Carpe Diem

*53*

Ryan miró con desagrado su café y expreso e hizo todo lo posible por fijar la vista en el hombre que unos minutos atrás se había presentado como el padre de Camila. De las muchas cosas que él nunca esperó vivir, conocer a aquel señor estaba entre las primeras de su lista; claro que el que la hermana de Camila le disparara en medio de su pasillo tampoco se encontraba en su lista y sin embargo allí estaba.
El hombre, Jonas, también tenía la mirada fija en algún punto en la pared de su izquierda. Así había estado por los últimos ocho minutos después de que él convenciera a Ryan de salir a tomar un café.
Ryan no quiso negarse, porque el pobre
hombre parecía el candidato perfecto a saltar de una ventana y porque el doctor Kells había aparecido para unas pruebas y les pidió privacidad.
El carraspeo del padre de Camila lo hizo levantar la cabeza, aunque el hombre aún continuaba mirando hacia la pared.
—Todavía tengo que ir con la policía.
Ryan se quedó en silencio sin saber que decir a eso y él hombre continuó.
—¿Qué caso tiene que deba “reconocer” el cuerpo de mi hija”?
Sin poder evitarlo, Ryan hizo una mueca.
—Ninguno, si consideramos que ya sabemos que es ella —las palabras salieron de forma tan brusca que él mismo se sintió avergonzado, pero ni siquiera tenía ánimos para disculparse.
Jonas Smith continuó, como si no lo hubiera escuchado.
—Nunca pensé que me vería en esta situación. Reconocer a mi hija… —susurró mientras su voz se hacía cada vez más baja— Camila me odia, Mía está muerta…
Ryan pensó en todo lo que Camila le había dicho sobre su padre y por un breve momento quiso decirle que tal vez lo que estaba pasando era un poco su culpa, pero se contuvo.
—Lo siento —murmuró y agradeció que el hombre no lo estuviera mirando a la cara.
Suponía que sí lo sentía, es decir, no estaba feliz con todo aquello, pero al mismo tiempo su humanidad estaba demasiado atrofiada como para ponerse en el lugar de aquel hombre. Él solo podía pensar en cómo había convencido a Camila para hacer las paces con su hermana; en cómo le abrió las puertas de su casa solo para ponerla en peligro. Y una parte de él no podía parar de pensar que el hombre sentado frente a él tenía al menos un poco de culpa.
—Desde que llegué a la ciudad he intentado postergarlo —continuó el hombre—, pero supongo que es momento de hacerme cargo. Sé que Camila estará en buenas manos contigo.
Ryan se llevó su café a la boca para evitar decir lo que estaba pensando. ¿Qué tan mal estaría recordarle que, de hecho, ella se había cuidado sola por más tiempo del que debería, que no necesitaba estar en ningunas manos? Daba igual.
Se puso de pie, entendiendo que por mucho que quisiera mantener una conversación con el padre de Camila, ninguno de los dos estaba en condiciones para ello.
—Volveré a la habitación para comprobar que esté bien —dijo, mirando de un lado al otro— Tal vez… debería dejar de darle largas y hacer lo que debe.
Su intención no fue sonar brusco, sin embargo, no pudo ignorar la sorpresa en el rostro del hombre, quien pareció a punto de decir algo, pero al final solo asintió. Ryan se dio la vuelta sin esperar respuesta y rehízo su camino por los interminables pasillos hasta regresar a la habitación de Camila.
El doctor ya no estaba allí cuando volvió y las luces estaban apagadas, pero pudo ver la silueta de ella sobre la cama cuando la luz del exterior iluminó el espacio por un momento. Se acercó hacia la cama, intentando que su cerebro bloqueara el indeseable y aterrador sonido del beep de las máquinas.
Sus ojos se adaptaron a la oscuridad mientras estaba allí, de pie a su lado y Ryan se atrevió a agradecer la ausencia de luz. Así, a puertas cerradas y sin nada que le ayudara a distinguir la palidez que vio un rato atrás, casi parecía como si Camila solo estuviera durmiendo, como si no pasara nada y él quiso jugar unos momentos a que los últimos dos días no habían sucedió. Que solo era ella dormida y que en un par de minutos se levantaría y se quejaría de tener que ir a trabajar, de lo mucho que le dolían los pies, de que no lograba descansar lo suficiente…
Una sonrisa débil se dibujó en su rostro y luego, casi sin poder controlarlo, sus ojos se dirigieron a su abdomen. El montón de sábanas no le permitían ver nada, pero sabía que debajo de estas tampoco podía notarse nada. Nadie se imaginaría que ahí dentro estaba creciendo alguien, seguro ni la misma Camila lo sabía aún.
Su mano se movió sobre la cama y Ryan sintió unas ganas inexplicables de acariciar el rostro de Camila, tal vez para confirmar que todo estaría bien ahora.
Su piel ya no estaba tan fría como la última vez que la tocó y eso fue un alivio. Ryan dejó escapar un suspiro, suponía que solo le quedaba sentarse hasta que ella despertara y lo habría hecho, si no hubiera notado como la cabeza de Camila se movía un poco.
—¿Qué clase de pervertido debes ser para andar tocando a una mujer inconsciente?
El susurró fue tan débil que Ryan casi pensó que lo había imaginado, pero entonces notó el suave movimiento de su pecho. ¿Camila esta… riéndose de él? Le habían disparado hacia dos días, casi muere, ni siquiera podía moverse o hablar y aun así encontraba la forma de burlarse de él.
De repente, Ryan comenzó a reír, ni siquiera sabía claramente por qué, tal vez era el alivio de verla despierta y, para bien o para mal, era casi ella misma, pero con susurros adoloridos.
—Eres tan rarito, Ryan —murmuró ella y aún en la semioscuridad él pudo ver el gesto de dolor.
Se puso serio de inmediato.
—Y tú no deberías hablar —dijo, acercándose un poco más, para poder verla mejor— ¿Cómo te sientes?
Camila hizo una mueca burlona.
—Ah, bien, ya sabes, creo que casi muero y no entiendo por qué me duele hasta el alma, si solo fue un balazo…
—Fueron dos, pero supongo que eso da igual.
Los ojos de Camila se abrieron.
—Vaya… Lo siento.
—¿Tú lo sientes? —Ryan enarcó las cejas— Además del dolor no veo que más debas sentir.
Camila se quedó en silencio unos segundos y Ryan lamentó no poder ver su expresión para intentar entender qué estaba pasando por su cabeza.
—¿Qué día es hoy?
—¿Qué?
—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —su voz tembló un poco— No puedo ver mucho, pero parece que te pasó un camión por encima, adelgazaste tres kilos, envejeciste diez años y llevas un mes sin dormir.
Esta vez fue el turno de Ryan de quedarse en silencio por un momento.
—Debes descansar.
—He descansado como un siglo, según parece —replicó Camila. Al menos su tono de voz continuaba siendo menos que un susurro—. Dime que esto no es como en las películas y que no ha pasado una década.
Ryan no pudo evitar la risa nerviosa que escapó de su garganta.
—Se han sentido como una eternidad, pero no han sido ni tres días. Puedes estar tranquila.
—Puedo estar cualquier cosa menos tranquila. ¿Mía está en la cárcel? necesito darle al menos un golpe.
Él miró a un lado. Camila no podía verlo, pero de seguro pudo sentir algo, porque se quedó en silencio de golpe.
» ¿Qué?
Ryan dudó.
—Tienes que dormir un poco, no deberías hablar tanto.
—He estado durmiendo por dos días, según lo que me has dicho. ¿Dónde está Mía? —El silencio en la habitación de repente se hizo más pesado— Ryan…
Él maldijo para sus adentros. ¿Por qué no se le ocurrió preguntarle al doctor que tan conveniente sería contarle aquello? ¿Qué tanto daño podía hacerle el enterarse de que su hermana había muerto… no, que se había suicidado? Esperar que le hiciera caso era demasiado pedir y ella no pararía de insistir hasta que se lo dijera, pero su intención era que Camila descansara y no estaba seguro de que pudiera hacerlo después de que se enterara.
» Ryan, maldita sea, dime que hizo ahora. No puedo creer que se haya escapado o algo…
Él carraspeó.
—Camila…
 —No te andes por las ramas, por favor, necesito saber qué hizo.
Ryan soltó el aire que estaba conteniendo y con él, también se le soltó la lengua.
—Murió.
En cuanto las palabras salieron de su boca, Ryan pudo sentir como el ambiente se hacía pesado y frío de una forma difícil de explicar. La habitación se quedó en un silencio extrañamente diferente a los anteriores y él quiso poder decir algo más, pero sus cuerdas vocales simplemente se trancaron, impidiéndole poder decir ninguna palabra.
Esperaba que ella hiciera alguna pregunta al respecto, pero ella ni siquiera se movió.
Los cinco o siete segundos que pasaron, se sintieron como si hubieran sido horas, antes de que Camila tomara lentamente las sábanas y se cubriera con ellas hasta la barbilla.
—Tienes razón. Tal vez debería dormir un poco —susurró antes de cerrar los ojos.



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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