Cartas Al Cielo

Chantaje

Desperté, y llevaba la misma ropa de ayer, me levanté y fui al baño a lavarme la cara, tratando de recordar los sucesos de anoche, el agua fría acariciaba mis cansados párpados y cuando alcé la vista me encontré con una chaqueta terciopelada de cierto castaño puesta sobre mis hombros y fugazmente recordé...

《Me cargó hasta mi habitación》

Una sonrisa aparecio repentinamente en mi rostro.

Todos merecen amor, tristeza, diversión, enojo..., pero el dolor no era algo que se merecía, era algo que inevitablemente aparecía en cada ser humano, era inevitable, era como una fogata, mientras más leña agregaban, más ardía.

El sentimiento de cariño podía expresarse en cientos de formas: en un par de amigas locas, empeñadas a buscar tu felicidad; en tu mejor amigo, que voló sin importar la distancia al único refugio que tenia, ella; o en un chico castaño, que se ofreció a cargarla a su habitación y dejarle su chaqueta terciopelada; en un par de galletas, que la anciana sabía que robabas, pero callaba y dejaba tomarlas; o en tu abuelo, que no importando cuán rota, sola, y vacía estaba, acogió en su ya cansada alma a una pequeña niña inerte del mundo, de la vida que le esperaba.

Cuando eres solamente un niño piensas que tienes el mundo en tus manos, y es verdad, pero cuando crecemos nos vamos alejando de esa gigantesca visión, y buscamos una mínima. Por eso lo vemos tan complicado, y todo lo demás se vuelve así.

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Al medio día salí de casa, llevaba mis típicos Jeans negros y una blusa con la frase "Quiero hamburguesas", regalo de Faith para mi cumpleaños de el año pasado, amaba y odiaba los pensamiento de la pelirroja, son tan libres e insensatos, ingeniosos pero a la vez tan inutiles.

En mi mano llevaba la chaqueta de Jones, y mi cámara semiprofesional, hacia ya 3 años que la tengo, y significaba todo para mí, Charles me la obsequió el día de mi cumpleaños, fue su último obsequio...

La aferraba tanto a mí, me gustaba llevarla colgada a lo largo de mi cuello, lo sentía a él y sentía mi pasión por la fotografía. Recuerdo que solía despertarme a poco más de media noche a tomar fotos de el hermoso cielo que podía verse, hacia tanto que no lo hago.

Mi amor por la fotografía empezó desde los 9, un poco después de llegar a vivir con el abuelo, solía levantarme por las noches porque tenia pesadillas, siempre a la misma hora, y el mismo terrible sueño, lloraba desconsoladamente hasta quedarme nuevamente dormida.

Cuando mi abuelo se dio cuenta, sacó una pequeña cámara de el ático, de esas donde tenias que hacer un procedimiento muy largo para revelar el rollo, me fascinaba, espero a que me levantará por la noche y llego hasta mi habitación para entregarme la. Me subió a la azotea y dijo "mira arriba", cuando mis ojos se encontraron con el cielo lleno de pequeñas luces resplandecientes, mi corazón se aceleró, era increíble,-anda, toma una fotografía-, no entendía para nada porque me lo pedía, pero lo hice, apunté hacia el cielo estrellado y tomé la foto, el se fue, sin decir otra palabra; al siguiente día, me mostró una pequeña foto, mi foto, del cielo estrellado de la noche anterior y sentí exactamente lo mismo, hasta el día de hoy todavía lo siento y sé que mañana, pasado, y todos los días después de éste, también lo sentiré; esa pequeña fotografía había marcado mi vida hasta el día de hoy. Con el tiempo comencé a extrañar a mamá, y el abuelo me hacía repetir el proceso de la foto, pero en diferentes lugares, aunque mi lugar favorito siempre era esa vieja azotea con el cielo más estrellado de todos los cielos que hubo antes. Algunas veces me descubría en la orilla de la azotea, pero nunca quise saltar, sentía una extraña sensación de atracción hacia el cielo, que me hacía querer acercarme mucho más. Sabía que mi mamá me observaba, pero quería que me escuchará.

-Escribe le
-Mamá está muy lejos, abuelo.
-Está más cerca de lo que crees pequeña
-¿Cómo podrá leer mi carta?
-Lo hará, ya veras.

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En menos de lo que pensé, ya me encontraba en el viejo parque junto a los columpios, me senté en uno de ellos con la cabeza gacha, observando la chaqueta de Jones, no había desayunado, llegaba tarde a la hora que habíamos acordado, y solo tomé una ducha rápida, me vestí y salí.

Mi estómago pedía a gritos que lo alimentarán, un pequeño roce en mi hombro hizo que despertará de mi trance.

--¡Café matutino! Negro sin leche para la Señorita Douglas
--Wow, vaya, hiciste que mi amor por el café sonará racista-- rió 
--En mi defensa, solo sigo el protocolo de trabajo, llevar el café con una sonrisa.-- me tendió el café y por supuesto que lo tome.
--No estás en el trabajo, Jones, pero gracias-- asintió-- ¿Cómo sabías que no había desayunado?-- pareció confundido
--No lo sabía, pensé que te apetecería un café, pero agradezco que lo haya traído, ¿por qué no desayunaste?
--Me levanté tarde, y no me gusta ser inpuntual--mi intento de esbozar una sonrisa se convirtió en una mueca.
--Oh bueno, en ese caso, ven-- se levantó del columpio a mi lado y me tendió la mano.
--¿Qué hacés?- -genial Frida, tu y tú tonta actitud vienen de nuevo. Él seguía ahí con su mano tendida,--mi brazo se está cansando-- hasta que lo tomé, aún no entiendo muy bien porque lo hice, pero luego de eso me hallé comiendo en una cafetería de la Quinta avenida.

Devoraba mis panqueques con ferocidad, y Jones frente a mí, comía plácidamente su "Desayuno Americano"; cuando terminé pedí café.

--¿Puedo hacerte una pregunta?-- dije tímida
--Claro-- me regaló una de sus típicas sonrisas
--¿Por qué eres tan bueno conmigo? Es decir, yo fui un asco contigo
--No es así, escucha sé que tuviste que haber pasado por algo duro...--lo interrumpi
--No quiero tu lastima, Jones
--No es eso, créeme, conozco a los que quieren hacerse pasar por víctimas, fue por lo que me dijiste en el salón de música la otra vez, me di cuenta que en realidad eres una buena persona, llegué muy altanero y grité lo primero que se cruzó por mi mente, y enserio, enserio estoy arrepentido.
--Oye Ethan, si todo esto lo haces solo por una disculpa, no hace falta, todo lo que pasó en el salón ese día ya quedó en el pasado.
--Pensé que seguías molesta conmigo, por como llegaste al salón C la última vez, en la asignación de parejas.-- sonreí, por fin había logrado esbozar una sonrisa.
--Tú lo dijiste Jones-- y ahí estaba su ceja, de nuevo, pareció confundido-- el café, es un buen chantaje-- y rió.




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