Capítulo 27
-Nina-
—No…no…puedo seguir… —balbuceó Danna, finas y frágiles lágrimas caían sobre sus mejillas, yo estiré mis manos y tomé las de ella, ni siquiera yo deseaba en eso momentos que ella continuase, todo aquello era muy duro.
—Puede detenerse, todo está bien—le aseguré con cariño, la anciana asintió con suavidad meneando su cabeza para dispersar ese recuerdo doloroso.
—A Gabrielle y a mí, nos gustaban las tulipanes, habíamos decidido que el día que nos regalásemos un ramo de esa flores seria porque deseábamos que la otra fuese feliz, cuando murió, lleve un ramo para ella, con el tiempo entendí, que para Gabrielle quizás todo aquello fue una dolorosa escapatoria para finalmente poder ser feliz. La extraño muchísimo.
Danna, apenas si tuvo tiempo de despedirse de Gabrielle, Laurent decidió que todo fuese rápido, vetó la entrada de periodistas, tanto él como ella eran personas públicas, Gabrielle se había esforzado al máximo por resguardar a su hijos, con el tiempo y a medida que crecían, fomentó en ellos un perfil bajo, que a Laurent no le gustaba, ya que obligaba a Gabrielle a presentarse en sociedad con ellos, le gustaba pavonearse con su familia perfecta, una y otra vez, mientras eso ocurría Gabrielle se aseguraba de que sus hijos no estuviesen expuestos , cuando crecieron eso costo un poco, dos gemelos, extremadamente idénticos, con un porte y una belleza exótica, no se veía muy seguido, eran únicos. Y eso llamaba aún más la atención.
— Hoy me has hecho remover un pasado que creía que ya no dolía…— me dijo la mujer más calmada recostando su cabeza sobre el mullido respaldar del sofá.
—No he querido ponerla mal, yo…— la mujer me interrumpió con una suave sonrisa.
—Si es por Luca, no debes apenarte, amo a ese jovencito, no sé quién eres pero creo que debo confiar en ti, nadie esperaría durante dos días bajo un horrendo frío y lluvia hasta que alguien se díganse a contestar a la puerta, solo por ayudar a alguien más—yo sonreí levemente—Luca ha sufrido mucho, es difícil entender su mundo, pero tu persistencia, parece que podría lograr muchas cosas en él que otros no. Pudiste conmigo, que soy una vieja tozuda y terca — rio suavemente palmeando mi rodilla con cariño para luego levantarse, tomo un cuadro que estaba sobre la chimenea de su hogar junto con otras fotografías de la familia de Danna.
Mis ojos se detuvieron frente al retrato, Gabrielle tenía puesto un hermoso vestido, llevaba el cabello recogido en un delicado peinado, estaba sentada en un sillón blanco con bordes dorados estilo Luis XV, a cada costado la acompañaban sus hijos, era sorprendente ver a Luca y a Lanz, juntos, a pesar de que no sabía cuál era cuál, ver a Luca con su hermano era extraordinario. Los dos estaban vestidos de la misma manera, de impecables smokings negros, tenían el cabello ligeramente desprolijo, posaban con una elegancia que sin mucho esfuerzo podían ser parte de la realeza, Gabrielle reposaba sus manos sobre las piernas de sus dos hijos de manera orgullosa.
—«Mis príncipes», dijo Gabrielle un segundo antes de sonreír para tomarse la fotografía con ellos—comentó Danna observando la foto junto conmigo—y puedo asegurarte que no era para menos, recuerdo que Gabrielle se había puesto algo nerviosa ella estaba junto a Laurent esa noche de gala y sus hijos aún no llegaban, la fiesta se hacía en una casona en Francia, esa noche eran los invitados de honor, yo había acompañado a Gabrielle ya que era su asistente personal, y debo admitir que los muchachos se hicieron desear mucho. Pero todo eso acabo cuando llegaron, Lanz bajó del automóvil mientras Luca le seguía detrás, había costado mucho que asistieran, su madre les había acostumbrado tanto a tener un bajo perfil estar allí para ellos era más una molestia que un agradado, pero le prometieron a su madre que irían, no puedo explicar la expresión satisfacción de Gabrielle cuando los vio llegar.
Todo el mundo allí se volteó para verlos, ellos sin desearlo provocaban eso, llamaban la atención, tan apuestos— susurró Danna con deleite—recuerdo que los gemelos intercambiaron una fugaz mirada furtiva, habían decidido que harían feliz a su madre con su presencia allí, por ende, se dedicaron una tenue sonrisa, varias muchachitas suspiraron de amor cuando eso ocurrió—aseguró la anciana echándole un último vistazo a la fotografía. Para dejar a pagar su sonrisa de a poco—esta fotografía fue la última de Gabrielle…—confesó con los ojos brillosos lanzando un suspiro para evitar llorar.
Recordé la noche que desenterré la caja, la foto en donde salía Gabrielle junto a un hombre al que supuse era su esposo, las fotos coincidían, ella llevaba el mismo vestido que en la fotografía que yo había visto, eso quería decir que correspondía a la misma fiesta.
Llegué a casa congelada, Duncan me observó con el ceño fruncido, yo estaba entumecida por el fío apenas si podía hablar, me quité el abrigo, tome a León que rozaba mis tobillos con suavidad. Lo atraje a hacia mí, acurruque mi rostro junto con su cabeza mientras su cascabel sonaba, necesitaba cariño, me sentía triste, y León no ponía ningún reparo a la hora de dejarse acariciar por mí.
—Nina, estaba preocupado, cada vez llegas más tarde—aseveró Duncan
—Lo siento—respondí acariciando a León, tanto esfuerzo había tenido sus frutos, me sentía muy triste, la vida de Luca era escabrosa, y cada vez que yo deseaba descubrir algo sobre él, me daba cuenta de que quizás no saber era a veces una opción que debía considerar, en esos momentos, conocía parte de su historia y sin darme cuenta de a poco yo misma, estaba construyendo un camino del cual no tendría retorno—Duncan—lo miré recordando que deseaba pedirle algo.