Carpe Díem

Capítulo 21

Capítulo 21

 

Cerca de Luca, sentía que mi corazón giraba suavemente como en una caja musical, él era la música que hacía mover mi corazón dando suaves giros.

No había venido a casa desde hacía más de dos semanas. Tomé mi bolso, y salí hacia afuera, la mañana estaba gris, cubrí mi cuello con mi cárdigan, había descubierto que el otoño en Irlanda se sentía más indiferente o quizás era yo quién estaba congelada en el frío de su ausencia.

— Señorita— me voltee sobre mis talones, un hombre de cabello negro de unos cuarenta y ocho años, de zapatos bien lustrados, pantalón negro, llevaba un abrigo grueso de color marrón y una bufanda que le cubría el cuello, a un costado había dejado una pequeña maleta de viaje, cada tanto frotaba sus manos por el frío—disculpe, entre porque vi esa enorme puerta abierta—señalo hacia la entrada de piedra, uno de los inmensos portones de madera estaba entre abierto—busco a un señor de nombre Duncan.

—Sí, él vive aquí—el hombre sonrió ante mi afirmación.

—Es bueno saberlo, es la primera vez que viajo a Irlanda y no soy muy bueno con las direcciones. Si no es mucha molestia: ¿podría decirme por dónde debo ir? Este lugar es muy grande.

—Claro—respondí caminando hacia el hombre, que tomó su maleta para seguirme, mientras miraba todo a su alrededor, por su expresión podía jurar que lo que veía le agradaba, recordé la primera vez que yo llegue a ese lugar, sonreí suavemente, quizás yo también tenía esa misma cara, abstraída por la belleza del lugar.

—Éste es un magnífico lugar— comentó mirándome.

— Así es, lleva mucho trabajo mantenerlo así— comenté con una sonrisa.

— ¿Tú te encargas de eso?— me preguntó interesado.

—No, lo hace Duncan.

— ¿La persona que busco?—preguntó jovial.

— Así es.

— Fantástico, — sonrió— es bueno encontrar gente que puede mantener lugares así de esta manera, tan  hermosa.

Subimos las escaleras que conducían al pórtico de Duncan, llame un par de veces a la puerta, pero no atendía.

—Es raro que no atienda a la puerta—dije mirando hacia mis costados, cuando Duncan estaba dentro  de la casa, León su gato, solía aparecer primero por la estrecha ventanilla de vidrio que tenía la puerta, el sonido de su cascabel significaba que Duncan estaba cerca.

—Si él no está, entonces si no es mucha molestia señorita, me podría decir ¿cuándo puedo encontrar a Luca? — cuando dijo aquello yo me voltee hacia él. Me detuve unos segundos antes de responderle, el hombre  llevaba una fina bufanda que con tranquilidad se deslizo dejando libre su cuello.

Un sacerdote.

— ¿Ocurre algo malo?— me preguntó al notar mi desconcierto.

— Eh...no, no claro que no— dije, el hombre llevo nuevamente uno de los extremos de su bufanda sobre su cuello cubriéndolo.

—Pido disculpas si te he asustado, no soy un desconocido—se apresuró a decir el individuo pensando que yo me había incomodado por su extraña aparición—como habrás notado soy sacerdote, me llamo Cédric, y soy amigo de Luca —estiro su mano con una sonrisa tranquila y amistosa, yo se la estreche.

—Mi nombre es Nina—dije, debía admitir que todo aquello me sorprendía un sacerdote no daba con el perfil de amigos para Luca.

—Él no iba a estar a mi llegada por lo tanto me dijo que busque a un tal señor Duncan—comentó el sacerdote.

Duncan venia llegando en su camioneta, el sacerdote y yo nos volteamos hacia él, venía con León  a un costado. Bajo con su mascota, le soltó dejando que el gato hiciese de las suyas, el animal corrió rápidamente subiendo por las escaleras que conducían al pórtico para perderse entre las macetas de la casa.

—Tuve que llevar a León al veterinario, se había comido un par de mis pastillas— reveló Duncan deteniéndose frente a nosotros.

—Duncan, estábamos buscándote —dije mientras el sacerdote daba un paso adelante, para estrechar la mano de Duncan.

—Soy Cédric.

—Me han hablado de ti—agregó Duncan con cierto misterio, una sonrisa astuta enmarco sus labios de manera extraña.

León salió corriendo despavorido entre los escalones, al parecer había encontrado un saltamontes y deseaba atraparlo a como dé lugar.

—Padre: ¿Puede exorcizarlo?—bromeó Duncan con algo de fastidio al ver el  enérgico comportamiento de su gato.

Cédric carcajeó divertido.

—Podría ser— respondió sonriente. Duncan le giño un ojo.

— Bien, vamos a dentro, voy a preparar café, supongo que vienes cansado del viaje, y del frío—comentó Duncan moviéndose hacia su casa.

— Sí, lo suficiente, no suelo salir muy seguido, esta es una ocasión especial—respondió tímidamente el sacerdote.

—¡Y vaya que sí!— confirmó Duncan girándose hacia mí—Nina ¿Nos acompañas?—me preguntó.

—Gracias Duncan, pero… — miré el reloj de muñeca que traía— tengo clases.

— Bien, muchacha, abrígate, afuera está muy frío— me dijo mientras palmeaba una de mis manos.




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