Caos

XI. ¿Realmente me conoces?

Todo ese día estuve con mi hermana, ella contándome todo lo que hizo en casa de los abuelos y yo hablándole de la universidad. 

Me ahorré muchos detalles, como el de mi intento de suicidio o el acoso masivo que estaba recibiendo, ella no tenía por qué estar sabiendo eso, ni estar preocupándose por mí. Ella no merecía esa vida, la vida que estaba enlazada a vivir conmigo. Porque mientras yo viviera bajo el mismo techo que ella, Cloe sufriría por mí y no lo permitiría. 

Mis padres llegaron a la noche, con una enorme sonrisa, la recibieron, nunca estuve celosa de toda la atención que mi hermana recibió a lo largo de su corta vida, más bien me sentía… aliviada, Aliviada de saber que Cloe podría tener un futuro mucho mejor que el mío, aliviada de saber que ella no sería igual a mí. 

Esa noche Cloe durmió conmigo, a pesar de todas las veces que mis padres le dijeron que no, al final ella los convenció, ella siempre lograba hacer lo que ella quería y eso era admirable, aun sabiendo que solo tenía once años. 

Dormí mejor que todos los días de mis diecinueve años de vida, eso solo lo podía lograr Cloe, mi hermana, mejor amiga y persona más importante para mí, en todo el mundo. 

La semana se pasó tan tranquila para mí, que hasta me pareció rara tanta calma. Claro, que si se sospechaba de algo, es porque una corazonada hay. 

Obvio que las risas y notas seguían, esas personas eran como niños que constantemente estaban buscando atención, pero qué mala suerte por ellos, porque nunca me había gustado prestarle atención a la gente y con ellos no era diferente. 

Lo soporté por mucho tiempo, pero ¿Qué iba a hacer? Decirle a alguien ¿A quién? No tenía a nadie, literalmente todos estaban en mi contra. 

Un día estaba en casa, haciendo un trabajo de la universidad, no había nadie en casa, como siempre. Cloe estaba en casa de una miga y mis padres trabajando, como siempre. Estaría un buen rato ahí, sola. 

O eso pensaba, estando unos minutos ahí sentada escuché que la puerta se abría, no le presté atención, tal vez era papá, que se le habían olvidado algunos papeles, yo seguí en lo mío. 

Pero no podía estar más equivocada, la persona que en ese momento se encontraba entrando a la sala y frenaba frente a mí, era mamá. Adara Ali, proveniente de familia árabe, pero ella nació aquí en España. 

— Hola, Aisha — dijo con una sonrisa forzada. 

— Hola — dije, simplemente. 

Ella soltó un suspiro algo cansado y se sentó en el sillón que estaba desocupado frente a mí. 

Me quedó viendo tan fijamente, que incluso me llegué a sentir incómoda ¿Es que acaso estaba detallándome?

— ¿Qué? — le pregunté. 

Eso pareció despertarla, porque pestañeo un poco desconcertada y se acomodó un poco más en el sillón, el incómodo silencio se podía cortar con una tijera.

Con un incómodo carraspeo, inició la conversación.

— Quisiera hablar contigo — dijo como comienzo a tan incómoda conversación. 

Enarqué la ceja y me separé un poco de mi trabajo. 

— Te escucho — dije. 

Eso pareció darle un poco más de libertad, porque su cuerpo, que antes estaba tenso, se relajará, sus pulmones que estaba sosteniendo un montón de aire, lo soltó solo con una exhalación y sus manos que estaban hechas puños, pudieron ser liberadas. 

— Desde hace un tiempo quería hablar contigo sobre esto, pero no sabía cómo tomar el tema. 

— Habla ya — dije con un poco de impaciencia. 

— Sé que tu padre y yo no te ofrecimos la suficiente atención, y que ciertamente lo que está sucediendo es por nuestra culpa, pero también tuya. — me señala cuál criminal. 

— ¿Disculpa? — todo lo que ella me decía me parecía cada vez más estúpido. Palabra, tras palabra. 

— Recuerdo que una vez me dijiste que uno de los socios de tu papá te había violado — mi cuerpo se tensó ante ese recuerdo — ni tu padre ni yo, te quisimos creer, pero el mismo socio lo confirmó hace unos días, pero también me dijo que era tu culpa, tú te le ofreciste, diciéndole que estabas muy enamorada de él, a pesar de ser esa la primera vez que lo viste. 

Me quedé pasmada ¿En serio mi propia madre me estaba echando la culpa de lo que había sucedido?

— Mamá — dije con calma fingida — ¿Estás escuchando las tonterías que dices?

— No me hables así — se levantó del sofá molesta — te juro que estoy tratando de entenderte, no das tu brazo a torcer, lo único que aves todo el día es estar en tu cama, sin intentar siquiera entablar una conversación son nosotros que somos tus padres, ya el director de tu facultad, me contó lo bajas que son tus notas y no sabes lo decepcionada que me tienes. — tomó aire y se volvió a sentar.

Sus manos temblaban al igual que las mías, se notaba que las dos estábamos nerviosas. 

— Siempre has sido un problema, incluso desde antes de nacer, no sé que te llevó a querer morir, pero tu muerte solo me traería desgracias, tus notas son bajas, tienes pensamientos suicidas y para colmo quieres corromper a Cloe — esa fue la gota que derramó el vaso. 

— ¿Solo eso sabes de mí? — pregunté con la voz rota, por las lágrimas traicioneras — yo nunca orillaría a Cloe a mi mundo, jamás.

— Créeme, Aisha te conozco, sé todo sobre ti — dijo masajeando sus sienes.

— ¿Realmente me conoces? — la molestia ya se notaba en mi voz — mamá, tú no me conoces ni la sombra, nunca has querido conocerme, no vengas ahora con esas cosas de que me conoces muy bien, porque no es cierto. Te enteraste de mis cortes, que llevaban en mi piel desde hace años, solo por una llamada de mi facultad, te enteraste de mis notas solo por una llamada de mi facultad, no sabes que voy a terapia por culpa de ustedes y por el desgraciado que se atrevió a tocarme — me levante del sillón — ninguno de ustedes dos se preocupó nunca por mí, solo quieres hablar conmigo ahora, porque tu maldita conciencia no te deja en paz. 



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En el texto hay: caos, drama, caos familiar

Editado: 18.12.2023

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