Capricho (arte y Destino)

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 - ¡Wow! – observaba con los ojos bien abiertos – ¡Arg! – hacia su mano en forma de garras.

Por fin algo bueno en su trabajo. Observar a modelos semidesnudos era casi como estar en el paraíso, ni si quiera se acordaba que le dolía la rodilla por estar tanto tiempo parada. Claro que también le incomodaba ver a mujeres modelos, trataba de no mirarlas.

 - Disfrútenlo – empezó a repartir los cafés y aperitivos. Y a la vez aprovechaba para sacar unas cuantas fotos.

 - ¡Señoritas! – oyó decir a su detrás.

De nuevo sus ojos se abrieron de par en par, esta vez por el miedo. Rápidamente empujo a uno de los modelos y se ocultó entre el vestuario. Todas lo saludaron, él se acercó para hablar con una de ellas, le mostraba un documento y le explicaba lo que tenía que hacer.

 - Ese maldito – chitó su lengua – ¡ash!, todo era tan hermoso hasta que llego él.

Pudo advertir que su membrete lo identificaba como Esteban.

 - ¡¿Qué?! ¿Me dio su verdadero nombre?, no, no lo creo – pensó - ¡Oye! – codeó a su compañera de al lado - ¿Quién es él? – lo señaló con la cabeza

Ella miró a la dirección que le indicaba Isabelle, luego volvió a mirarla.

 - Es Esteban Brown, del departamento 3.

Estaba al tanto de todos los nombres que les había dado a sus anteriores novias, por eso no estaba seguro que ese fuera el verdadero.

 - ¡Está mintiendo, está mintiendo! – se repitió asi misma agarrándose la cabeza, no quería ni pensar en las razones del porque le dijo solo a ella su nombre, si es que lo era realmente. Volteo hacia un lado en busca de su compañera, no quería tener una crisis existencial, frente a ella. Para su suerte ya no estaba – Y si vio algo diferente en mí – volteó a ambos lados - ¡No!, ¡Está mintiendo! Isabelle no te ilusiones – batallaba consigo misma, tratando de matar cualquier sentimiento de esperanza.

Ya en su escritorio agarró un montón de papeles y comenzó a revisarla, tenía que pensar en otra cosa.

 - ¡Es el destino! – pensó – ¡No!, no lo es.

Dejó caer el montón de papeles que había terminado de corregir, el ruido molestó a sus compañeros, los cuales reclamaban haber perdido la concentración.

 - Ya… perdón, lo lamento – se disculpó levantando las manos, como diciendo que no había hecho nada malo. Respiró tratando de calmarse.

El hecho de que a cada paso se acercara la hora del almuerzo, también le inquietaba. Ya no estaba segura de querer trabajar en Olie, todo se había arruinado cuando vio a esa mujer.

 - Todo es culpa de ella, ¡La chica perfecta! – remedo su voz

.-.-.-

Suspiró triste cuando llegó a Olie, la observó por un instante antes de ingresar y trató de imaginarse trabajando en ella. Le resultó imposible. Como también le resultaba imposible en Inno, pero ¡Sorpresa! Trabajaba ahí.

 - Es cuestión de autoestima – pensó - ¿Desde cuándo me importo tanto la aceptación de los demás? – se preguntó – La verdad no lo sé – trataba de recordar – ya que – elevó los hombros.

Ingresó decidida, quería trabajar y tener una vida tranquila como Wara. Quería recuperar su dinero y asistir a la academia de baile, esta vez lograría llenar ese espacio en blanco que desató un desastre en casa.

 - Bienvenida – le recibió Wara

 - Ho… - levantó su mano

 - ¡Wara! ¡La tarta se quema! – escuchó una segunda voz en la cocina

 - …la

 - Espera un momento, por favor – Wara ingresó a la cocina

 - Se que te dije que no cierres la cafetería, pero cuando estés sola es mejor que lo hagas, no vaya a suceder un accidente por estar atendiendo cuando hornees – dijo saliendo de la cocina la Sra. Gosick

 - ¡¿Ah?! – se señalaron ambas cuando se vieron.

 - ¿Ustedes se conocen? – preguntó Wara desconcertada, mirándolas a ambas

.-.-.-

Café, galletas y pastel, parecía la hora del té en Alicia en el país de la Maravillas, Isabelle no entendía porque pensaba en eso, pero era divertido.

 - ¿Eres la dueña de este lugar? – preguntó ella

 - Si. ¡No es increíble! – respondió la Sra. Gosick - ¿Por qué llevas ese barbijo?, casi no te reconocí.

 - Estoy resfriada.

 - Ah, conozco un remedio que te quitara ese resfriado en un dos por tres – se dirigió a la cocina, dejándolas solas.

Wara la observaba inquisitiva. La conversación entre la Sra. Gosick e Isabelle le pareció bastante fluida, como si se conocieran desde años. Isabelle por su parte no sabía que decir, era la primera vez que hablaban sin tener una compra de por medio, además el silencio de Wara ya la estaba incomodando.

 - ¿Dónde conociste a la Sra. Gosick? – rompió el silencio Wara.

 - En una plaza – le dio un sorbo a su café – ella me vendió unas galletas. Y luego escapó.

 - ¡¿Qué?! – dijo Wara, volteando hacia la cocina – entonces, sigue vendiendo.




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