Bendita sea la dicha del viento, pues él peina tus cabellos y acaricia tus mejillas sonrojadas cuando soy yo quien desearía hacerlo.
Maldito sea el dolor en mis manos, maldición clavada en mis huesos que me hace extender la desdicha por donde toco.
Si supieras, Vida, que eres quien remienda a risas y sonrisas este saco roto lleno de mariposas que tengo por corazón, ¿qué harías? Porque la verdad es que estoy tan calado por ti que quisiera ser la galaxia que siempre fumas, como si supieras que tus pulmones nunca morirán como los míos.
Maldita mi suerte, que nací para estar muerto y viví solo para saber que no puedo tenerte, oh, Vida que jamás será mía.
Anoche entre las sombras fui a visitarte. Iba a acabar con el reloj incesante en tu pecho, marcador de tiempo de mi muerte en vida, pero entendí por qué eres tú quien lo tiene... Pues eres tú la única capaz de hacer latir algo que ya no podía seguir latiendo.
Lo eres todo, Vida. Eres tantas cosas, excepto algo que hace morir mi alma día tras día que huyo de ti, pues no soporto la verdad. No eres mía.
Es irónico, la muerte muere por una vida. Supongo que somos la definición de ironía. Supongo que jamás te entregaré esta hoja llena de mi dolor. Supongo que estoy demasiado destrozado para ser reparado.
¿Podrías amarme?, no sé siquiera qué es el amor, pero sé que, si este existe, quiero vivir por el tuyo.
Carajo, Vida, deja de torturar mi mente. Deja de hacer de mi existencia un martirio.
Déjame ir. No puedo estar en este mundo, estando tan cerca y tan lejos de ti.
Espero jamás descubras las rosas que he matado por ti, para dártelas encapsuladas en la eternidad del efecto de mis manos, porque si lo llegaras a hacer tendría que aceptar que esto es real. Qué, por desgracia, me has enfermado de vida.
Asesinenme, porque estoy viviendo una muerte de amor.