Y creo que fue un poco obvio que me quede, después de todo, estaba ahí para estar bien, ¿no?
Nunca creí que el perder algo significaría tanto para mí, mis ojeras habían aumentado, me di cuenta de que también había perdido mucho de mi peso.
El simple hecho de estar viva me mataba lentamente, el darme cuenta de que mis ojos se habían abierto una vez más para un nuevo di, simplemente me enfermaba.
¿Y que deba hacer? Fingir, pretender que estaba bien, que nada de lo que sucedía a mi alrededor me afectaba, que no me dolía la muerte de alguien que se había vuelto cercano, que no tenía miedo de que todas las personas que estaban a mi lado me abandonaban o me dejaban sola. Que no tenía mucho miedo de que mi hermana en ese tiempo que estuvo sin mí, se hubiera dado cuenta de que en realidad no valía le pena estar con alguien como yo.
Odiaba mi entorno, el que todos me vieran con lástima, aunque irónicamente en ese lugar todos estábamos en la misma situación, odiaba que en estos días la vigilancia había aumentado, quería estar bien, lo juro. Por mi hermana hubiese hecho lo que fuera, pero al parecer el esfuerzo que hacía no era suficiente, y me di cuenta de ello gracias a Alessandro.
-- El día que te conocí no fue muy bonito que digamos -- soltó un suspiro a mi lado.
Alessandro, aquel chico que me salvo la vida aun sin pedírselo, aquel chico que hizo un acto de caridad sin pedir nada a cambio, el hermano de una persona que en muy poco tiempo se volvió importante para mí y que ahora es un gran apoyo. Había estado visitándome todas las semanas y por alguna razón yo lo dejaba entrar. Supongo que confiaba en que no me iba a juzgar, como seguramente lo hubiesen hecho mis padres si les hubiera permitido la entrada.
-- El día que me conociste -- reí sin gracia marcada -- es día todo había terminado para mí, estaba dispuesta a ya no existir, ¿sabes por qué? -- lo voltee a ver. Tan solo negó.
Una vez más estábamos en el patio, parecía ser que este lugar era nuestro lugar para reunirnos. Yo estaba con mi espalda recta y había cerrado mis ojos para inhalar como me había enseñado mi psicólogo unas sesiones antes, también tenía mis piernas cruzadas en posición de loto.
-- Muy temprano ese día, había discutido con mis padres, ellos no aceptaban mi carrera y yo estaba dispuesta a dejar algo que medianamente disfrutaba, estaba acostumbrada a que siempre me echaran en cara lo malditamente inservible que soy, así que no le tome mucha importancia -- mis ojos nunca se abrieron, estaba concentrada en el recuerdo de aquel día, sentía como el aire movía mi cabello y sonreí al pensar como este me daba apoyo. -- pero luego empezaron a decir lo mala influencia que soy para mi hermana, como desearon nunca tenerme, que tan solo fui un error del que todos los malditos días se arrepentían. Lo que detono la conversación e hizo que todo me diera vueltas, fue cuando mi padre dijo "ojalá y te mueras rápido" --solté un sollozo en seco -- ese fue mi punto de quiebre, la mención de mi muerte. Esa misma noche pensé, ¿Por qué por primera vez en mi vida no le doy la razón? -- me encogí de hombros.
Cuando abrí los ojos no lo vi venir, pero ahí estaba, Alessandro abrazándome, otra vez, siendo esta la segunda vez que lo hace desde aquel día en el puente.
-- Eres una gran chica, Aisha. Nadie merece pasar por lo que tú, quisiera ayudarte, pero también quiero que te ayudes tú misma -- se separó de mí con un sollozo viendo directamente a mis ojos -- por favor, ve a tus citas con tu psicólogo, toma tus medicamentos, piensa en ti más que todo, piensa en el porqué no saltaste aquel día, recuerdo que aquel día pediste ayuda. En serio te quiero ayudar, pero no puedo hacerlo si no me dejas.
Yo solo veía a Alessandro, ¿era posible que alguien que solo me conocía desde hace unas semanas, me hiciera entrar en paz más que mi propia familia?
Tenía tantos pensamientos, tanto que decir, tanto que desear, tanto que agradecer, pero solo le di una pequeña sonrisa, una que él supo interpretar muy bien, porque me dio otra más pequeña y me volvió a abrazar.
-- Estaremos bien.