El VF-171 aún en modo robot entró al hangar de la Bramante junto con una lluvia de fragmentos que tanto la aeronave como el transporte habían arrastrado los últimos metros de frenética carrera. En cuanto la gravedad artificial de la fragata actuó sobre los recién llegados, tanto VF como Transporte cayeron sobre la cubierta con un golpe sordo mientras los pequeños fragmentos de metal tintineaban alrededor como una lluvia de chatarra.
El transporte médico se acercó rápidamente antes incluso de que se cerrase la enorme compuerta doble y se encendieran las luces del hangar. Tras ella avanzaron los equipos de emergencia preparados por si era necesario rescatar a los pilotos o pasajeros de ambas naves.
Ximena soltó su presa e hizo que el robot cambiara a modo GERWALK para facilitar el trabajo de los operarios que se mantenían a una distancia prudencial. Una vez que las enormes piernas del caza tocaron la cubierta la joven se apartó del transporte para dejar sitio a las operaciones de rescate.
La rampa trasera de la nave se abrió con un golpe seco y el primero en salir fué Fritz, quien de un salto aterrizó en el piso de metal del hangar y salió corriendo llevando su mochila a la espalda. Los hombres se apartaron y lo dejaron salir de allí, pero realmente nadie tenía intención de saber nada con él; en esos momentos el Doctor Niccola estaba saliendo de la nave con lo que parecía ser una niña en brazos. El hombre llamó a gritos a los médicos que esperaban con las camillas y equipos de emergencia y rápidamente comenzó a dar órdenes para remover a los heridos, pero el no se quedó allí para supervisar la operación, en cambio se trepó al vehículo más cercano y tras asegurar la camilla con el paciente en estado crítico salió a toda velocidad en dirección a las instalaciones médicas de la fragata.
El segundo en salir fué Rocco, quien asumió el trabajo de indicar a los demás hombres como proceder con el resto de los heridos. El personal médico entró a la nave y miró con asombro los rostros extraños de los niños Voldorianos que, abrazados entre sí, miraban asustados, casi paralizados de terror, a los soldados de aquella nave.
Los hombres inconscientes del Grupo de Búsqueda fueron extraídos de la nave en camillas mientras el Oficial a cargo de la operación se reunió con Jarvis, quien había llegado corriendo al hangar para recibir noticias de lo sucedido.
—Es seguro acercarse. —informó el oficial tras saludar al Segundo al Mando. —Los heridos ya han sido retirados, solo quedan esos…. uh… civiles.
Jarvis miró el interior del transporte y los rostros asustados que miraban hacia afuera.
—¿Qué hacemos con ellos? —preguntó el Oficial. —¿Los ponemos en Cuarentena?
—¿Cree que es necesario? —preguntó Jarvis pero antes que el oficial le respondiera lo interrumpió al ver salir a Rocco de la nave. Apoyado en él estaba Mac, quien parecía estar bastante debilitado. —Déjeme hablar con el Sargento primero. —ordenó mientras despedía al Oficial. —¿Qué rayos pasó ahí dentro? Estás hecho un desastre. —dijo lanzando una mirada indolente hacia el hombre.
Mac sonrió con dificultad, pero estaba demasiado debilitado como para responder a aquel comentario en broma. Un vehículo de transporte se acercó y ambos hombres ayudaron a subir al Sargento a uno de los asientos.
Mientras el transporte con Rocco y Mac se alejaba del hangar una llamada hizo que Jarvis activara su comunicador. —¿Capitán? —preguntó llevándose una mano al aparato insertado en su oído.
—¿Cómo están las cosas allí? —preguntó Owen.
—Bajo control… por ahora, pero tenemos un grupo de civiles, en su mayoría niños que requieren contención. —dijo lanzando una mirada a los rostros asustados de los pequeños.
—¿Contención? —preguntó el Capitán. —No tenemos un maldito psicólogo a bordo, Jarvis. —respondió irritado.
Por fortuna no tuvieron que preocuparse por ello. En ese momento Camila se acercó al transporte y entró al mismo para calmar a los recién llegados. Ximena la observaba aún desde su lugar en la cabina, pero pronto los gritos del Jefe Aichi la hicieron apartar la mirada.
El mecánico cayó de rodillas sobre el piso del hangar de forma casi teatral. —Que… ¿Qué rayos le hicieron a mi precioso avión? —exclamó casi en shock.
Los demás técnicos compartían el asombro y desconcierto de su jefe y miraban en silencio el deplorable estado en el que había quedado la aeronave.
—Lo siento. —se disculpó la Teniente Hernandez quitándose el casco mientras tomaba la escalerilla que uno de los miembros del equipo había arrimado. —Tuvimos algunas dificultades allá afuera.
Si Aichi hubiese tenido aún cabellos se los habria arrancado en el sitio, en cambio se quitó la gorra y la arrojó al piso. —¿Crees que es gracioso? —preguntó señalando acusadoramente con el dedo índice. —¡Maldita sea NO lo es!
—Estoy segura que lo dejará como nuevo. —respondió ella saltando los últimos escalones. —Hablaremos más tarde, ahora tengo que reportar al control de misión.—dijo mientras tomaba el casco y se lo daba al mecánico.
Aicho tomó el casco en silencio y gruñó algo ininteligible mientras la joven se dirigía hacia al transporte. —¿Que se quedan mirando? —gritó pronto volviéndose hacia los demás miembros del equipo. —¡Traigan una maldita grúa, hay que desarmar por completo a Delta Uno! ¡Aún estamos en medio de una zona de combate!
Cuando Ximena llegó hasta la rampa del transporte se encontró con Camila que conducía a los niños ordenadamente en fila. A la cabeza de la misma iban el anciano Voldoriano apoyado en la chica-gato llamada Lynn, seguida por los niños y finalmente la propia Camila, cerrando la fila. Descendieron la rampa y se acercaron hasta quedar a unos pocos metros del enorme Segundo Oficial, quien los miraba en silencio.
—¡Señor! —exclamó Camila corriendo hasta ponerse junto a su Superior. —Estos civiles son refugiados que nos vimos obligados a rescatar de las ruinas de la Colonia Rainbow. —explicó haciendo el saludo militar.. —Son…