Epílogo

Nunca pensé que las cosas podían cambiar tanto en tan poco tiempo...

Antes solía dar todo por sentado, solía creer que las cosas debían ser blanco o negro, que no habían grises, que no existían las coincidencias ni las casualidades, ni el destino...

Que equivocada estaba.

Sabía perfectamente que recordaría estos días con añoranza. Recordaría cada detalle, cada olor, cada color y cada pequeño momento vivido en Montreal. 

Descubrí muchas cosas, descubrí que los milagros navideños realmente ocurren, que el amor puede aparecer en las personas más inesperadas, y por sobre todo, aprendí a disfrutar del momento sin preocuparme por el mañana. 

Los últimos dos días antes de nuestra vuelta a Nueva York los pasé pegada a Antonhy, aprovechábamos cada momento solos para disfrutar de la presencia del otro, compartíamos miradas, besos secretos, caricias y abrazos. 

Nos conocimos en profundidad, mucho más de lo que nos habíamos conocido estos años, y cada uno se llevó un recuerdo del otro. Yo le regalé una pulsera con mi inicial, y él me regaló el anillo con el cuarzo rosa. 

La despedida fue trágica, las lágrimas caían por mis ojos y no pudimos besarnos por última vez porque nuestra familia estaba ahí con nosotros. Lo bueno es que Nini siempre nos dejaba nuestro espacio y él se metía a hurtadillas en mi habitación, así que digamos que el último beso nos lo habíamos dado la noche anterior. 

Cuando nos dijimos adiós por última vez, noté como una lágrima recorría su mejilla, él se limitó a limpiarse la cara y sonreírme. Sabía que yo me sentía muy triste por la situación y siempre intentaba hacer lo posible para animarme y que no pensara en el tema. Pero al parecer en ese momento los sentimientos lo desbordaron.

El trayecto rumbo al aeropuerto lo pasé mirando por la ventana, escuchando Taylor Swift e intentando no llorar demasiado. En el momento en el que me quité los auriculares noté que mi padre hablaba con mi abuelo. 

— ¿Y cuándo comenzarán? 

— Probablemente en dos semanas —respondió mi padre con una sonrisa de oreja a oreja.

— Estoy muy emocionado por ustedes, chicos —dijo mi abuelo, mirándonos a todos y sonriendo. Yo no entendía nada.

— ¿Emocionado por qué, abuelo? —pregunté.

— Por el proyecto de Tom y tu padre, cariño —contestó él con dulzura.

— ¿Qué proyecto?

— Lo contamos ayer antes de la película, Jules —dijo mi madre, frunciendo el ceño— Hablando de eso... Es cierto que no estabas cuando vimos la película... ¿Qué estabas haciendo? 

Me quedé en silencio, cierto, la película...

Antonhy y yo habíamos aprovechado ese momento para escabullirnos al techo.

— Estaba conmigo —dijo Jasper hablando por primera vez en todo el trayecto, sin levantar la vista de su juego—. Jugábamos videojuegos con Antonhy. 

Miré a mi hermano sorprendida, ¿acaso había mentido por mí? 

Este sí que era un verdadero milagro navideño.

— Oh, entiendo... —respondió mi madre dubitativa, probablemente tendría que hablar con ella más adelante. 

— Ayer anunciamos un proyecto que venimos charlando con Tom hace un tiempo —dijo mi padre mientras conducía— Nuestro sueño de pequeños siempre fue tener nuestro negocio juntos, queríamos tener nuestra propia empresa de construcción. O al menos ese fue nuestro objetivo cuando comenzamos a trabajar en una empresa así de jóvenes. Y finalmente podremos concretar ese sueño, en unas semanas comenzaremos con el proyecto...

— ¡Eso es genial, papá! —exclamé sonriendo, era una gran oportunidad para él y me ponía muy feliz. 

— Es excelente no sólo porque voy a poder trabajar de algo que me gusta, si no porque además voy a poder tener a mis amigos cerca.

Me congelé.

— ¿C-cómo cerca? 

— Sí, cariño —dijo mi mamá sonriéndome— Tom y su familia se mudaran a Nueva York para comenzar este proyecto con tu padre.

— ¡Sorpresa! —exclamó mi abuelo. 

En ese momento, y casi como si fuera una gran casualidad o coincidencia, un mensaje de Antonhy me llegó.

"Nos veremos pronto, niñita ;)"