- ¿No quieres salir a tomar un poco de aire fresco? – dijo Isabelle nerviosa
Aún no podía creer que Wara fuera su compañera, ¡Su compañera!, gritaría “¡Es el destino!”, si estuviera en condiciones de hacerlo, ahora sentía que su corazón iba a salirse en cualquier momento.
- A...cabamos de llegar – respondió Wara – tengo algunas cosas que hacer – abriendo la puerta.
- Pero es una bonita noche – volvió a cerrarla. Wara la observaba desconcertada.
- Podemos hacerlo mañana – abriendo nuevamente – debo hacer algo, es urgente.
- Pero…
No supo que más decir, no se interpuso cuando Wara abrió la puerta. De todas formas, no resultaría, tendría que inventar una nueva escusa cuando regresen, si tan solo conociera a alguien que pudiera ayudarla mientras ellas no estén.
- Tal vez hubiera podido dejarla comiendo en algún lugar, yo podría correr para limpiar todo – colocó su dedo indicen en el mentón, pensativa.
Se escuchó un chillido ahí adentro.
- Estoy perdida – pensó Isabelle encogiendo sus hombros – ¿Adivinen quien está en problemas?, exacto, ¡yo! – entró detrás de ella.
- ¿Nos robaron? – preguntó Wara, mirando a todos lados – No parece que se hagan llevado algo de valor.
- Eh… - levantó su dedo índice, no sabía cómo decírselo
- ¡¿Quién haría tal atrocidad?!
Wara prácticamente corrió hacia sus plantas, se arrodilló frente a ellas, estas yacían tiradas en el piso, algunas macetas se encontraban rotas, trató de levantar las que pudo. Isabelle se movía dando pequeñas vueltitas nerviosa, ahora se sentía culpable.
- Como demonios iba a saber que Wara era mi compañera – pensó – de las más de 2 millones de personas que habitan esta ciudad.
- ¡Hay que llamar a la policía! – Buscando su celular y sobresaltando a Isabelle.
- ¡Wara! no es buena idea – se acercó a ella – además no nos robaron nada.
- Buenas noches – dijo cuando contestaron la llamada, arrodillada aún frente a sus plantas
- ¡Fui yo! … – bajó su cabeza avergonzada.
Hubo un silencio, ella no volteó y empezó recoger la tierra esparcida en el suelo. Isabelle se sentía más inquieta a medida que pasaba el tiempo, “¿Por qué no se quejaba o pedía alguna explicación?”
- ¡Yo lo hice! – dijo casi gritando, ya no soportaba más su silencio – porque tu recogiste mi cuarto – empezó bajar la voz – No quiero que te molestes conmigo, pero, asustas. No conocí a ninguna persona que limpiara tan excesivamente y colocara notitas por doquier.
Wara permaneció en silencio.
- Está bien que recojas la casa – continuo – pero creo que es importante que respetes mi cuarto. Yo tengo un orden en mi desorden, es raro lo sé – encogió sus hombros – yo nunca entré a tu cuarto. Además, tú nunca viniste a dormir, ni siquiera te importó conocerme, como si hablar con notas fuese lo suficiente. ¡Si no me quieres aquí, solo dilo!
¡TIC, TIC”. Sonó el reloj de Wara
- ¡AHHHHHHH! – Saltó Isabelle – ¡Qué demonios es eso!
.-.-.-
- ¡Jajajaja! ¡Wow! ¡Jajaja! – no podía dejar de reír – ¡Cof!, ¡Cof! – un ataque de tos - ¡Por qué! – ahora se quejaba queriendo llorar.
Se sentía fatal, por Wara, por las plantas, por reaccionar de forma inmadura. Esperaba que Wara la gritara, que llamara a la casera, eso sería lo normal, pero no, ella la observó en silencio y se fue.
- ¡¿Está molesta?!, es obvio que lo está – suspiró triste
Se dirigió a su habitación, tratando de no pisar sus cosas, se desvistió y fue en busca de los implementos de limpieza. Ahora solo le faltaba su cuarto, de mala gana empezó a levantar los objetos del suelo, entre ellas, unas fotografías de ella con Esteban, algunos peluches y rosas disecadas, se sentó en el suelo. Había olvidado donde las había empacado, por lo que las dio por perdidas.
- Con que aquí estaban. Hubiera preferido perderlas
Agarró una por una. Recordó con la primera como se conocieron, él miraba a la cámara, la había sacado cuando lo vio sentado en la plaza de su ciudad, supo que no era de ahí, por lo que se sentó a su lado y le saco una foto disimuladamente con su celular, para su desgracia olvido apagar el flash por lo que él se dio cuenta y le sonrió nervioso.
- Debió sentirse incomodo – sonrió con la nariz
Otra foto de cuando le invitó un helado, la Isabelle de ese entonces se veía sonriente. Cuando se hicieron novios, cuando comenzaron a vivir juntos, y muchas más fotografías que ella mando a imprimir para recordarlas siempre. Unas lágrimas recorrían sus mejillas sin poder evitarlo,
- Es imposible olvidar a esa persona con la que has compartido muchas cosas – susurró – No asi de repente – abrazó las fotos – me pregunto dónde queda todo esto, supongo que nunca existió. Probablemente él ya lo olvido – las colocó en una caja – ¡Al diablo todo!, ¡Voy a quemarlo! – volvió en sí, la rabia inundo su pecho, se limpió las lágrimas y colocó todo lo que le recordaba a Esteban en una caja