Cartas a la celda 4

Capítulo 3

El ambiente dentro esas paredes, plagadas de estudiantes, con sueños, metas y aspiraciones, era tenso, demasiado, se escuchaban los llantos de unos, el sonar del lapicero contra el escritorio repetidas veces por otros.

 Todos ahí tenían la misma ansiedad que Ámbar, se veían desesperados, unos sacaban y metían la mina de su lápiz, produciendo un sonido extremadamente irritante, otros se tomaban del pelo mientras luchaban por encontrar una respuesta, algunos no soportaban y simplemente escribían su nombre y rápidamente salían del asfixiante lugar.

Y en medio de todo lo caótico estaba la delgada joven de ojos profundos, lo gracioso es que había pasado meses luchando contra el gran temor acerca de lo que sucedería en ese momento, pero en medio del examen todo aquel miedo se fue por completo, y había sido remplazado por un sentir de seguridad. Parece que no le iría tan mal, o al menos que lograría ingresar, que al final, era lo importante.

—Jóvenes, les quedan exactamente quince minutos, creo que saben lo importante que es esta prueba, si obtienen una baja calificación, prácticamente será un freno en su camino, se atrasarán un año o más, así no dejen nada sin rellenar— dijo el supervisor de la prueba, con su rostro arrugado, daban más miedo sus palabras que la prueba como tal.

El tiempo permitido para la prueba transcurrió con velocidad, hasta llegar a su final, al entregar el examen, Ámbar no pudo evitar sonreír, por primera vez en su vida, parecía que algo le saldría bien. Y eso le traía gran satisfacción, caminaba hacia la salida, pero aun así sentía que estaba soñando, pues a pesar de todo, el mero hecho de estar en ese lugar le parecía increíble todo aquello.

En ese momento escuchó decir—Disculpa— Emanado de una vocecilla tierna, tranquila y extrañamente familiar.

Ámbar, curiosa volteó a ver de quién se trataba y vio a una chica de cabello negro, claramente ordenado, sin embargo, se veía sombría, como si trajera a su lado un gran peso que sólo ella podía notar.

Hablaron un rato sobre cosas sin importancia, la dificultad de la prueba, lo tedioso del supervisor, el ambiente y demás, para su sorpresa, a pesar de lo extraña que pudiera simular, no creía que fuera mala, se trata de Rachell quien a pesar de la corta platica, fue capaz de hallar calidez en sus palabras, sin embargo, el hecho de que la nada se haya acercado a ella, justo después de la prueba, era algo que no comprendía del todo, pero ahora no tenía tiempo, debía regresar a casa.

Era hora de regresar, de lo contrario, el bus la dejaría y tendría que esperar unas dos horas más hasta que llegara el próximo, para Ámbar esto solo significaba que tendría que correr para llegar a tiempo, corrió por los pasillos llenos de estudiantes, notó que muchos revisaban entre sus apuntes, buscando comprobar algo, al tiempo en el que ella miraba la hora.

Entre esos estudiantes, estaba Jonathan, con tres de sus amigos de los que nunca se separaba, mientras ellos conversaban, él estaba completamente ausente, pues con su mirada trataba de encontrar a la chica que entró en su mente, misma que había llamado su atención hace unas horas, por la que ahora la universidad no resultaba un lugar aburrido.

Y como si la hubiese convocado con su mente, la vio pasar, apresurada, era fácil de identificarla, con su uniforme que se notaba ser de unas tallas más grandes de las necesarias, se observaban sus piernas descubiertas por su falda, no era de sorprenderse que fuera tan rápida, pues eran bastante largas, al ver lo mucho que se alejaba, despertó del hechizo lanzado por lo que ahora parecía campeona olímpica de atletismo, inicio su posición para alcanzarla pero Luca, arruinando como su momento, lo tomó de la mano.

—¿A dónde crees que vas casanova? —Guiñó el ojo a su amigo de cabello rojizo, mientras los demás lanzaban miradas a él.

—Voy a donde no les importa una mierda, mis preciados amigos entrometidos— respondió ante la pregunta.

—¡Oh! Mi corazón duele, tanto que creo que moriré por tu falta de amor hacia mí— Contestó Luca, en tono dramático mientras se hacía caer hacia su amigo.

—Parecen niños de primaria portándose, por culpa de ustedes, creo que la per…—Cortó, viendo a lo lejos como la impactante chica se había ido, al menos escuchó su nombre.

—¿Qué perdiste? O ¿A quién perdiste? —Continuó Aleix, otro de su camada de amigos que estaban ahí, dándole codazos y dirigiéndole miradas que insinuaban que el pelirrojo se encontraba en un amorío, Aleix disfrutaba molestar a ese chico.

—No me digas…Yo adivino… ¡La chica pared!, ¡guao!, eres todo un apasionado, con que te gustan las dominantes—Acompañó Mathew a la misión de molestar a su amigo.

—Ya cállense, no es eso, es sólo que es divertido molestarla— Se defendió, mientras golpeaba a los patanes que se hacían llamar sus amigos, pero parecían sólo las personas encargadas de molestarlo, y debía admitirlo, de traerle algo de felicidad.

Ante todo aquello, a Ámbar le parecía increíble la velocidad con la que pasaba el tiempo cuando en verdad era necesario, pero, en esa ocasión, la suerte parecía estar de su lado pues a lo lejos pudo divisar que el autobús aún no había salido, lo que le dio el tiempo suficiente para llegar hasta la estación. Por lo que alcanzó a escuchar tuvo unas complicaciones mecánicas (en el momento oportuno), de esta manera, pudo sentirse más aliviada.

Ahí estaba, sentada en el autobús, en esos asientos que parecían estar a punto de caerse en cualquier momento, esperando a que empezara el viaje de regreso, no pudo evitar pensar si los demonios estarían merodeando por la casa, ¿En verdad todo se acabaría cuando lograra ingresar?, como siempre, no conocía la respuesta de ninguno de sus pensamientos, si no que le generaba más dudas.

Al cabo de unos minutos, el sonido estruendoso del motor le avisó que el viaje había comenzado, lo que le dio el tiempo suficiente de despedirse con la vista de la Universidad Hawking, quien sabe, quizás esta sería la primera y última vez en la estaría por sus pasillos, luego de unas horas había vuelo a su infierno o como lo hacían llamar todos, pueblo. 




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