Ares
Ella estaba bien, ¿por qué eso me hace feliz? No debería, pero saber que está bien me ha quitado un gran peso de encima. Entro a mi casa sonriendo y miro mi reflejo en un espejo, el maldito de Ángelo pega bastante fuerte, pero sé que en algún momento podré devolverle cada golpe que me he dado, sabía que él actuaría así y también sabía de sobra cómo Hana iba a actuar, ¿es verdad que está enamorada de mí? No lo sé, pero hoy pienso descubrirlo y si es así, será más fácil para mí hacer de su vida un maldito infierno, quiero que desista de su idea de ser madre y claro, de ese matrimonio al cual quiere atarme. Cuando escucho la llegada de un auto abro la puerta de la casa, ahí está como sospeché bajando de su auto a pesar de que la noche ya ha caído, Hana camina hacia mí con paso lento y sé de sobra que ya tengo ganado este juego.
—Deberías ver a un médico —musita mirando con atención mi rostro
—Tú no fuiste a ver uno —una de sus manos toca con delicadeza mi mejilla
—Lamento lo que hizo Ángelo
—¿Es tu amante? —sus ojos chocan con los míos y aunque sé de sobra la respuesta quiero escucharla de su boca.
—Es cómo un hermano para mí —sonrío feliz de eso, es claro que el pobre de Ángelo no tiene ninguna posibilidad.
—Deberías alejarte un poco de él entonces
—Es mi amigo
—Pero él quiere algo más —me acerco más a ella —y me molesta verlo tan cerca de ti Hana
—¿Por qué?
—Lo dije en la fiesta —acerco mi boca a la suya —eres mía —añado antes de atrapar sus labios sin nada de delicadeza, el dulce sabor de su boca se mezcla con el mío y no quiero dejar de besarla, es mejor que cualquier droga que existe y mucho más adictiva, ahora entiendo por qué ese día no pude dejar de hacerle el amor ni un segundo, entiendo por qué no pude pensar en más nada y no nos cuidamos, eso ni siquiera pasó por mi cabeza.
—¿Ya no me odias? —rompe el beso para hacer la estúpida pregunta y evito reír, si supiera que la deseo y la odio a partes iguales no haría tal pregunta, mis manos van al borde de su blusa y con cuidado subo esta, ella se tensa por completo, pero mis ojos van ahí, al lugar en donde el café cayó.
—Lo lamento —me disculpo por eso y por lo mucho que la haré sufrir en un futuro si nos casamos, nada es más cruel que jugar con los sentimientos de otra persona, ya veremos cuanto aguanta cuando haga que se enamore más, mucho más de mí, la suba a una nube de color rosa y luego la haga bajar de la peor forma posible.
—Ares
—Quédate hoy conmigo —pido tomando sus manos, veo la duda en sus ojos —Hana he dicho muchas cosas, pero quiero que olvidemos todo eso, empecemos bien por favor, solo te pido una oportunidad más.
—¿No me harás daño? —sonrío
—Te haré feliz —vuelvo a besarla sin darle tiempo a decir nada, feliz hasta la boda.
Tomo mi teléfono al salir con lentitud de la cama en donde Hana sigue acostada, sonrío viendo su hermoso cuerpo y le hago una foto dispuesto a enviársela a Ángelo para que se dé cuenta que él nunca tendrá una oportunidad, odio que esté tan cerca, odio que sean tan amigos y odio saber que él la desea.
—Déjame adivinar —volteo rápido cuando la escucho, Hana me está mirando sentada sobre la cama —vas a enviarle esa foto a Ángelo —tenso mi mandíbula
—Hana
—No soy estúpida Ares —sonríe aunque hay tristeza en su voz —es claro que Ángelo no mentía al decir que estabas jugando —ella se pone de pie y comienza a vestirse —y de cierta forma caí en tu juego.
—¿Si no eres estúpida como dices qué haces aquí? —me mira ya estando completamente vestida
—Quería probar algo
—¿Qué querías probar?
—Que eres tan tonto como yo —Hana se acerca a mí —sí, estaba preocupada por los goles que Ángelo te había dado, pero Ares, quería saber si es verdad lo mucho que me odias —sonrío —lo haces —una de sus manos toca mi pecho —pero también me deseas y eso será un gran castigo para ti —mi sonrisa desvanece y ella camina hacia la salida, como toda una reina sale de mi habitación con su cabeza en alto y sin mirar atrás, paso las manos por mi rostro luego de lanzar el teléfono sobre la cama, al parecer, no soy el único que está jugando.
Bajo del auto y sonrío al ver la casa de Isaac, hasta ahora no había venido a ver esta y él no se equivocó al decir que estaba perfecta, los gemelos dejan de jugar al verme y los saludo con la mano antes de ir hacia Isaac que está en el jardín cuidando de las rosas de su esposa, este al verme deja lo que hacía y sonríe, siento que nuestra amistad no es la misma desde que cometí el error de hablar con Paula cosas que no debía, pero en aquel momento pensaba que era lo correcto.
—¿Ahora eres jardinero? —Isaac ríe al escucharme
—Soy un hombre felizmente casado al que le gusta regalarle rosas a su esposa —sonrío
—¿desde cuándo tú regalas rosas Isaac?
—Sinceramente, a veces lo olvido —él respira hondo —pero me he puesto el objetivo de darle rosas al menos una vez por semana así que —se encoge de hombros y ambos reímos
—No te reconozco
—Soy alguien enamorado ahora —una de sus manos cae en mi hombro —Ares he escuchado cosas y
—Son ciertas —suspiro —me casaré con Hana, tendré un hijo con ella —hago una mueca de mal gusto
—No estás feliz por lo que veo
—Odio todo eso Isaac, el matrimonio, los hijos —aparto la mirada y miro hacia los gemelos —¿y Paula? —cambio de tema y al mirar a Isaac veo una sonrisa en su boca
—Está bien, aunque a veces tiene algunos malestares por el embarazo, pero desde que cinco médicos me dijeron que eso era normal ya estoy tranquilo —sonrío —soy feliz Ares, amo a mi esposa y a mis hijos, ¿ves? El amor sí que existe
—Quizás sí, pero no quiero encontrarlo —miro mi reloj sabiendo que tengo una reunión con los futuros inversionistas porque sé que al final van a invertir en nuestra empresa —Isaac —miro los ojos de mi amigo —necesito que me digas cómo lograste sacar a Stefano de tu camino
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Editado: 16.10.2024