FIELES COMPAÑERAS DE LA SOLITARIA LUNA
Anni cayó en un estado de desesperación y miedo, su respiración se descontrolo y cayó en la silla, el aire parecía no querer pasar a sus pulmones y los gritos delas mujeres y las ordenes de los hombres los escuchaba tan lejos como casi un murmullo, sus brazos se fueron a sus lados como si no tuviera vida.
Daven trato de calmar a los invitados, dio algunas órdenes y el cuerpo desapareció en menos de in minuto, algunas mujeres se refugiaron en sus esposos buscando refugio asustadas de que hubiera más como aquel hombre. Daven ordeno a uno de sus hombres que averiguara todo lo relacionado con aquel hombre, de donde era y todo sobre su manada.
Se acercó a Anni pero la vio mal, tan alterada que ella parecía no poder enfocar sus ojos, le hablaba y ella no respondía, solo respiraba tanto como podía, vio su peso subir y bajar pero se asustó al ver su rostro y que hacia un extraño sonido como si se estuviera asfixiando, como una mujer asmática teniendo un ataque.
Grito algo a alguien y después la cargo en brazos y la llevo dentro, subió las escaleras corriendo y entro a su habitación, dejando la puerta abierta. Sostuvo su rostro con sus grandes manos y le hablaba pero ella seguía sin reaccionar. Sin saber que más hacer la abrazo, la atrajo hacia su cuerpo, casi estrujándola y paso sus dedos por la rubia cabellera, que ya había perdido el color rojizo en los mechones, ahora tenía un solo color uniforme, y eso le encanto más a él.
- Cálmate, mi amor, respira por favor – escucho que le dijo cuando al fin pudo calmarse, y enrollo sus brazos a su alrededor, unas lágrimas se escaparon de sus ojos.
- Quería matarme, me dio mucho miedo – lo empapo un poco cuando escondió su rostro en su pecho – Él también quería matarte ¿Qué haría yo sin ti?
- Calama mi corazón, no tienes de que asustarte teniéndome a tu lado, ya paso – alisaba su cabello.
- No quiero perderte, apenas nos estamos reencontrando…
- No lo harás, te lo prometo.
- Júramelo – se despegó un poco para mirarlo a los ojos.
- Te lo juro – dijo el devolviéndole la miraba con amor.
Un toque en la puerta la hizo saltar y los dos voltearon para saber de quien se trataba.
- Daven, mi papa te necesita abajo.
- Necesito bajar – dijo acunando las mejillas de Anni, ella asintió. – Quédate con Rubí – le dio un rápido beso y camino a la puerta.
- Cuídala mientras acomodo todo allí abajo – le susurro a su hermana.
- Ve – asintió mirándolo.
Rubí serró la puerta y se acostó en la cama de Anni y la abrazo para consolarla, tranquilizar, hacerla sentir mejor y tratar de que olvidara lo ocurrido. Ella había visto la escena dese lejos y se había asustado demasiado, pero no se comparaba en nada con ser casi la víctima, la que casi moría en manos de un traidor, si así se podía llamar.
Daven bajo y salió de la casa donde el caos había menguado un poco, su madre también estaba alterada pero se controlaba, pero podía ver sus manos blancas sostener fuerte el brazo de su padre. Hablo con sus invitados y después ordeno a unos pocos guardias que estaban rondando o las mujeres que habían estado sirviendo, poco apoco fueron llevados a las cabañas donde se quedarían y así Daven arreglaren desastre que se había formado en la mesa. Se disculpó con sus invitados pero estos se cercioraron de animarlo y decirte que no había problema.
Se despidieron después de ofrecerles una ayuda y tranquilizarlo, se sentía fracaso con la reunión, pero lo superaría, estaba seguro y lo haría porque debía, quería ser el orgullo de su estricto padre.
En cambio Orlando parecía muy sereno, cuando supo que todos estaban bien su semblante trasmitía calma a los demás. En menos de media hora ya todo estaba recogido y en su lugar, la comida que no se probó se guardó en la cocina y el cuerpo al pequeño hospital de la manada.
Cuando no hubo más que hacer Daven se despidió de sus padre y se fue a su cuarto, se bañó y se vistió con algo más cómodo y se fue al cuarto de su amada, que ya estaba acostada hablando con su hermana, las dos en pijama.
Cuando Rubi vio a su hermano se despidió de Anni y se fue silenciosa.
- ¿Cómo estás? – pregunto él con las manos dentro de los bolsillos de su mono.
- Estoy bien, pero quiero un abrazo.
El sin pensarlo dos veces s acerco a la cama y se acostó aun lado, la atrajo a su cuerpo y así permanecieron unos minutos en silencio.
- ¿Mejor? – pregunto después de un rato tomando un mechón de su lacio cabello y enrollándolo en su dedo.
- Mucho – miro a la ventana para contemplar las estrellas con una mano en el pecho de Daven. – Me gusta mirar las estrellas. – el también miro a la ventana.
- Son hermosas.
- Las fieles compañeras de la solitaria luna.
No dijeron más nada y se concentraron en escuchar sus respiraciones. Al cabo de media hora Anni se acomodó acostándose un poco sobre Daven y cerró los ojos, dejando su cabeza en el pecho de él. La contemplo dormirse a sus brazos hasta que también callo en un profundo sueño placentero.
Al día siguiente despertó feliz de haber amanecido con la persona que más amaba entre sus brazos. Anni seguía dormida y la acostó en la cama, obligándose a levantar para ocuparse de los asuntos. Fue a su cuerpo para asearse y empezar con un nuevo día. Cuando salió de casa envió un mensaje a su ángel encontrado.
_ Buenos días mi bello ángel, no te olvides de mí.
- Que cursi y empalagoso – dijo en voz alta cuando nadie lo escuchaba.
El resto de la mañana se la dedico a los invitados que se fueron despidiendo uno a uno con buenos términos, llegando a acuerdos favorables para los dos y un futuro prometedor hacia las manadas.
En cuanto a Rubi, había quedado con Kai en verse para aclararla relación que tenían, el parecía esperanzado pero ella corto de raíz pensando que sería lo mejor, quedarían como amigos pero no sería lo mismo, ya que ella tenía pensado no comunicarse con tanta frecuencia con él, por su propio bien, se había dicho en su cabeza antes de verlo.