Carpe Díem

Capítulo 32

 

Capítulo 32

 

-Nina-

Moví mi cabeza despertando con rapidez, al oír voces, me levanté de un salto, un sobre blanco se deslizo sobre mis piernas, lo tome, mientras caminaba hacia la puerta de entrada de la casa de Duncan que estaba abierta, voltee hacia su sofá y él ya no estaba allí, nos habíamos quedado dormidos esperando a Luca, caminé hacia la puerta y me detuve sin pasar el umbral, Alexia hablaba con Duncan lucía preocupada, llevaba un maletín que sostenía fuertemente.

Duncan, ¿guardaste su revólver?

—sí, fue lo primero que hice a penas se fue—confirmo Duncan de manera pensativa y seria.

—Temo por él…—aseveró Alexia bajando las escaleras del pórtico de Duncan hacia su auto.

Me quede paralizada ante eso, gire sobre mis talones, sin dudarlo, subí las escaleras con rapidez, corrí por el pasillo, entrando a la habitación de huéspedes, apenas di un par de pasos, mi vista se topó con un tacho de lata que tenía gasas con sangre y una jeringa usada.

Tragué con dificultad, su ropa sucia y llena de lodo estaba tirada a un costado de la puerta del baño, había pisadas secas de fango  de sus zapatillas  en el suelo, di un paso más hacia adentro y un grito que provenía del baño me detuvo en seco. Me estremecí por completo.

Era Luca quien lloraba y gritaba, me quede quieta con un nudo que marcaba de dolor mi garganta soportando mi llanto. Una mano me toco la espalda con cuidado, me voltee. Me entregó un sobre.

—Ábrelo, muchacha, vamos, hazlo—me insistió. Yo abrí el sobre sacando un boleto de avión hacia Francia.

Duncan me miraba con los ojos húmedos de tristeza, mientras mis lágrimas caían siendo cómplices del dolor de Luca.

—Duncan…—balbucí sin poder continuar

—Él no quiere verte—aquellas palabras eran como un puñal

—Yo, no puedo…—ni siquiera podía decir una palabra más, mi voz perecía bajo el dolor de sus gritos.

—Vamos, no seas parte de esto, él quiere conservarte así, libre de toda esta  basura, respeta su decisión—expresó Duncan obligándome a salir de la habitación.

 

Desde aquel día, como tantos otros en el pasado, Luca desaparecía de mi vida, como si él fuese solo un sueño o una imagen que mi cerebro creaba confundiéndome. Sabía que dormía en la casa de Duncan, pero jamás de todas las veces que yo había ido, me lo tope.

Aún continuaba yendo a cenar, la mesa se servía para tres, pero él no bajaba a comer, era Duncan quien se encargaba de llevarle la cena  hasta su habitación, comida que pocas veces tocaba.

Por las noches dormía pensando en su padecimiento, deseando bajo todos los motivos que su sufrimiento fuese mermando con el paso del tiempo mientras yo  acudía a fantasías engañosas  para lograr conciliar el sueño por el dolor que me causaba su justificada indiferencia.

Era de tarde, y Duncan había salido, salí hacia afuera, el frío del invierno  paralizaba las ramas de los árboles, mientras el viento soplaba con sutileza entre todo lo que se atravesaba por el camino, hacia un día que ya no había leña para las chimeneas, caminé entre los extensas travesías de los jardines, no sabría cómo explicarlo, en esos momentos no había pensado hacia dónde deseaba dirigirme, mi mente estaba en blanco, mientras mi cuerpo se movía sin dudar ni un segundo por el camino que me guiaban  mis pies, ellos,  me llevaban hacia donde mi corazón deseaba estar.

El sonido del hacha retumbaba, la tierra oscura y la falta de hierba en ese lugar era significativa, Luca estaba cortando leña, tenía puesta una camiseta gris las mangas las llevaba  arremangadas hasta la altura de sus codos , tenía un gorro de lana negro cubriendo su cabeza, el labio inferior aún lo tenía lastimado, deslice mi mirada  noté como la blancura de su cuello no dudaba en mostrar varios arañazos de la pelea que lo rodeaban,  su hombro izquierdo, si bien estaba cubierto, una tenue mancha roja sobresalía tiñendo ligeramente  su camiseta de sangre. El frío era llamativo, pero parecía no afectarle en lo más mínimo, su mirada estaba perdida en vaya saber dónde, fue la primera vez en la que no me atreví a adivinar el color de sus ojos… sus espesas pestañas cubrían cualquier color, sus parpados apenas si se abrían, casi por obligación.

Luca dejo el hacha, y tomo varios trozos de madera echándose andar, yo corrí y tome un par de trozos de leña, rápidamente me puse a su lado sin decir palabra, él, apenas si me miro fugazmente, su rostro no expresaba nada, dejó los trozos y se devolvió sobre sus pasos, yo deje la leña junto con la de él, siguiéndolo , iba caminando  varios pasos delante de mí , me apresuré a perseguir sus pisadas, Luca se detuvo en seco logrando que me tropezase con su espalda, volteándose hacia mí.

—No estoy de humor—musitó de manera distante.

—Hace frío—dije desviándome de su camino hacia el sector más seco de todos, donde Luca cortaba leña—deberías detenerte—comenté con tranquilidad, lo miré y él, camino hacia donde estaba tirada el hacha, yo, rápidamente corrí hacia el grueso tronco donde se cortaba la leña subiéndome en el.

Cuando Luca se volteó para continuar, indudablemente yo le bloqueaba la tarea. Se detuvo frente a mí, era la primera vez que podía observarlo  sin tener que subir la cabeza, era él quien debía mover sus ojos hacia mí.




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