Ya son 25 horas las que Evan llevaba sin salir de su infierno, sin comida, sin conexión, sin electricidad. Completamente desconectado, irrastreable en el mundo entero y con un cuerpo que pide a gritos un pequeño aliciente.
El comer ya podía considerarlo un nuevo placer, imagenes de platos se proyectaban en la mente mientras soñaba, siendo poco meticuloso en gustos.
Con rezar y pedir a dios le bastó para ser compensado por un mal indebido tras 70 escalones subidos.
Ese tesoro, estava envuelto en papel de plata. Era una hamburguesa en posible mal estado dedicada a un bien mayor, el de saciar el cuerpo humano.
El satisfecho, decidió racionar el unico alimento encontrado. Esa mitad que alguien dejó debía fraccionarla.
- Solo un pequeño mordisco.
Se convence a si mismo evitando la avaricia, arqueando y articulando el brazo en dirección a la boca ya abierta con anterioridad esperando ansiosa la llegada del sabor de la salada y jugosa carne, del tierno pan de semilla, del fundido queso, de la fresca lechuga, el rojo tomate. Elementos cortados lo más minimamente con los dientes superiores e inferiores.
Al morderlo, cierra la boca, masticando lentamente, degustando todas y cada una de las cosas ya listadas anteriormente con los ojos cerrados, experimentando los colores e identificando cada factor.
En ese largo proceso de alimentación se observa como la pupila se dilata, la cara toma color y el suelo ya no da vueltas para él.
El cuerpo le pedía otro bocado más y el dilema de la promesa hecha consigue anteponer sus actuales intereses a la vez que reponerse e intentar que le oigan.
Recapitulando, despues las primeras 9 horas, el aún cuerdo Evan, recorrió varias puertas y pasillos, rebuscando entre lo cajones algun plano donde pudieran figurar más oportunidades de escaparse.
La primera, era accediendo al garaje a través de las salas de los servidores. Con la palanca encontrada en una sala de mantenimiento, la misma que ha sido utilizada para forzar la entrada sin éxito alguno, se reintenta la estrategia para una puerta antiincendios robusta. Usando la lógica o simples matemáticas, esa segunda vez fue otra derrota.
La segunda, una aventura de vértigo, salir a la azotea.
Ambos detalles quedaron olvidados. Lo que tiene la vida entre barrotes, hacen que mi mente este más oxidada aunque no es momento para hablar de mí.
Reubicandonos, el resto ya sabeis como continua, hasta llegados a ese disfrute culinario para el menos mundanal.
El camino allanado, con los focos abiertos y gente euforica por su llegada estelar como si en el mismisimo estadio de wembley estuviera.
Así resonaba en su imaginación mientras en la realidad mantenia una mirada desafiante a la salvación, donde tras minutos de extremo silencio empieza a andar con decisión y cara de tipo duro.
Al tocar el mecanismo para la apertura, al girarlo, solo debía tirar hacia a él.
Algo no le permitía avanzar en su fuga, la gloria bendita arrebatada por un obstáculo, una salida atrancada.
Si hay algo que un informático sabe es que a veces la fuerza bruta es la solución a las cosas.
- Se dice que a la tercera va la vencida, pongamoslo a prueba.
Dice, cojiendo su anteriormente citada, compañera de forcejeo para a modo de ensayo y error hallar el metodo de observar tras ese portal al cielo.
Una mínima raya de sol empieza a asomar, imponiendo sobre la herramienta el peso de sus brazos, que lentamente doblan los laterales del metal que le separan de ver el mundo.
Manteniendo la pose de ataque, realiza empujones paulatinamente a los que el arqueado material responde modificando su estado.
Fuerza máxima haciendose notar en las venas, sudores a base de esfuerzos, onomatopeyas interpretables en otros sentidos.
Y al fin, trompetas, violines y percusion se hacen notar en la escena más amada del cine, esa secuencia de dureza y superación en la secuencia de entrenamiento. Una historia similar a la de este superviviente tras conseguir avanzar en su plan donde ante los 30 metros de altura aproximadamente, nace el hombre entre las cenizas de su tortura a poco de estar tocando las nubes.
Asomandose al vertiginoso borde de donde ya es libre pudiendo sientir el aire recorriendo y la ardiente calor de ese fugaz verano, tener completas vistas y oir las repetidas bocinas de los automóviles, se hace notar.
- Eh! Estoy aqui!
Suelta el aireado, subiendo la voz, transmitiendo el mensaje igual que ya hizo, intentando llamar la atención.
En ese entonces se escucha el eco de un disparo no tan lejano que provocó la dispersión de las aves ya asustadas y alertó a los inmovilizados en la calzada. Minutos despues los conductores empiezan a evacuar junto con el resto de los tripulantes a bordo de los medios de transporte poco a poco.
Corrían dispersados, locos, temiendo e intentando no acercarse a otros.
- Eh! Ayudadme, estoy atrapado! Que esta pasando?
Reincide preocupado cuando al parecer alguien toma contacto des de la lejania con su mirada del cual el desconectado se percata.
- Eh! Ayudame porfavor, llama a alguien!
A cada paso, los huyentes, levantavan la fina arena, algunos caían sobre ella, otros se empujaban y con todo ese desorden la persona en tierra firme supo oir al enjaulado al que por instinto tuvo que ignorar asumiendo la destrucción.
- No te vayas!
Le pide al ser traidor en momentos ya tardíos cuando se mezcla y desvanece en esa cortina de dudas, en el desorden.
El contraste entre ambos lados era caótico, el guerrero decaído en alma y encarado ante su infierno frente a los ganadores temiendole al cielo.
La víctima del avance tecnológico, se colgó la medalla de la soledad una vez más en ese último plan.
El combatiente de esa extraña guerra, se desangra sentimentalmente, sentado al lado de su mayor logro, apoyado en la pared, desgastandose con la luz solar que daba directamente a él en aquella tarde que ya empezaba a extinguirse con el ocaso.