Querida Julia:
Los niños continuaron volviendo. Tal vez porque no tenían nada mejor que hacer o quizás porque esa era la mejor manera de darse a conocer. Después de todo los grandes artistas habían comenzado así.
Yo solo se que tú les dejabas una parte de tu propina en su pequeña gorra. Porque así eras tú. Una persona amable y solidaria, que sabía que un par de monedas no cambiarían su vida o tal vez si pero prefería dárselas a otras personas solo para ver la sonrisa en el rostro de ellas.
De lo que no estaba seguro es si veías la yo llevaba en mi rostro al verte hacer esto. Solo que se ese martes a la mañana no dudaste ni dos segundos en sentarte a mi lado en mi mesa. Un acto que para algunos clientes hubiese parecido descarado para mí fue suficiente como para que mi corazón latiera desbocado.
"No son asombrosos" preguntaste golpeando me con tu codo, a lo que solo pude responder asintiendo con mi cabeza. Maldita sea mi timidez. Habría deseado poder decirte algo más, bella Julia pero al parecer los ratones me habían comido la lengua y tú me habías robado el corazón.