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El pensamiento continuo de tener que ajustar mi canasta en algún sitio de la granja no me deja en paz. Los muebles y cosas preciadas por fin llegaron del largo camino con la mudanza que por mala suerte se perdió y atrasó por un par de días. Mi canasta con base fue lo primero que busqué entre esas tantas cosas.
Quería hacerlo porque sé que es muy distinto jugar cuando quieres hacerlo que cuando es por obligación, como lo hago en mi nuevo bachillerato. Me gusta practicar con Alice pero no es jugar realmente, aunque realmente sí me divierto y juego —como debería de serlo— con Morgan, sigue sin ser lo mismo a hacerlo en mi casa o bueno en la de la abuela, alejada de todas esas obligaciones.
Entró en la granja que está a un lado de la casa, enciendo la linterna de mi teléfono y busco entre las paredes de madera algo que parezcan herramientas pero no hay nada.
El auto que está tapado por una fina tela llama mi atención pero no lo suficiente como para retirarla por completo. Me adentro un poco más al sitio que sigue oscuro. Al final me encuentro con una caja de metal con un candado que se ve imposible de abrir. Miro a los lados y no veo algo como un desarmador en forma de cruz, subo la mirada y un par de cajas de plástico están ahí, con un salto logro desequilibrar y cae en mis manos.
—Genial.
Lo siguiente que pasó puede contarse como mala suerte.
Cae segundos después otra caja pero esta vez lejos de ser de plástico amortigua en mi cabeza. Caigo al piso con un dolor que no me matara pero dudo que me deje dormir correctamente. Busco el teléfono que es lo único que me permite ver ahora, cayó unos metros lejos de mi.
Lo cojo y busco al causante de mis desgracias. Esa maldita caja de zapatos esta tirada junto a su contenido.
—Mierda
Comienzo a juntar todo en ella, sus hojas viejas y algunos objetos pequeños. Con detenimiento tomo un sobre y leo de donde proviene.
New York, 1980
Sin rodeos revisó la carta que tenía tanta edad. La curiosidad no me matara.
Los trazos suaves y el desliz elegante no parecían ser obra de un hombre. Leo la fecha.
1 de octubre de 1986
Todo en la carta es de hace más de treinta años, sigue en buenas condiciones a pesar de su edad.
Hola cariño tiempo sin leernos nuevamente o bueno me pesa más el tiempo sin ti. Te extraño tanto que a veces dudo de mi decisión…
Mi estómago se revuelve al leer esto. No quiero leerlo pero mis ojos siguen esas líneas finas. Me da asco leer la carta de esa persona. Una mujer que está completamente enamorada de un hombre que ahora está muerto. La carta que abrí es la única que leo, no me atrevo a continuar pero la curiosidad no me dejará dormir.
Cojo ambas cajas y salgo casi huyendo de ese lugar que encerraba ese tipo de secretos. Supongo que el amor joven se marchito por la muerte…
Cinco días antes
La brisa sobre mi cabello, los pocos sonidos que llegue a percibir, los arrepentimientos que existen en mi me atormentan y al mismo tiempo son pesados en mi espalda. Mis pensamientos y mente jamás han sido capaces de ignorar las voces de los demás, ya estaba harta. Quisiera imaginar cosas lindas como los niños hacen pero… no tengo tanta suerte y menos una infancia tan buena como todos creen.
A veces quiero evitar dormir a pesar de estar completamente cansada pero terminó cediendo ante nuestra necesidad fisiológica.
Sentía ligeros movimientos a mi alrededor y sabia de quien se trataba. Poco a poco me fueron despertando, los sueños o bueno en mi caso pesadillas no me dejan en paz.
—¡Hey, hey! ya llegamos, Despierta! —Dijo la persona que me movía suavemente de un lado a otro para despertarme.
Abrí los ojos y un quejido salió de mi boca, mi madre se percató y detuvo sus movimientos. Reconocí su figura que continuaba un poco borrosa a mis ojos somnolientos.
—¿Si? —Afirme aun sin ganas de levantarme completamente. Me senté correctamente en el sillón del auto mientras tallaba mis ojos con mi antebrazo.
¿Dónde estamos?
Mi vista seguía sin acostumbrarse a la poca luz que nos regalaba la noche.
—Hasta que despiertas —Ella parecía satisfecha porque me recibió con una media sonrisa.
—¿Dónde estamos? —Interrogue.
Todo era muy confuso. Ella siempre ha sido alguien que infunde misterio de pies a cabeza y lo que hace siempre tiene un porqué bien definido aunque… Siempre olvida una cosa y no importa mucho que lo olvide, yo soy la variante que olvida y olvida eso hasta que es demasiado tarde o bueno hasta que ya pasó y tiene que dar más, demasiadas excusas.
Todo antes de que saliese de la escuela estaba listo y empacado, la única que faltaba de ser empacada era yo.
Hace un par de horas me encontraba en mi escuela, todo iba “bien”, excelente podría llegar a llamarlo pero ocurrió algo extraño al menos para mi y es el tener a una madre extraña. Ella me recogió saliendo de la escuela, ella nunca lo hace, me contó por así decirlo lo “básico” y ahora no se donde estamos.
—Mmm si, si es verdad, !eh¡, no te dije ni te avise nada el día de ayer. Así que necesito darte muchas explicaciones —dijo todo eso mientras daba vueltas y se alborota el cabello con nerviosismo.