♡Cielo♡
Su mirada choca con la mía y corro como una chiquilla de cinco años a sus brazos.
— Hola mi princesa, ¡parece un sueño que estés aquí por fin! –me abraza dándome un beso en la cabeza, y yo lo abrazo también refugiándome en su pecho, cierro los ojos y me siento en casa, protegida– éstas hermosa, ¿has crecido más y te has vuelto fuerte?
— Abuelo, si solo ha pasado un mes desde que nos vimos, tú y la abuela desde que nació Carolina van más seguido, y eso es algo que deben hacer siempre que puedan, porque adoro tenerlos en casa, además, siempre que me ves me dices lo mismo...–digo sin soltarlo.
— Lo sé pequeña pero, siempre que te veo y me abrazas me hago la misma pregunta, y ahora entremos, que tu abuela debe estar desesperada por verte, y siento no haberte dicho que yo te acompañaba también en el Jet, pero es que...–nos soltamos, y lo miro a los ojos.
— Sé muy bien porqué lo hiciste abuelo, eres muy sobreprotector y por eso me cuidas desde que salí de casa de mis padres, ¿no sé cómo no me di cuenta de tu presencia antes?
— Eso fue por un encantamiento de invisibilidad, que solo los vampiros milenarios podemos usar, ¿no creerías que te iba a dejar sola o si?
— Ya puedo defenderme abuelo, no te preocupes por mí. – despego la mirada de él, y miro a mi alrededor, todos nos miraran sorprendidos, como extrañados, pero cuando se encuentran con mi mirada escrutadora y seria, ellos bajan la mirada al suelo, eso es señal de sumisión, y es porque soy su princesa– Creo que están sorprendidos pero, ¿no sé porqué?–me pregunto, aunque al parecer lo dije en voz alta.
— Es que no están acostumbrados a ver a tu abuelo así, y como nunca viene nadie de la familia.– escucho aquella voz dulce y tranquilozadora que tanto amo, aunque noto que lo dice con tristeza– Además, algunos te ven por primera vez mi pequeña– me giro hacia esa hermosa voz y su mirada choca con la mía, su sonrisa comienza a asomarse hasta hacerse muchísimo más grande, y dice feliz– ¡Mi princesa por fin estas en casa! –viene hacia mí, y yo me aparto de mi abuelo que me tiene abrazada todavía, y es entonces que siento sus brazos envolverme cálidamente. Ella es así cuando va a casa, cariñosa y dulce, aunque su fuerza al abrazarme no es como el de la típica abuelita, no, es fuerte, muy fuerte. Me besa ambas mejillas, a la vez que se separa un poco para comenzar a analizarme y revisarme exhaustivamente, para ver si tengo algún golpe o rasguño en el cuerpo, y cuando se detiene, me mira con amor y con lágrimas en los ojos–¡No puedo creerlo! ¡Estás aquí!
— Abuela no llores –la abrazo– te extrañe, los extrañe..–mi abuelo se acerca y nos abraza a ambas– saben, me pasare un mes aquí con ustedes...voy a aburrirlos.
— Ésta es tu casa cariño, y puedes quedarte todo lo que quieras, por mí te tendría aquí para siempre mi bebé...
— ¡Abuela! ya tengo 22 años, no soy un bebé...
— Siempre lo serás para mí, al igual que tu hermanita.
— Y para mí también.–esta de acuerdo mi abuelo.
— Esta bien.–les respondo, ya que no saco nada con decirles algo más, para ellos siempre seré su bebé.
Entonces entramos al enorme Castillo el cuál se convertirá en mi hogar por un mes.
Una vez adentro mi abuelo se disculpa, dejándonos a mi abuela y a mí solas, ella me toma del brazo guiándome a la que será mi habitación, me fijo en la decoración, es muy moderna pero lo que más me llama la atención es una hermosa pintura trazada en diferentes direcciones, muy desiguales, no sé porqué pero a mi parecer es hermosa.
— Llegamos –dice mi abuela, estábamos frente a unas enormes puertas blancas, que al ser empujadas por mi abue se abrieron de par en par. La habitación frente a mí me dejo literalmente con la boca abierta, quedé impresionada; la habitación era un sueño de toda princesa, delicada, rosa... pero, yo no era muy delicada que digamos, y mi color favorito es el azul, el negro y el morado, también el blanco pero, ¿el rosado? Definitivamente no, pero esta habitación a pesar de estar pintada de ese color era maravillosa, y muy muy grande, no sabía si estaba en la suite presidencial de un hotel de lujo o qué.
— Es hermosa abuela pero...
— El rosado no es tu color favorito, ¿no es cierto?–completa lo que yo iba a decir– esta bien, lo cambiaremos, la verdad tampoco me gusta el rosado, tu madre amaba este color, por lo que nunca nos atrevimos con tu abuelo a cambiar algo de su cuarto.
— ¿Éste era el cuarto de mamá?
— Sí, y ahora es tuyo...
— Dime abuela, ¿porqué no tuvieron mas hijos? –pregunto y me arrepiento al instante, ya que en sus ojos aparece la sombra de la tristeza.
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Editado: 20.03.2023