Capítulo 20
-Luca-
Mi piano era el último vestigio que quedaba de mi turbulento pasado, desprenderme de aquello era algo doloroso, pero mi maldición me lo había predicho, corría con la suerte de tener algo de tiempo para preparar mis sentimientos, aunque a veces me costaba mucho, después de todo era un simple humano con una inmensa carga.
Blue, era coleccionista con mi piano llegaría a las mil piezas de instrumentos.
—Me sorprende que te hayas decidido a venderlo— comentó Blue, mirando mi piano, lo había llevado hasta su negocio en la camioneta de Duncan.
—Fue solo cuestión de tiempo— comenté serio, mientras lo observaba sonreír satisfecho.
— Ésta sin lugar a dudas es una de mis mejores compras— alardeó.
Me dejé abatir por mis memorias, siempre los reprimía, jamás dejaba que un recuerdo de mi pasado invadiese mi mente así como así.
Recordaba a mi madre observándome de cerca mientras tomaba mi rostro entre sus manos; lucía tensa y algo nerviosa.
—Luca, por lo que más quieras, nunca jamás vuelvas a hablar sobre lo que te pasa—los azules ojos de mi madre no se habían apartado de los míos, hablábamos en secreto, todo aquello, era eso, un secreto, me sentía extraño y confundido.
—Sí, mamá.
— Eso es cariño, te amo— besó mi frente, se separó de mí antes de abrir la puerta contigua a nosotros, me sonrió—. Luca, cierra los ojos tengo una sorpresa para ti.
Yo asentí mientras ella me llevaba hacia adentro de la sala, oía la voz de Lanz quejarse por su regalo de cumpleaños.
— Mamá: ¡Luca tiene un regalo más grande que el mío!— mi madre le pidió silencio.
—Shhhh Lanz— me tomó por los hombros— Bien Luca, abre los ojos— tenía frente a mí un inmenso piano de cola negro, sonreí al verlo, junto a mi regalo estaba el piano de mi madre—¡Feliz cumpleaños cariño!
—Gracias mamá— susurré tocando las teclas.
—Once años no se cumplen todos los días— comentó mi madre, Lanz corrió hacia el piano sentándose en el banquillo, al cabo de algunos segundos torció su boca aburrido.
—Luca, ¡qué idea la tuya!, esto produce un sonido horrible, ¿cómo pueden gustarte estas cosas?—Una vez más tocó un par de teclas al azar confirmando que el sonido era espantoso—Menos mal que mi regalo es mucho más pequeño pero entretenido—Sacó de su bolsillo una Nintendo portátil para ir a tirarse sobre el sofá.
—Profesor Theodor— mi madre se volteó hacia la entrada de la sala, un hombre delgado y joven entraba por allí con una tímida sonrisa.
—Señora Cornicova, es un placer conocerla personalmente— comentó el hombre estrechando su mano.
—Me han hablado muy bien de usted, mi asistente me ha asegurado que es muy bueno como profesor— el hombre sonrió una vez más.
—Gracias por el cumplido, aunque debo admitir que usted para mi es todo un ejemplo a seguir, espero no decepcionarla—. Mi madre le sonrió.
—Seguramente hará muy buen trabajo, yo, ya no puedo seguirle enseñando a mi hijo, dentro de una semana viajo a Francia, tengo varios conciertos programados, durante todo este tiempo mis hijos van aquedarse aquí en Irlanda, no están acostumbrados a vivir en este lugar, pero la vida en Francia con mi exposición pública les ha traído algunos problemas, entonces prefiero que pasen el resto del verano aquí, alejados un poco de todo ese lio— comentó mi madre con una suave sonrisa.
—Entiendo— respondió Theodor serio.
— Le presento a mis hijos, él es Lanz— observó a mi hermano que estaba tirado en el sofá— Lanz saluda— le ordenó mi madre, Lanz de mala gana quitó la vista de su juego.
—Hola— dijo de forma seca.
— Hola Lanz— repitió Theodor.
— Y él es Luca— Theodor me echo un vistazo—Luca, él va a ser tu nuevo profesor de piano—me susurró mientras me sacudía un poco el cabello— Está un poco sucio hoy, estuvo por la tarde trepándose a un árbol— explicó mi madre, Theodor estiro su mano para saludarme, yo se la estreche.
—Un placer Luca— comentó divertido Theodor. Yo asentí. Mi madre llamo a Lanz, antes de salir de la sala.
—Voy a dejarlos solos, así se conocen un poco más.
— Suena bien— comentó Theodor.
Cuando estuvimos solos, Theodor, lucía más relajado, caminamos hasta el piano.
— Tú y tu hermano son una gota de agua, no vayan a hacerme esas jugarretas confundiéndome ¿eh?— comentó jovial intentando romper el hielo.
— Solo mi madre sabe diferenciarnos — dije tomando asiento en el banquillo de mi piano.
— ¿Ya has aprendido a tocar algo en el piano?—me peguntó.
— Sí— respondí.
—Bien, tu madre me comentó que no te ha enseñado mucho.
—Puede ser— indiqué
— Veo que eres un muchachito serio y de pocas palabras.
—Lo sé.
—Podemos empezar desde lo más básico ¿Qué te parece?— expuso Theodor haciendo caso omiso a mi introversión a la hora de hablar con otras personas. Se sentó a mi lado.