CanÍbales

UNA VISITA A DOMICILIO

Los refuerzos llegaron. Y también Daniel.

—¡te dije que no la dejaran salir! — Daniel le gritó a Mauro. Una simple orden.

—No le grites, no eres nadie para mantenerme prisionera. No nos pasó nada. Todo esto es tu culpa por sacarme de la investigación.

—¿Mi culpa? Solo te estaba protegiendo.

—Pues no sirvió de nada, espero que con esto entiendas que es más peligroso estar afuera en las calles que en el trabajo.

—¿Entonces qué quieres que haga?

—Quiero volver al trabajo. Necesito encontrar a alguien.

—¿se puede saber a quien?

—Creo que deje ir a la asesina. Que está entre nosotros.

—No me jodas…  

 

Su plática fue interrumpida por otros oficiales, quienes se veían preocupados.

—Señor siento interrumpir pero algo sucedió en la residencia de la señorita Marine. Nuestro compañero no responde a su radio.

—Vamos para allá. —ordenó Daniel.

 

El viaje fue rápido, se podía sentir una tensión. Cuando llegaron no estaba el oficial que vigilaba la casa, pero si muchos vecinos.

Marine se acercó a su vecina Zara, tenía unos 45 años, era madre de dos jóvenes, siempre estaba arreglada, era delgada de tez morena.

—Zara ¿porque todos están afuera de mi casa? ¿Donde esta el oficial?

—¡Ay niña Marine! Aquel joven muy amable me saludo, platicabamos del mar y esas cosas sin sentido, después escuchamos un ruido cerca, él se metió a la casa a revisar y dijo que sería rápido, pero tardó demasiado, iba a entrar y preguntar si todo estaba bien, fue entonces que escuche unos disparos ¡sentía que me atravesaban! Mi hijo Ángel , el más grande salió a verme. Mi niña sabes que él trae arma así que entró a su casa, se escuchó un disparo, fue cuando los vecinos salieron y llamaron a la policía. —dijo temblando del miedo y llorando de la angustia — mi hijo sigue allá dentro, niña Marine. Dígale a sus hombres que no me maten a mi muchacho, él solo quería ayudar. Por favor, puede que esté herido…

—Tranquila Zara, yo les diré.

Corrió hacia los policías.

Quiero que entren y localicen al oficial Michael y le disparan al intruso, pero no la maten porque quiero su confesión. No pudo salir de la casa sin que alguien la viera. —ordenó Daniel.

 

—¡esperen! Dentro de mi casa se encuentra un joven de 27 años, está armado, su nombre es Angel Scott, entró para ayudar al oficial —les informo Marine — no le disparen.

 

Los oficiales asintiendo entraron a la casa.marine le pidió un arma a otro oficial, que era regordete. Apuntando por si alguien salía de la casa corriendo.

—No entre, espera afuera.

—es mi casa, además si algo le pasa a Ángel y al oficial será mi culpa.

¯Bien —aceptó de mala gana

 

Las luces de su casa estaban apagadas, sintió un escalofrío desde que entró, nunca había sentido miedo de su propia casa, siempre la considero como un templo donde podía encontrar la paz y tranquilidad, y sin embargo, con cada paso que daba sentía como si todo su mundo se viniera abajo, como si estuviera entrando a la casa de un desconocido. A pesar del calor que hacía y los rayos del sol  que lograban entrar por la ventana sentía todo helado.

Su corazón latía tan rápido que era en lo único que se podía concentrar, podía escuchar su frenético corazón, golpeándola fuertemente. Subió al primer piso, caminó sigilosamente por el corredor de las habitaciones, escuchó un ruido dentro de su habitación. pateó la puerta levemente, con la mano un poco temblorosa.

—¡Angel! ¡Ayuda hombre herido!

Ángel está a en el suelo estaba sangrando, su camisa azul estaba empapada de sangre por la herida que adornaba su hombro. Marine se arrodilló e hizo presión en la herida mientras llegó un oficial pidiendo una ambulancia.

 

—Está bien Ángel, estarás bien. ¿Donde esta el oficial?

—En… En, en el armario

—y ella?

—Se fue, como todo una dama cuando se aburre de estar en una fiesta y se va sin mirar atrás. Se marchó cuando se jodio al oficial y me disparo. Se veía molesta por no terminar su trabajo.

—La ambulancia llegara pronto. Tu madre está muy preocupada.

—Mi madre se preocupa de más, no soy un niño. Ya no más, ahora tengo una herida de guerra. —se rió débilmente —.

—No eres un niño Ángel, eres un héroe. Sólo que por tu bien y el de tu familia evita las heridas de guerra.

— se me escapó la villana del cuento — hablaba cada vez más despacio—.

—La encontraré.

—Solo ten cuidado, ella está loca y es muy fuerte. Por cierto ella dijo que te tenía un regalo, dijo que te obsequiaba su más reciente obra de arte ¿tú lo entiendes?




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