
—¿Y tú? ¿De dónde ha salido tanto odio de repente?—cogió unos puntos de papel de mi bolso y se los puso a Drew en el labio, dibujando una encantadora sonrisa en su rostro. Ella apartó la mirada de Edgar, molesta y él volvió a adoptar lentamente su expresión seria.
—Digamos que estoy cansada.—apoyé la espalda al completo en la cama y me quedé mirando al techo.
—Oye, Liet...—empezó a decir mi amiga—Nos iremos ahora, no queremos molestar...
—Yo no tengo problema en molestarla un poco más—rechistó el rubio.
—Cállate, nadie te dio vela en este entierro, Ashford—siseó Drew, mirándolo con odio. Edgar levantó las manos en señal de rendición, ofendido.
—¿A sí agradeces que te ayudara, Times?—murmuró, dirigiendo su vista hacia mí—Ya veo que las dos estáis llenas de un odio que descargáis con el resto.
—Yo no...—empezó Drew.
—¡Calláos ya!—grité irritada.—Parecéis niños pequeños. Nadie se irá.
—Pero, Liet...
—No hay peros, Drew. Edgar te sostenía mientras tú estabas desmayada y ha conducido dos y media para que estuvieras a salvo.—la miré con compasión.—Así que os quedáis.
—Pues pediremos otra habitación.