Candado (la Sangre Violeta) Episodio 2

LAZOS

Era lunes 15 de julio, el último día de clases para todos. Aunque previamente no habían tenido clases debido a un paro docente, este sí sería el verdadero último día. Candado, quien había ganado fama de "mafioso" por dos razones: su personalidad, actitud y carácter, y por llevar siempre una maleta negra que daba la impresión de que cargaba un arma, estaba inusualmente feliz esa mañana. Mostraba una sonrisa de oreja a oreja, y llevaba así desde que se despertó. Por lo general, Candado odiaba levantarse temprano, así como cualquier ruido o voz a su alrededor, pero lo que más detestaba eran las preguntas, fueran inteligentes o completamente tontas.

Sin embargo, esa mañana algo era diferente. Estaba tan feliz que incluso incomodaba a Clementina y a Hammya, todo porque su madre lo había abrazado esa mañana, liberando toda su amargura y dolor en él.

Mientras caminaban hacia la escuela, Candado balanceaba su maleta de un lado a otro.

—Es una lástima que mis padres no pudieron llevarme a la escuela esta mañana —dijo Candado.

—Sí, una lástima —respondió Clementina, evitando mirar la espalda de Candado por la incomodidad que sentía.

—Pero dijeron que vendrían a recogerme hoy. No puedo esperar a que sean las 12:30, estoy muy ansioso.

—Es cierto, debe ser todo un logro —agregó Hammya con su habitual sonrisa.

El trío llegó hasta el portón de la escuela, que estaba abierto. El conserje limpiaba y silbaba, también de buen humor. Candado caminó hacia su salón, con Hammya y Clementina a su lado. Inhaló profundamente, luego exhaló, y puso su mano en la perilla para abrir la puerta.

—¡Hola, amigos! —dijo Candado alegremente.

Pero ese saludo dejó tensos a los presentes: Declan, Lucas, Walsh, Héctor, Viki, Germán y Clementina (Hammya no tenía idea de lo que estaba sucediendo). Especialmente Clementina, quien quedó con la boca abierta. En el salón había una chica. Era bonita, con ojos marrones, una cicatriz en el ojo izquierdo, y el cabello largo, castaño oscuro, atado en una cola de caballo con trenzas, adornada con moños blancos. Llevaba unos aretes con pequeños diamantes colgantes, una boina azul oscura, pantalones largos y finos de color negro, zapatos del mismo tono con hebillas doradas, una camisa blanca, un pulóver azul con corbata roja, y guantes blancos con el símbolo de un corazón negro en la palma.

—Hola, tanto tiempo —dijo la chica, levantando la mano exageradamente mientras sonreía.

Candado no dijo nada. Se quedó petrificado, con la misma expresión con la que había llegado.

—Candado, no es lo que piensas —intervino Héctor.

En ese momento aparecieron Liv, con su uniforme escolar, y Pucheta, con su habitual atuendo.

—Oh, pero si es Luis.

—¿Luis? —preguntó Hammya.

Candado dejó caer su maleta y corrió hacia Luis, con el puño bien cerrado. Luis lo esquivó rápidamente, y en su lugar, Candado golpeó la pared. Su cara de alegría cambió lentamente, pasando de una felicidad fingida a una expresión casual, luego seria, fría, disgustada, enojada y, finalmente, furiosa, con los ojos llenos de ira. Parecía un robot al cambiar de personalidad.

El Candado feliz solo había durado unas pocas horas. El nuevo Candado había vuelto, y esta vez más sanguinario.

—Te lo dejé muy claro aquella vez: si volvía a verte, te haría pedazos.

—Sí, lo escuché fuerte y claro —respondió Luis con indiferencia.

Candado volteó, levantó el brazo y apuntó hacia Luis. La tensión en el ambiente aumentaba; todos sabían lo que vendría.

—¡Candado, detente! —gritó Héctor, vacilante.

En ese momento, Héctor, Declan, Germán y Lucas se lanzaron sobre él, tirándolo al suelo, intentando tranquilizarlo.

—¡Candado, detente! Vas a destruir la escuela —insistió Germán, tratando de detener su brazo.

—Que se destruya, tengo suficiente dinero para reconstruirla cuantas veces sea necesario —respondió Candado con frialdad.

—Ese no es el punto —dijo Héctor.

Candado forcejeaba cada vez más, mientras Luis observaba todo desde el escritorio del profesor, sentada y con una sonrisa despreocupada. Esto enfurecía aún más a Candado, quien poco a poco se liberaba de sus compañeros, fortalecido por la rabia.

Hammya, comprendiendo lo que sucedía, caminó hasta ponerse entre Candado y Luis, llamando la atención de esta última.

—Señorita... —vaciló Clementina.

Hammya giró hacia Candado, cerró los ojos, inhaló y exhaló profundamente. Luego los abrió y miró atentamente a un Candado completamente furioso.

—¿Sabes que si destruyes la escuela, también destruirás la bandera? —dijo Hammya con serenidad.

Al escuchar esto, Candado se detuvo instantáneamente, lo que permitió que sus compañeros lo soltaran lentamente. Luego, se arregló la ropa, miró por un momento a Hammya, y después fijó su atención en Luis, mostrando claramente su repugnancia hacia ella. Metió las manos en los bolsillos y salió del salón.

—¿A dónde va? —preguntó Hammya.

—Se fue a disculparse con la bandera —dijo Lucas mientras se limpiaba el sudor de la frente.



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En el texto hay: fantasia, romance, fantasa y magia

Editado: 07.07.2025

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