Cartas a un amigo perdido

SIETE

Hola, Asher.

Vaya, a veces me pregunto qué fue lo que te hice, para que no quisieras quedarte ni tampoco irte.

Dime… ¿Qué te hice, Asher?

¿Qué te hice para que no me dejes seguir?

Cuando creo que te voy olvidando, llegas y destruyes todo mi avance con un simple roce de labios. Un simple beso que de simple no tiene nada; un beso, que ha despertado sentimientos. Un beso que trajo la añoranza del ayer, al volver a sentirte.

¡Déjame ya! ¡Por favor!

Sé que no vas a estar a mi lado, sé que lo nuestro ya no es una opción viable, y sé que lo sabes.

Y eso es lo que más duele. Que aun sabiendo que no podemos estar juntos, que aun sabiendo que ya no existe un “nosotros”, eres capaz de volver a ilusionar a un corazón enamorado.

Déjame ir, Asher… Déjame seguir adelante.

Déjame olvidarte de una vez por todas. Quédate en el baúl de los recuerdos. Quiero seguir adelante, olvidarte y seguir con mi vida como lo has hecho tú.

Ese beso desordenó mis esquemas. Ese beso me hizo olvidar las lágrimas derramadas por ti; los gritos de rabia; la tristeza; la vergüenza… La humillación.

Me hizo sentir de nuevo, me hizo extrañar lo que alguna vez fuimos.

Y ese fue mi error.

Mi error fue creer que de nuevo éramos esos adolescentes enamorados, que había amor entre nosotros… Mi error fue creer que podíamos ser solo Asher y Alessa por un momento.

Ese beso fue el reencuentro de dos amigos perdidos en la desesperanza. Ese beso… Ese beso, fue el que despertó pasiones que creía olvidadas.

Me olvidé de todo. Me olvidé de lo que nos hicimos, mientras nos besábamos con fuerza.

Mis manos se aferraban a ti, añorantes de tu tacto. Y respiré hondo al sentir tus labios descendiendo por mi cuello.

Asher… ¿Hasta dónde pretendías llegar?

Y lo que más me asusta. ¿Hasta dónde te iba a dejar llegar yo?

Era terrible saber que, mi poco control, no nos habría sido útil para detener aquella batalla de besos, de abrazos, y de quién tiene el poder de enloquecer al otro.

Tus manos se adentraron en mi camisa, acariciando mi piel sensible, sacando suspiros de mis labios.

¿Habría seguido?

Lamentablemente sí.

Pero la nube de lujuria se disipó con tus palabras: —No podemos… Tú buscas rosas, abrazos y un noviazgo. Tú buscas al anterior Asher. Y no puedo dártelo…

Me separé de golpe.

Te miré con fijeza, tratando de calmar mi agitada respiración; tus ojos, oscuros por la lujuria, detallaron mi cuerpo.

—Pe-perdón…—fue tu voz ronca. — Pero podemos…

—No. —te corté. Respiré hondo. —No seré tu objeto sexual.

Tu expresión delató sorpresa.

—No te pedí eso…—dijiste con sorpresa.

—Pero eso esperas de mí.

No sé si me querías en ese instante. No sé si esperabas que aceptara la humillación por un poco de sexo.

Pero, claramente, no me conocías.

O quizás, lo hiciste… pero de ello, hacía ya mucho tiempo.

Fue un golpe de la realidad, notar que, desde que terminamos nuestra relación, ambos habíamos cambiado bastante.

No somos los mismos… Y dolió descubrirlo de esa manera.

Duele porque significa aceptar que perdí a Asher, que perdí al novio que más quise… Que perdí un amigo.

Me viste arreglar mi ropa y cabello, tomar mi bolso y salir a paso rápido de tu casa. En ningún momento, una dulce palabra tuya, llegó a mis oídos.

Me siento tonta, escribiendo esta historia, mientras lágrimas caen por mis mejillas.

Escribiendo esta historia, que ha ocupado tantas páginas de mi vida. Con esta historia llena de errores y escenas dulces.

Pero no quiero seguir escribiendo una historia triste.

Se acabó el tiempo…

Ya no puedo.

Se acabaron los puntos suspensivos, Asher.

Este es nuestro punto final.



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En el texto hay: cartas, despedida, amor

Editado: 13.06.2018

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