Corría sin parar sintiendo el olor que desprendía la sangre de mi presa y también el del miedo que tenía al huir de mí.
Hace 300 años había perdido la llave que lo sacaría del limbo inmortal, no pensaba cometer el mismo error dos veces.
Un grito salió de la garganta de la chica cuando la aprisioné contra el suelo mostrándole mis largos colmillos
—Te has vuelto lenta —acerqué una de mis garras a su pecho cubierto por un vestido verde oscuro, viendo el agitado vaivén de sus senos por la acelerada respiración que le había provocado la carrera…
Con mi rodilla golpeé la entrepierna de mi perseguidor y apenas me vi libre de la prisión de sus brazos, me levanté y salí corriendo, rogando por llegar a mi casa en el pueblo.
Sentí que fueron cinco segundos lo que duró la carrera. El miedo deformaba la visión que tenía de mi alrededor, por lo que no me di cuenta de que, de hecho, habían sido solo cinco segundos.
Con un estruendo cerré la puerta de la morada, aliviada de estar a salvo y maldiciendo a ese…
—Repito. Te has vuelto lenta, “querida” —Me volteé pálida viendo como esa criatura se acercaba lentamente.
Sin poder evitarlo, la mujer cayo desmayada siendo atrapada antes de tocar el suelo por el vampiro, quien la miraba de una manera extraña.