Nuevamente era de mañana.
Los arduos cálidos rayos del sol lograban despertarme. Y lamentablemente esos eran los únicos que habían logrado despertarme, pues ni mi alarma me despertó. Iba a llegar tarde a mi taller.
Me vestí lo más rápido posible y me fui con mis cosas.
Para mi suerte el transporte llegó rápido y no llegué tan tarde al taller.
Por lástima, era el último sábado que tendría taller de dibujo.
Era uno de mis lugares favoritos, donde simplemente podía ser yo, sin prejuicios ni temores.
Llegué y saludé a mi maestra, María es su nombre, un tanto simple y especial, una de las mejores maestras que pude conocer.
—Buenos días Emily— Me sonrió con sus orbes cansados mientras se acomodaba su largo cabello marrón en una coleta.
—¿Adriana no ha llegado?— Pregunté mientras dejaba caer mi mochila en un pupitre que estaba cerca.
—No, tal vez llegue después, mientras comienza a dibujar donde gustes.
Su voz era igual de cálida que ella. Le tenía mucho aprecio a ella. Era casi como mi madre, pero solo cuando está de buenas.
Sin pensarlo más me senté en aquel pupitre desgastado para comenzar a dibujar. Tenía hambre así que solo se me ocurrió dibujar unas manzanas.
Serían rojas.
Terminé de dibujar y Adriana nunca llegó.
No me preocupaba el hecho de que no llegara, después de todo más tarde le mandaría un mensaje.
Cerré mi libreta y guarde mis cosas lo más rápido posible y me fuí. Tenía prisa, no me había dado cuenta del tiempo y justo ese día iba a llegar tarde.
Al llegar al centro corrí y corrí pero todos mis intentos fueron en vano.
—Buenos...días...o...tardes— Di largos suspiros. No solía hacer ejercicio.
—Hola. Al parecer tienes de costumbre llegar tarde eh— Me sonrió el maestro.
—Perdón, tuve taller y es por eso que hasta apenas llegué...¡Pero es el último sábado!— Dije como sin controlarme. Pareciendo una total idiota.
—Jaja tranquila no es como si te fuera a regañar.
En verdad parecía una tonta. No contesté nada y comenzamos la clase.
Pocos minutos después llegaron dos chicas, una era un poco más alta que yo, de tez blanca pero no más que la otra chica, cabello largo liso de color café chocolate, era de complexión delgada, ojos medianos color café y unos labios carnosos, era guapa; la otra chica era llenita, de cabello corto color negro azabache, con tez demasiado blanca, ojos color café. Ambas eran guapas y al parecer venían del mismo color de ropa, blusa negra y pantalón blanco, lograron bajarme el autoestima rápidamente.
—Oh hola chicas, tomen asiento— Indico el maestro.
Ellas obedecieron y comenzó la clase.
Fue un tanto divertida, la más delgada era muy platicona y graciosa. Su nombre; Fernanda. Y la otra Miriam.
No quería sentirme superior pero, estaba más afinada yo, al menos si mis oídos no me fallaban.
El maestro era amigable con ellas.
Ja, y yo que me sentía especial.
Tocaba hora de descanso, ambas salieron. Y yo me quede sola en el salón con el maestro cuyo nombre no sabía.
—¿No vas a salir Emily?— Preguntó mientras tomaba una guitarra, la cual comenzó a afinar.
—Em no, yo paso.
No traté de abrir conversación. No era buena para eso y realmente no quería intentarlo otra vez.
Además ¿con quién saldría? No soy buena socializando.
Saqué mi celular un momento, como no tenía datos ni internet me dispuse a ordenar mi galería.
—¿Esto se escucha bien?— Habló de repente. Instintivamente lo miré pero no hablé, qué tal y no me hablaba a mi. —Si, te hablo a tí— Sonrió.
—Ah, perdón, creía que no.
—Escucha— Comenzó a tocar. No sé porque razón me recordaba a un vals. Me gustó mucho el sonido que emitía.
—Se escucha realmente bien— Sonreí.
—¿Te recuerda o imaginas algo?
—No sé, como a un vals.
—¡Genial Emily! ¡Eres la primera en adivinar! Esta melodía la estoy componiendo y la voy a llamar "El vals del amor"— Levantó sus manos casi como formando un arcoiris imaginario. Tipo Bob esponja.
No pude evitar reír un poco. Parecía un niño pequeño.
—Y ¿cómo es que se le ocurrió la idea?
—No lo sé, solo se me ocurrió esa melodía y como ya se las notas fue un tanto fácil je je— Tenía una risa un tanto tierna y extraña. —Bueno si me permites, en lo que llegan las demás voy a tocar la melodía completa, espero no te moleste.
—No para nada— Negué con mi cabeza rápidamente.
En cuanto dije aquello comenzó a pasar un dedo por todas las cuerdas de la guitarra, seguido por los demás dedos. Daba la entrada a la canción.
Al tocar daba la impresión de ser otra persona y causaba una tranquilidad en mi ser. Y a pesar de que se viera un poco incómoda su posición a el parecía no importarle.
El sonido de la canción iba mejorando cada vez, y efectivamente era como un vals, en el que uno fácilmente se podía imaginar a lado de una pareja que goza de cada melodía danzando a la luz de la luna.
Parecía como si el transmitiera magia con cada uno de sus dedos. Llenando el salón entero de luz y alegría. Recogiendo todos los restos de amargura y dolor.
Inconscientemente sonreía al verlo tocar. No quería que dejará de tocar.
Pero mis deseos fueron interrumpidos.